A propósito de la realización -el jueves y viernes- de la Cumbre de la Tierra Río+20, (llamada oficialmente Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable en Río de Janeiro, Brasil), vale resaltar que con el proyecto de construir el Metro Ligero en Bogotá, la capital se convertirá en pionera de la economía verde.
El viraje que el mundo está dando hacia el tema tiene tanta importancia que, la semana pasada, se realizó en Bogotá el Congreso de Economía Verde, que tuvo como objetivo propiciar un debate sobre el concepto, las opciones y potencialidades que tiene nuestro país, así como algunas aproximaciones en cuanto a políticas públicas en esta materia.
En este sentido, el Metro Ligero que plantea la actual administración del Distrito Capital estaría enmarcado en las políticas de economía verde. Por ejemplo, en Francia con un kilogramo equivalente de petróleo, los distintos modos ferroviarios urbanos y metropolitanos transportan un viajero a una distancia que oscila entre 70 y 190 Kilómetros, frente a 37 Kilómetros del autobús o 15 Kilómetros del automóvil.
Además del ahorro en combustibles fósiles, si en Bogotá se construye el Metro Ligero y a la par se promueve el uso de vehículos de tracción eléctrica, se estaría no sólo dando un triple salto en materia ecológica y ambiental, sino que podría considerarse la emisión del proceso de generación de energía. Pero en Colombia la generación es esencialmente Hidráulica (65% del total de la energía generada) y ésta tampoco produce contaminación, por lo que se le asigna al vehículo eléctrico cero emisión de CO2.
En este sentido, los estados que ratificaron el Protocolo de Kyoto se comprometieron a reducir en el período 2008‐2012 sus emisiones de gases de efecto invernadero. Para conseguir este objetivo, la UE estableció un sistema de bonos de emisión. Si una empresa quiere emitir más CO2 del que tiene asignado, debe comprar bonos (cada bono equivale a una tonelada métrica). Si por el contrario ha emitido menos de lo previsto, puede vender su excedente de cuota a otros.
Para el intercambio de estos bonos existen mercados que funcionan según una cierta normativa pactada a nivel europeo. En España está Sendeco2, un mercado donde se compran y se venden derechos de emisión de CO2 de la UE y créditos de carbono (CER).
El promedio de cotización de los bonos de emisión en Sendeco2 durante el mes de mayo de 2011 fue de 16,35 € (40.875 pesos/ Bono), este será el valor a tomar en el presente estudio para cuantificar monetariamente las emisiones.
En los estudios del Metro Ligero, los cálculos de reducción de emisiones CO2 en toneladas por implementación e ingresos al sistema por bonos de emisión sumarían cerca de 65.814 millones de pesos por emisión Horizonte a 40 Años o vida útil de los trenes.
Aunque desde el 9 de abril de 1948 no hay en Bogotá un transporte eficiente y siempre los gobiernos prometen una solución al caos, todo parece indicar que sería una realidad, ya que tanto el Presidente de la República Juan Manuel Santos como el alcalde Mayor de Bogotá, Gustavo Petro Urrego, tienen la voluntad política para que la primera línea del Metro Ligero se construya por la Carrera Séptima y se convierta en un corredor verde ambiental.
Visita japonesa
Para sustentar esta tesis o alternativa de ingresos para el Metro Ligero y como en los últimos años países como Japón buscan estimular el uso de tecnologías limpias para el transporte y reducir los gases causantes del efecto invernadero a través de la introducción del impuesto de carbono y la extensión de reducción de impuestos a los vehículos amigables, la Secretaría Distrital de Ambiente invitó al experto japonés Yusuke Inoue, actual Director de Impuestos Ambientales del Ministerio de Ambiente del llamado país “del sol naciente” para que ofreciera una conferencia y diera a conocer los adelantos realizados por su país en esta materia.
En su conferencia "Impuestos verdes para disminuir el uso de combustibles fósiles e incentivos tributarios para la adecuada disposición de desechos y uso de energías renovables” explicó el proyecto de reforma tributaria 2012, entregado a la Casa de Consejeros del Japón, que incluye la introducción del impuesto de carbono (impuesto medio ambiental) y la reducción de impuestos a los vehículos amigables con el ambiente.
Inoue es abogado con maestrías en Política y Regulación Ambiental del London School of Economics y en Política Ambiental y Economía de la Universidad de York. También es el creador de políticas del Ministerio de Ambiente japonés, responsable del impuesto ambiental y promotor del impuesto de Carbono.
Según el experto, la carga tributaria adicional causada por esta reforma ascendería a unos 300 billones de yenes (3.6 billones de dólares). El impuesto sobre el carbono aumenta la tasa impositiva a productos derivados del petróleo gradualmente a partir del mes de octubre, en 1.5 veces el nivel de impuestos actual del petróleo y el carbón.
“Los ingresos recibidos por este impuesto serán invertidos en las medidas para la reducción de gases a efecto invernadero y similares. El régimen temporal de reducción de impuestos sobre los automóviles amigables con el ambiente (originalmente previsto hasta abril), adopta las normas ambientales más estrictas y continuará durante los próximos tres años. El proyecto de reforma 2012 también incluye la expansión de la reducción del costo del impuesto a casas ahorradoras de energía”, apuntó Inoue.
Cumbre de Río
La Cumbre de la Tierra Río+20 -llamada oficialmente Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable en Río de Janeiro, Brasil-, la próxima semana tratará dos cuestiones, íntimamente ligadas y constituyen el eje central de importante certamen: una economía ecológica con vistas a la sustentabilidad y la erradicación de la pobreza y la creación de un marco institucional para el desarrollo sustentable.
Estos objetivos son también los de todos los pueblos, todos los ciudadanos y ciudadanas del planeta. La conciencia de que el mundo se enfrenta a importantes cambios está cada vez más presente. Los ciudadanos muestran un coraje y una capacidad creciente para hacer oír sus voces y participar de los desafíos de la sociedad.
Desde luego, aún es largo el camino entre la conciencia de las alternativas y la capacidad de nuestras sociedades, en particular de nuestras instituciones y nuestros gobiernos nacionales, para evaluar la dimensión de estas transformaciones y ponerlas en práctica.
Es necesario, además, evitar que esta toma de conciencia se traduzca en un repliegue separatista o identatario que aliente a oponer los intereses nacionales de unos y otros. La historia nos ha mostrado que dicho repliegue sólo puede conducir finalmente a callejones sin salida y a la guerra.
Cuestión ambiental y espiritual
La economía ecológica o verde pretende rediseñar la economía para desalentar, desde un principio, las consecuencias negativas y fomentar aquellas positivas.
La economía verde supone que la humanidad puede regenerar las comunidades y los ecosistemas y que el cambio cualitativo positivo es posible; en tanto, la economía ambiental sigue dedicándose al control cuantitativo.
Una economía verde no sólo consideraría asuntos financieros, sino que comprendería cuestiones ambientales y hasta espirituales y priorizaría el crecimiento cualitativo.
Intentaría medir el valor real de los productos y servicios más que simplemente tomarlos por su valor monetario de intercambio.
Finalmente, haría visibles muchas de las importantes tareas realizadas fuera de la economía formal y al mismo tiempo pondría en el “debe” los daños a los sistemas naturales de la Tierra.
La economía verde, indica una nota publicada en La Guía del Mundo, también conocida como economía ecológica, no se limita a las consideraciones ambientales, como puede implicar su nombre. Abarca también consideraciones sociales así como inquietudes espirituales de los individuos, factores históricamente pasados por alto por los estudios económicos, y propone elaborar un modelo nuevo para la economía.
Este modelo, según Brian Milani, autor de Designing the Green Economy (1) (Diseñando la economía verde), debe instaurar la democracia directa, satisfacer las necesidades de todos y armonizar la actividad humana con la naturaleza.
Muchos aspectos de la vida cotidiana quedan excluidos de la economía política más aceptada, que está orientada hacia la medición de la producción industrial y el intercambio de dinero. En general, los productores y los consumidores sólo toman en cuenta sus propios costos y beneficios directos al tomar decisiones, más allá de los costos y beneficios de la sociedad como un todo.
Los ejemplos de estas alternativas (costos o beneficios que se transfieren a la sociedad en general) pueden ser positivos o negativos. Un ejemplo común de una externalidad negativa es la contaminación, que es producida por un fabricante pero afecta a muchas personas más. Esa contaminación perjudica a los trabajadores y vecinos de la fábrica, pero no directamente al lucro del fabricante –por lo tanto, el fabricante no considera el efecto de la contaminación–.
Un ejemplo de una externalidad positiva sería una vacuna que no sólo beneficia a quien la recibe, sino también a la sociedad en general porque reduce la posibilidad de que la enfermedad se propague a otros. Las medidas económicas vigentes no fueron diseñadas para tomar en cuenta externalidades; por eso dejan la tarea de gestionarlas al Estado, el cual debe fomentar o desalentar estas externalidades según su parecer.
Historia
Los precursores intelectuales de la economía ecológica, hoy verde, pueden rastrearse en gran parte en autores que no eran economistas sino físicos, biólogos o químicos como Sadi Carnot, Rudolf Clausius, Leopold Pfaundler, Patrick Geddes, Sergei A. Podolinsky, Popper-Lynkeus, Frederick Soddy.
Sus teorías no fueron tomadas en consideración por la economía convencional a pesar de que conducían a una mejor asignación y gestión de recursos escasos de la que se ocupa la economía, según la ambigua expresión popularizada posteriormente por el economista convencional Lionel Robbins.
Dentro de la ciencia económica, en el siglo XVIII los fisiócratas (fisiocracia significa gobierno de la naturaleza) como François Quesnay plantearon que las sociedades civiles debían ser un espejo del orden natural, con sus leyes inscritas por Dios, sin embargo un mal gobierno o grupos influyentes podían trastocar la relación.20 Pero para apuntalar sus teorías, que contenían otros importantes elementos que pasaron a la economía clásica, aún no se habían desarrollado los conocimientos necesarios, como los relacionados con la termodinámica o la biología.9 21
La teoría fisiocrática del producto neto es coherente con los análisis energéticos y de flujos materiales realizados por la economía ecológica. Algunos aspectos claves de la teoría fisiocrática fueron criticados por los economistas clásicos, como la identificación del producto neto directamente con flujos monetarios (mezcla de los enfoques físico y monetario), ya que al ser éste generado por la agricultura no se podía explicar la riqueza de los comerciantes.