Es el principio del fin de medio siglo de tensiones y, al parecer, un paso más en la arquitectura de pacificación del Gran Caribe. ¿Conocía Venezuela de los diálogos secretos de su aliado con el “imperio”?
Por Juan Carlos Eastman Arango*
EN el desarrollo de nuestros escritos, en ocasiones unos más felices e inspiradores que otros, algunos eventos humanos, por su inocultable impacto, obligan a posponer otros contenidos propuestos, a respirar con profundidad las emociones que suscitan los nuevos y a contener el entusiasmo o la preocupación que nos dejan. Creo que la noticia del año y, si se confirman las tendencias, de este siglo XXI Corporativo ya avanzado, será la normalización de las relaciones Estados Unidos-Cuba.
Por supuesto, todos sabemos que entre la formulación pública de las intenciones y su materialización abierta e institucional, existe un camino largo sembrado de amenazas, cuyo origen bien puede reconocerse desde adentro de cada sociedad, desde sus respectivas redes de poder y desde afuera.
El debate apenas inicia. Las partes experimentan desafíos complejos que expresan una amplia gama de intereses y contradicciones. Unos afirmarán, con desgarro emocional, que Estados Unidos perdió el horizonte sacrificando, en primera instancia, sus valores y compromisos democráticos, abdicando de su poder y liderazgo globales. Otros, no menos emocionales e inflamados de nostalgia antimperialista, no pondrán en duda que es un triunfo de la revolución y una señal de esperanza para todos aquellos que enfrentan a los Estados Unidos con constancia e inteligencia. Y otros más ya nos ilustran sobre la claudicación de la revolución y el triunfo del capital.
En fin, en casos como el que nos ocupa, impensable generacionalmente hasta la semana que terminó, las lecturas serán enfrentadas: una oportunidad extraordinaria para discernir el advenimiento del fin de la transición global, al menos en este hemisferio. Simplemente volveremos a lo básico.
La confrontación política entre Estados Unidos y Cuba ayudó a tejer las relaciones interamericanas contemporáneas y en una escala global, contribuyó a administrar las tensiones, intereses y equilibrios subregionales entre las potencias de la guerra fría. En lo que va corrido de este siglo XXI, las potencias emergentes y las tradicionales -en vías de recuperación y/o decadencia-, se insertaron en esta problemática histórica, utilizando a la isla como un factor de presión/negociación contra Estados Unidos. Por lo tanto, la realización de los anuncios hechos por los presidentes Obama y Castro nos permiten vislumbrar las variaciones de su impacto integral.
Tiempo atrás, desde las páginas de este diario, en la edición dominical del 16 de febrero, advertíamos sobre la urgencia de iniciar este proceso para los intereses transnacionales de Estados Unidos. Lo que en su momento parecía demencial, políticamente hablando, pero que expresaba una convicción personal, puede ser una realidad: la visita del presidente Obama a La Habana, y el recibimiento del presidente Castro en Washington. Sin embargo, tal y como lo dijo el presidente norteamericano, ello no ocurrirá pronto.
¿Una jugada electoral de Obama?
Sin embargo, esta historia por construir, como un acto de liberación mutua, también será el resultado de arduas y variables negociaciones. Ya se agitan las reacciones parlamentarias en Estados Unidos contra los anuncios del presidente Obama. De hecho, desde una perspectiva doméstica, la disputa entre miembros de la bancada republicana y La Casa Blanca no ha dejado de aumentar en el tono y los tópicos.
Para los sectores más intransigentes de la derecha estadounidense, el cambio de política frente a Cuba es solamente el último acto gubernamental que ingresa a las denuncias de abuso de poder, violación de la Constitución y conducta unilateral por parte del Ejecutivo, amparado con sus “facultades ejecutivas”. Invocaciones a destituir al presidente como de someterlo a un juicio para despojarlo de su cargo, han sido frecuentes desde el año anterior.
El ambiente pre-electoral, adverso para los intereses demócratas y para la última fase de la gestión de Barack H. Obama, adquirirá un tono más agresivo en aquellos Estados y desde aquellos legisladores cuya base electoral se nutra de refugiados y exiliados de origen cubano, venezolano y tradicionalmente anticomunistas. La nueva campaña presidencial ya comenzó.
El presidente ingresó en el período más peligroso de su vida como individuo. Las supuestas fallas o descuidos en seguridad de su sede de gobierno como de su entorno en algunos desplazamientos, adquieren ahora una dimensión diferente. El histerismo político endógeno, que ha rechazado de forma integral la agenda gubernamental desde 2009, encuentra ahora un tema “tabú” de la institucionalidad estadounidense provocador.
Cuando en la década pasada se anunció el retiro de Fidel Castro de la vida pública, y los rumores sobre su muerte cercana se tomaban por asalto los diferentes medios de comunicación anticomunistas en Estados Unidos, las escenas callejeras de euforia anticastrista denunciaron su “cautiverio mental” y la pervivencia de sus traumas familiares. ¿Vendrán ahora las protestas y manifestaciones anti-Obama? ¿Aumentará la inseguridad personal del presidente?
En Cuba, solo incertidumbre
El desafío es similar para la isla, aunque con otras proporciones y características. Será una experiencia que atravesará la sociedad y el poder desde las directivas del Partido Comunista hasta el último de los cubanos. Nadie quedará al margen ni podrá sentirse indiferente. La desconexión del embargo tendrá un impacto revolucionario. Cuba está a punto de ingresar en otra experiencia de cambio con desenlaces inciertos. Deseamos, fervientemente, que el resultado no sea similar o peor que el padecido por Libia, después de la “reinserción” de su gobierno a la comunidad internacional, de la mano de Tony Blair.
¿La dialéctica castrista fundamentó la decisión de buscar/aceptar este acercamiento con la administración Obama? ¿Existen suficientes apoyos no hemisféricos para balancear la nueva puja por el poder en el marco de una sociedad que en el futuro estaría menos controlada por el partido, y más expuesta a la competencia transnacional? ¿Hubo aproximaciones desde las Corporaciones que inspiraran la tranquilidad de las “familias comunistas” en el poder?
La perspectiva liberal-capitalista estadounidense sobre el futuro de la isla no ha cambiado, como se puede concluir en el comunicado oficial: solo la forma de lograr los mismos objetivos, con la eventual cooperación de la población cubana, en un marco de mayor apertura ciudadana y participación de los actores emergentes post-comunistas; varios de éstos son fruto de las reformas impulsadas por el gobierno de Raúl Castro.
No debe sorprendernos, entonces, el alud de preguntas y de ocurrencias que están apareciendo. Miles de conjeturas acompañarán nuestra cotidianidad hasta el momento en el que se celebre el futuro encuentro personal Obama-Castro.
¿Hacia un “tsunami” político y geoestratégico?
Mientras todo ello se desenvuelve, las intenciones y sus efectos cual tsumani, también nos deben inquietar. Pocas semanas atrás, la tragedia social y política haitiana adquiría nuevas dimensiones; la crisis en el gobierno, la amenaza de una nueva oleada de violencia interna y el fracaso hemisférico frente a las promesas oficiales y los recursos internacionales comprometidos, desde 2010, llevaron a manifestantes en Puerto Príncipe a pedir ayuda al gobierno de Vladimir Putin.
La influencia china continúa ampliando sus escenarios regionales. El horizonte de muchos países latinoamericanos, que hace pocos años se abría pleno de confianza y crecimiento, enfrenta más nubes oscuras y tormentosas que claridad. La confianza en la democracia no arraiga, y las opciones populistas y autoritarias ganan terreno, de acuerdo con sondeos divulgados semanas atrás. La integración regional mantiene sus debilidades y las tendencias conservan su naturaleza centrífuga. No podemos olvidar las expectativas creadas por el diálogo FARC-gobierno colombiano. Es decir, una canasta de oportunidades para Estados Unidos.
La lectura del comunicado de La Casa Blanca suscitará muchas controversias, en todas sus consideraciones; una muestra de ello, entre muchas más, la encontramos en los párrafos iniciales. ¿Desde cuándo al gobierno de Estados Unidos le importa el rechazo político por alguna medida que afectara a éste o aquel país? ¿Estados Unidos aislado?
Demasiadas concesiones retóricas para que el otro se sienta cómodo en la nueva propuesta de re-inserción regional, y al tiempo, eventualmente, protegido. Si bien ya sabemos que el asunto se venía trabajando desde hace muchos meses atrás, y que el Vaticano también participó en su desarrollo, ¿qué es lo nuevo que lleva a ambas partes a aceptar, en este momento, la sumatoria de desafíos y riesgos?
Obama lo ha denominado “retomar el liderazgo en el continente americano”. Quizás se trate de crear un ambiente favorable, políticamente, en América Latina, de cara a la próxima Cumbre de las Américas, pero pensando en otros escenarios vitales y no tanto en la sensibilidad de las Américas.
Otros prefieren ligar la decisión directamente con la irrupción confiada de potencias emergentes en la región: ¿mensajes para Rusia, China e Irán? No parece si, al mismo tiempo, el presidente firma la ley aprobada por el Congreso de Estados Unidos días atrás, que impuso sanciones y restricciones a funcionarios de la República Bolivariana de Venezuela. ¿Mensaje para las autoridades y la sociedad de este país? ¿Compartirá Cuba esta intención?
Pero llegan nuevas preguntas, y éstas, quizás, mucho más importantes: ¿conocía la dirigencia china el proceso? ¿Asesoró a los cubanos en las negociaciones? ¿Es China el modelo?
Presiones estarán sobre Cuba y simpatizantes necesitados
Estados Unidos coloca al gobierno de Cuba en una situación difícil; algunos pensarán que se “borra con el codo lo que se escribe con la mano”, y que se le recuerda al poder cubano su vulnerabilidad en los nuevos tiempos: todo tiene un precio en la política global.
Muchas iniciativas alternativas en América Latina pasan por el binomio Cuba-Venezuela: ¿desconocía el gobierno de Nicolás Maduro los movimientos diplomáticos cubanos con el gobierno estadounidense, durante más de un año, y bajo la completa reserva, en Canadá? Si así fue, malas noticias para los gobernantes venezolanos. Si éstos lo sabían, y creyeron que su culminación satisfactoria era una forma de neutralizar el accionar de los políticos estadounidenses, recibieron un golpe severo a su falsa caracterización de la problemática regional. Más aún: Venezuela bien puede convertirse en el refugio cubano de los opositores al diálogo con Estados Unidos.
El primer foro que debe evaluar el impacto de los siguientes movimientos de Cuba debe ser ALBA-TCP. Al menos, en su interior, Bolivia podría estar más cerca de las nuevas tendencias, si resultaran creíbles las declaraciones del presidente Morales. El siguiente debe ser CELAC.
Desde la perspectiva colombiana, las últimas noticias nos obligan a ver las negociaciones de paz, también, en clave cubano-estadounidense. ¿Conocían los dos equipos negociadores en La Habana el telón de fondo de las conversaciones entre los representantes de Obama y de Castro? ¿La paz en nuestro país forma parte de la arquitectura de pacificación del Gran Caribe y de las bases para reforzar el orden estadounidense?
¡Cuántas lecturas nuevas y posibles! ¡Y cuánto hay en juego! Vivimos tan solo el comienzo, como parte de la nueva fase transnacional de América Latina.
*Historiador, Especialista en Geopolítica y analista de asuntos internacionales. Catedrático del Departamento de Historia, Pontificia Universidad Javeriana.Miembro de Cedai (Centro de Estudios en Seguridad, Defensa y Asuntos Internacionales).