Lunes, 13 de Abril de 2015
El escritor uruguayo Eduardo Galeano, autor de "Las venas abiertas de América Latina", un referente de la literatura comprometida con la izquierda, falleció este lunes a los 74 años en Montevideo.
Los presidentes de Brasil, Bolivia, Ecuador y El Salvador; personalidades de la cultura latinoamericana como la escritora mexicana Elena Poniatowska, así como la guerrilla colombiana de las FARC, lamentaron su deceso.
Eduardo Germán María Hughes Galeano murió el lunes por la mañana, informaron a la AFP fuentes del sanatorio en el que se encontraba internado en la capital uruguaya. El escritor padecía de cáncer pulmonar.
Su editorial en España, Siglo XXI Editores, también confirmó su fallecimiento.
"Eduardo Galeano nació en Montevideo el 3 de septiembre de 1940 y ha muerto en la misma ciudad el día 13 de abril de 2015", señaló la casa editorial con sede en Madrid.
"El tiempo comprendido entre ambas fechas se puede llenar con exilios, libros, nombres de amigos y de enemigos, numerosos premios, doctorados Honoris Causa, campañas de descrédito, en suma, la habitual construcción, a partir de un cúmulo de datos varios, del perfil con el que enciclopedias y estudios de todo tipo guardarán su figura para la posteridad", resumieron sus editores.
- Un escritor mundial -
Galeano fue referencia de la intelectualidad de izquierda latinoamericana de los años 1970, en buena medida gracias a "Las venas abiertas de América Latina", un título que fue traducido a más de 20 idiomas.
En 2009, durante una Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, el entonces presidente venezolano Hugo Chávez le regaló un ejemplar a Barack Obama, que estaba estrenando su investidura bajo la promesa de un "cambio".
Este episodio disparó las ventas del libro, sobre el que Galeano, en los últimos años, había sido muy autocrítico. "Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima", dijo a la prensa en Brasilia.
No obstante, algunos mandatarios latinoamericanos que se identifican con el pensamiento que expresó Galeano en ese texto hace más de 40 años no tardaron en reaccionar a su muerte.
La brasileña Dilma Rousseff escribió en un comunicado: "Hoy es un día triste para nosotros los latinoamericanos". La muerte de Galeano "es una gran pérdida para todos los que luchamos por una América Latina más inclusiva, justa y solidaria".
"El mundo perdió un maestro", dijo a la prensa el boliviano Evo Morales, quien elogió "sus textos orientados a evitar el saqueo de América Latina, en especial sus mensajes orientados para las nuevas generaciones a defender la soberanía de los pueblos".
"Hoy fallece un gran maestro de la... Patria Grande. (...) ¡Las venas de América Latina están abiertas por tu partida, querido Eduardo!”, dijo en Twitter el presidente ecuatoriano Rafael Correa.
La laureada escritora mexicana Elena Poniatowska dijo también en Twitter: "Galeano puso en nuestras manos una historia de América comprensible y estremecedora". Su opinión fue secundada por su colega argentino Osvaldo Bayer, para quien este libro es "la verdadera biblia latinoamericana, que va a quedar siempre", según dijo a la prensa local.
También la guerrilla de las FARC lamentó en sitio web la muerte del escritor: "Recibimos con enorme y sincero dolor la noticia de la muerte de Eduardo Galeano, revolucionario, escritor e intelectual de talla nuestramericana (sic) y universal"
- Las últimas críticas -
Ya mayor, sabiendo de la enfermedad que lo aquejaba, no dejó de escribir, pero sobre todo, no dejó de expresar aquello que sentía como un deber: la crítica social.
En una de sus últimas y más celebradas apariciones públicas, Galeano reclamó su "derecho al delirio" y lanzó un mensaje de deseo a la humanidad, a la que deja un legado de decenas de obras que abordan temas tan variados como la política, la historia o el fútbol.
"Qué tal si deliramos por un ratito (...) para adivinar otro mundo posible. El aire estaría limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; la gente no será manejada por el automóvil ni programada por el ordenador, ni comprada por el supermercado ni mirada por el televisor", dijo Galeano acompañado por un piano en estudio de televisión español.
El escritor, que estudió hasta primer año de Secundaria, afirmaba haber aprendido el arte de narrar en los viejos cafés de Montevideo. Inició su carrera periodística a los 14 años y, entre 1961 y 1964, fue editor de la prestigiosa revista Marcha, reducto de intelectuales latinoamericanos en el que también escribió Mario Benedetti.
Con la llegada de la dictadura en 1973 a Uruguay, Galeano --vinculado a corrientes marxistas-- se exilió en Argentina y luego en España. En 1985, con el retorno de la democracia, volvió definitivamente a su país.
Obtuvo el premio Casa de las Américas en dos ocasiones (1975 y 1978) y su trilogía "Memoria del Fuego" recibió en 1989 el American Book Award, distinción que otorga la Universidad de Washington.
A su obra se sumará pronto una compilación titulada "Mujeres" que se publicará en breve en España, según señala la editorial Siglo XXI en su página web.
Günter Grass, Nobel de literatura y conciencia moral de la Alemania de posguerra
Günter Grass, Premio Nobel de Literatura en 1999 fallecido este lunes a los 87 años, encarnó la conciencia moral de la izquierda en la Alemania de posguerra empañada sin embargo cuando reveló que había pertenecido a una unidad de élite de Hitler.
El escritor, fumador de pipa y de espeso bigote, estuvo afiliado durante mucho tiempo al Partido Socialdemócrata (SPD) y marcó la escena literaria e intelectual de la República Federal Alemana (RFA).
El autor de "El tambor de hojalata" (1959) se expresaba con un lenguaje exuberante y preciso a la vez y pintó en sus fábulas una "alegría con tintes negros", según la academia sueca, con una obra humanista, crítica con las ideologías y preocupada por la conciencia del ciudadano de a pie.
Después de la guerra, "mi temperamento jovial se tiñó de un escepticismo insuperable. Éste resultó en una resistencia, a menudo en un gusto por el ataque, hacia toda ideología que pretenda fijar medidas absolutas", explicó el que fuera poeta, dramaturgo y diseñador y que en 1999 recibió en España el Premio Príncipe de Asturias.
- El anticomunismo lo llevó a las SS -
Su reputación quedó empañada en 2006 por las confesiones tardías, en su autobiografía "Pelando la cebolla", sobre su adhesión en 1944 a las Waffen-SS. Muchos se preguntaron entonces el por qué de este largo silencio de un alemán sabio y arrepentido que denunció tan duramente las renuncias ideológicas de su generación, atrayendo el odio de los demás.
Su enrolamiento a los 17 años, relató, fue el de un joven procedente de un entorno modesto que había pasado por las juventudes hitlerianas y que quería luchar contra el comunismo.
Grass deseaba entrar en los submarinos y, a falta de reclutamiento, acabó por pertenecer brevemente a una unidad, donde vivió la desbandada provocada por la guerra. Cuando estaba detenido conoció la existencia del Holocausto.
Nació en 1927 en Dantzig, que luego se convirtió en Gdansk, en la actual Polonia, la ciudad del famoso "corredor" que dio lugar a la invasión de este país en 1939 por parte de los nazis.
Grass era hijo de una madre de origen cachubo (minoría eslava de Prusia) y de un humilde comerciante alemán.
Tras la caída del régimen de Hitler asistió al declive de la Alemania y después al milagro de la reconstrucción en una República Federal anticomunista y materialista.
Tras formarse para ser escultor, se trasladó a París en los años 1950 y decidió emprender una carrera de escritor. Se comprometió con la causa de los escritores antifascistas del "Grupo 47" y del socialdemócrata Willy Brandt.
- Víctimas, perdedores y mentiras -
En la Alemania próspera de los años 1960, marcada por las protestas estudiantiles y por el "terrorismo rojo", Günter Grass se consideró un activista político pero en un sentido reformista.
Defendió la objeción de conciencia contra los euromisiles en Alemania y en enero de 1993 abandonó de forma abrupta el Partido Socialdemócrata (SPD) al que se había afiliado en 1982 y al que criticó por haber adoptado posiciones demasiado conservadoras a su juicio.
Esto no le impidió comprometerse en 1998 a favor del canciller del SPD Gerhard Schröder.
Cuando publicó en 1995 "Es cuento largo", en el que criticó la reunificación alemana, el diario sensacionalista Bild afirmó que "Grass no ama a su país".
Sin las intervenciones incómodas de Grass, Alemania sería diferente, incluso si él acababa "a veces por ponernos de los nervios", comentó una vez un famoso crítico alemán.
"Vengo de un país donde hemos quemado libros", se justificó Grass.
Cuando lo premió con el Nobel, la academia de Estocolmo consideró que la obra de Grass llevó a cabo "una amplia revisión de la Historia recordando lo que había sido negado y olvidado: las víctimas, los perdedores y las mentiras que la gente quiere olvidar porque creyeron en ellas un día". Incluso cuando en "A paso de cangrejo" (2002) habló del tabú de los sufrimientos de los refugiados alemanes capturados por el ejército rojo en los territorios del este.