El líder del influyente partido centrista PMDB compartió fórmula con la presidenta Dilma Rousseff en 2010 y 2014 para llegar al poder en Brasil, pero al fragor de la crisis que tiene a la mandataria al borde de un juicio político y la salida temporal del cargo, este Vicepresidente de 75 años decidió tirar por la borda la discreción que marcó su carrera política y se sintió investido de la misión de formar un "gobierno de salvación nacional".
En 2015 se quejó en una carta dirigida a Rousseff de ser un "vicepresidente decorativo". El mes pasado su partido rompió con el Partido de los Trabajadores y esta semana fue divulgado un audio donde se le escucha ensayar un discurso en el que da por hecha la destitución de Rousseff y propone su propio plan anticrisis.
De allí, entonces, que Rousseff y el PT lo acusen ahora de "conspirador" y "golpista".
Lo cierto es que si asumiera la presidencia, gobernaría hasta fines de 2018. A menos que no sea, a su vez, objeto de un procedimiento de destitución por motivos similares a los de Rousseff, o que la justicia electoral anule la elección de 2014, si se demuestra que la fórmula Rousseff-Temer recibió dinero de la trama corrupta de Petrobras.
Su ‘divorcio’ político del PT se concretó especialmente después de que él mismo haya gestionado el desembarque de su decisivo partido de un gobierno al que llegó como número dos y del que se convirtió en verdugo.
Siendo evidente esa estrategia, Temer no participó de la reunión en la que el poderoso PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño, centro), el partido que dirige desde 2001, anunció entre vítores su abandono a Rousseff. Una vez más, este estratega de andar erguido y aire distante prefirió observar desde las bambalinas, pero consciente de que ahora los focos le buscan a él.
A los 75 años, Temer lleva meses coqueteando con un protagonismo que siempre le huyó. Pero tras sobrevivir casi 30 años en los envenenados pasillos de Brasilia, supo dosificar las señales de que su matrimonio de conveniencia con Rousseff ya no le convenía.
Visto por los mercados como el torniquete que puede frenar la hemorragia económica en Brasil, presentó en octubre un documento donde criticaba los "excesos" del gobierno que vicepresidía y trazaba las líneas liberales para la recuperación del país... o para su futuro mandato.
Semanas después, sin embargo, trató de frenar la euforia de sus compañeros de partido, que le recibieron en un acto al grito de "¡Temer presidente!".
"Por el momento, no. Gracias. Vamos a esperar a 2018. Vamos a montar un candidato, un gran nombre del PMDB. Yo estoy cerrando mi carrera", afirmó.
Pero el terremoto político que lleva meses sacudiendo a Brasil no ha dejado a nadie donde estaba, o donde decía estar./Resumen AFP