Los contrastes del primer año de Santos II | El Nuevo Siglo
Sábado, 8 de Agosto de 2015

UN año cumple mañana, 7 de agosto,  el gobierno del presidente Juan Manuel Santos luego de que ganara la reelección en 2014. Tratándose de dos mandatos, también puede decirse que lleva un lustro y que le faltan tres años.

Cuando Santos se posesionó de su primer mandato, tras una votación de 9 millones de sufragios, la más alta registrada en la historia del país, existía un ambiente de optimismo económico, pero igualmente se había producido una grave desinstitucionalización, fruto precisamente de los hechos que rodearon la incorporación de la reelección presidencial consecutiva en Colombia y los choques permanentes entre la rama ejecutiva y la judicial al más alto nivel posible.

Santos, de la misma manera, se presentó en las elecciones como el sucesor del presidente Álvaro Uribe Vélez, cuya consigna al dejar su doble mandato fue la de mantener y avanzar en la llamada Seguridad Democrática, la cohesión social y la confianza inversionista. Incluso, dijo, que se trataba de una gallina (Doña Rumbo) con esos tres “huevitos” a los que se debía cuidar. El mismo Santos lo llegó entonces a comparar con el Libertador Simón Bolívar, tanto en cuanto había liberado al país de las guerrillas.

Las primeras discrepancias con su mentor se dieron con el nombramiento del primer gabinete que, sobre la base de incluir a sus rivales en este, tal cual lo había hecho Abraham Lincoln en los Estados Unidos, llevó a las divergencias iniciales. Ellas se confirmaron cuando a poco de posesionado el presidente Santos se reunió con el primer mandatario de Venezuela, Hugo Chávez, enemigo acérrimo de Uribe, declarándole Santos, a su vez, de “nuevo mejor amigo”.

A partir de entonces cada cual, Santos y Uribe, empezaron a poner las primeras fichas para una confrontación política que los llevaría a ser, el uno  Jefe de Estado y Jefe de la Oposición.

En 2011, cuando el distanciamiento era muy incipiente y Uribe hasta ahora tomaba el twitter como arma política de combate, la economía colombiana creció en un 6,6%. Ahora, para 2015, el crecimiento económico se anuncia, por parte del Banco de la República en 2.8%. Ese es el tamaño de la diferencia en el desarrollo de la economía en el lapso en que ha gobernado Santos.

No obstante, el país en los años de su primer mandato pudo mantenerse como uno de los “milagros económicos” de la América Latina, con utilidades crecientes en las empresas de los diferentes sectores de la economía y un presupuesto nacional cada vez más en ascenso, hasta pasar los $200 billones, cifra nunca vista.

Todo ello respondió, en buena proporción, a las rentas procedentes del auge petrolero y minero, que le permitieron a Colombia llegar al millón de barriles diarios y venderlos, cada uno, en 100 dólares, mientras que al mismo tiempo escalaban los precios del oro, el níquel y el carbón. Esto, sin embargo, se vino a pique a finales de 2014 con la caída de las cotizaciones del crudo a la mitad, demostrándose, de algún modo que el país padecía una especie de “enfermedad holandesa”, dependiente exclusivamente de esos recursos.

 

 

Proceso de paz

Hacia el 2012 una noticia que se filtró a los medios develó que el gobierno Santos mantenía contactos secretos con las Farc para iniciar un proceso de paz. Ya no fue solamente el nombramiento de los miembros no uribistas en el gabinete o los acercamientos al régimen venezolano lo que determinó el distanciamiento entre Santos y Uribe, sino ese hecho que el expresidente consideró una “traición” a la Seguridad Democrática. Con ello, el gobierno no tuvo más que aceptar que los diálogos existían y los inició formalmente en octubre de ese año.

Tanto fue la división como que Uribe fundó un nuevo partido y determinó lanzarse al Congreso de la República con base en su liderazgo y al refrescamiento de nuevos protagonistas políticos. Al mismo tiempo, en vista de que tenía prohibido reelegirse, sacó candidato presidencial propio en la figura de su exministro de Hacienda, Oscar Iván Zuluaga. Con ello, y en el lapso, se tuvo al proceso de paz como epicentro de las contradicciones, hasta la campaña que Santos lideró por su reelección.

Muchos pensaron que Santos no se presentaría por cuanto había sufrido un tremendo bajonazo en las encuestas, fruto del paro agrario, minero y de transportes, hacia el final de su primer mandato, pero logró recomponerse y ganar en la segunda vuelta con el 50% de los votos, frente al 45% de Zuluaga.

De entonces a hoy mucha agua ha corrido bajo el puente. Mientras Uribe se afianzó de Jefe de la Oposición, en el Congreso, es más o menos un concepto generalizado que, los noveles senadores y representantes del Centro Democrático han servido para cambiar la faz del Parlamento, tradicionalmente sumergido en grandes escándalos. Si bien no obtuvieron las mayorías que presupuestaban, la oposición, inclusive benigna frente a los ministros, ha logrado que el expresidente Uribe se mantenga vigente con una favorabilidad promedio del 57%, mientras que la desfavorabilidad del presidente Santos comienza a mantenerse en cotas negativas y estables.

 

 

Pérdida de apoyos

¿Se debe la desfavorabilidad del presidente Santos exclusivamente a la oposición del último año?

La respuesta tendría que ser no. Aunque el expresidente Uribe algunas veces da pequeñas señales de acercamiento, la embestida política fundamentalmente se dirige contra el propio Presidente y sus capacidades gubernamentales y entonces habría que reconocer que mucha es la mella hecha en la imagen presidencial. Pero más allá de ello, Santos ha visto dividir su transcurso gubernamental  en dos. Una primera circunstancia de acuerdo con la cual, como se dijo, le tocó la destorcida económica, a raíz de la caída en los precios del petróleo. Uno, ciertamente, era el Santos con una economía creciendo por encima del 6 por ciento, y otro, un Santos con una desaceleración económica que ha llevado a un crecimiento inferior al 3 por ciento.

La otra circunstancia, más allá de la propia Oposición, consiste en que Santos vendió un proceso de paz para ser resuelto en cosa de meses y éste, efectivamente, se ha prolongado por años, y se extenderá y aplicará por otros años más, de acuerdo con lo que se vislumbra.

En principio algunos pudieron pensar que el proceso de paz se adelantaría sobre un modelo político. No obstante, de lo que se ha podido ver en el transcurso de este año, el proceso de paz está soportado en un modelo de justicia, en este caso llamado justicia transicional.  Quiere decir, de alguna manera que sigue, en términos generales, el mismo patrón usado por el entonces presidente Uribe en la desactivación de los paramilitares, con base en una ley que precisamente se llamó Justicia y Paz y que fue ajustada por la Corte Constitucional. Están por verse, por supuesto, sus características, pero en todo caso las actuales conversaciones con las Farc se fundamentan, por parte del Gobierno, en que deberá haber  cárcel  o alguna forma privativa de la libertad. Las encuestas señalan, por su parte, que entre el 70 y el 80 por ciento de los colombianos debe haber una cárcel efectiva.

El proceso del entonces presidente Uribe con los paramilitares inició con un cese al fuego unilateral, pero en la actualidad propone concentración inmediata de las tropas guerrilleras. Es lo que el presidente Santos tiene contemplado dentro de un cese al fuego bilateral. Cualquiera sea el desenlace del tema, con las Farc en actual tregua unilateral, pero sin concentración, el hecho es que la popularidad de Santos decreció considerablemente, no por Uribe, sino por la embestida violenta de las Farc cuando rompieron la suspensión de acciones ofensivas que habían ordenado.

 

 

Destorcida económica

El ajuste de la economía, de otra parte, ha sido más fuerte de lo presupuestado. En principio el gobierno creyó resolver el tema con una reforma tributaria que le ha granjeado, así mismo, índices desfavorables. La depreciación de la moneda colombiana está a la orden del día, desestabilizando la ruta económica de la inversión privada y, especialmente en lo referente a las importaciones, el comercio y el turismo. La baja en las exportaciones, que se pensó serían exclusivamente petroleras y mineras, también ha llegado a sectores agrícolas y de manufacturas. Inclusive las remesas del exterior han descendido y la tendencia inflacionaria ha desbordado los índices pronosticados al comienzo de 2015. Al mismo tiempo, la inversión pública para 2016 hubo de castigarse en más de 5 billones de pesos. Todavía queda la esperanza de que el desempleo se mantenga a la baja, pero es un hecho que las empresas empiezan a ajustar rubros como los seguros y las nóminas. Inclusive se ha comenzado a mostrar incrementos en la cartera morosa. En tanto, se espera que la construcción de infraestructura y carreteras actúe de fenómeno contracíclico.

Visto lo anterior la pregunta comienza a ser si las inversiones producto del petróleo, que iniciaron en su época, eran las válidas o se ha debido ahorrar para las contingencias del futuro.

En todo caso, con los réditos petroleros el país pudo sacar una proporción importante de colombianos de los índices de pobreza. Aunque los datos de desigualdad económica siguen siendo de los más altos del mundo,  en el último año el Gobierno ha puesto su mira en la educación para aliviar esta situación.  No obstante, la idea de entregar ingentes recursos para la creación de becas a los estudiantes más destacados deja de lado el hecho de que lo que se necesita es subir la media educativa a una calidad estándar.  El paro de maestros planteado a comienzos de este año al Gobierno, terminó saldándose por la vía de la conciliación frente a la confrontación que inicialmente se presentó, generando impacto negativo en la imagen gubernamental.

 

 

Otros frentes

De otra parte, los últimos resultados indican que la siembra de la hoja de coca y la exportación de cocaína ha subido vertiginosamente, en más de un 33% frente a las cifras de 2013. Mientras de un lado el Gobierno previó la aspersión con glifosato, de otro lado el país volvió a los puestos de avanzada en el desarrollo de esa economía ilícita.

Hace unos días, así mismo,  el Gobierno anunció una serie de medidas contra la minería criminal, que en el transcurrir de los últimos años se ha convertido en el negocio más rentable de la delincuencia en el país. De suyo, mientras un kilogramo de cocaína puede costar $4.5 millones, uno de oro puede valer $90 millones. Las medidas, sin embargo, han sido catalogadas por algunos de tardías, tanto en cuanto ya se habían tratado de implementar en el 2012 y fueron abandonadas a raíz del paro minero.

En otro frente, los homicidios vienen en franco descenso, hasta 26.5 por cada 100 mil habitantes. Aun así todas las encuestas con miras a las elecciones regionales y municipales demuestran que el más grave problema en los territorios del país es la seguridad ciudadana.

Varias son, pues, las connotaciones que ha tenido el gobierno del presidente Santos desde que se posesionó para su segundo mandato. Lo más relevante, en ese lapso, ha sido la provisión de la reelección presidencial. Por lo general sigue demostrándose, como ha sido tradicional en la historia colombiana, que los segundos mandatos nunca fueron buenos. Tiene Santos todavía tres años para salvarse de ello.