Logro de Colombia: que Unasur no sea lo temido | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Marzo de 2012

Hay tres formas de analizar la labor que Colombia, por intermedio de la ex canciller María Emma Mejía, ha cumplido al frente de la Unión de Naciones de Suramérica (Unasur).

Un primer enfoque se basa en lo que tenía que evitarse y, finalmente, se logró. Para nadie es un secreto que este grupo subcontinental nació y fue impulsado con un objetivo claro: hacerle contrapeso a la influencia de Estados Unidos en la Organización de Estados Americanos (OEA).

Ese sesgo no fue ocultado en ningún momento por los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez; Ecuador, Rafael Correa; Nicaragua, Daniel Ortega; Bolivia, Evo Morales; y de Cuba, Raúl Castro. Todos ellos hacen parte de la línea de países de izquierda o centro-izquierda en Latinoamérica, y en el objetivo de fortalecer la Unasur fueron acompañados por la casa política argentina de los Kirchner (a tal punto que el ex presidente Néstor Kirchner fue su primer secretario general) y otros gobiernos caribeños.

Desde el mismo momento en que la Unasur empezó a tomar forma, para Colombia, entonces bajo la presidente de Álvaro Uribe, era claro que el sesgo geopolítico que se le pensaba dar era un riesgo, pues Bogotá era de lejos el principal aliado de Washington en una región en donde predominaban gobiernos ‘antigringos’. La polarización estaba a la orden del día y la Casa Blanca había respaldado a nuestro país en crisis tan graves como el bombardeo contra Raúl Reyes en la franja fronteriza ecuatoriana y los permanentes rifirrafes con Venezuela por el tema Farc. 

Cambio de tercio

Con la salida de Uribe y la llegada de Juan Manuel Santos a la Casa de Nariño fue claro desde el primer minuto que una de las prioridades del nuevo gobierno no sólo era desactivar las tensiones con Quito y Caracas, sino tratar de influir en la Unasur para que su enfoque geopolítico no se afincara en la izquierda populista y contestataria a Estados Unidos. La estrategia, entonces, era maniobrar para que ese eje se moviera hacia el centro del espectro. Es decir, que el espíritu suramericanista no implicara, por sí y de por sí, ubicarse en la otra orilla de la Casa Blanca.

¿Se logró ese objetivo? Al cumplirse ayer un año de la entrada en vigor del Tratado Constitutivo de la Unasur y a escasos dos meses de que Mejía entregue el cargo (tras su posesión el 5 de mayo de 2011), se puede afirmar que sí se alcanzó esa meta.

Es claro que hoy la Unasur ya no es vista como un ejercicio integracionista de la izquierda latinoamericana con el objetivo de reducirle el área de influencia a EU, debilitar la OEA o quitarle aire geopolítico regional a gobiernos de centro-derecha como los de Colombia y Perú.

La Unasures hoy por hoy un ente ubicado en el centro del espectro geopolitico. La principal evidencia de ello fue, claramente, que un año atrás la distensión entre Bogotá y Caracas hubiera permitido que Colombia y Venezuela acordaran compartir el periodo de dos años que quedaba vacante en la Secretaría de la Unasur tras el fallecimiento de Kirchner. Mejía está a punto de terminar su año y la sucederá, por igual periodo, el ex canciller Alí Rodríguez.

Nuevo mapa

Para evaluar cómo le ha ido a Colombia al frente de la Unasur es necesario también abordar un segundo enfoque: los cambios en la balanza geopolítica, la cual es hoy más equilibrada que la registrada en 2010, cuando la polarización primaba.

Colombia, por ejemplo, sigue en la centro-derecha pero cambió la estrategia diplomática confrontacional de la era Uribe por una que, bajo Santos, privilegia la distensión y el respeto por la diferencia política regional. Brasil, más consciente de su papel de potencia continental, ha sabido mantener su poderosa influencia diplomática centrista, sin que se notara gran cambio en este aspecto pese al relevo de Lula por la también izquierdista Dilma Rousseff. Chile, por su parte, retornó a la centro-derecha moderada con Sebastián Piñera y en Perú, pese a los temores iniciales,  se está confirmando la misma línea tras la llegada de Ollanta Humala en reemplazo de Alan García.

Esa panorama ha permitido mejor equilibrio geopolítico frente al fortalecimiento del “socialismo del siglo XXI” en Venezuela, Ecuador y Bolivia. Igual, cuando se pensaba que presidentes como Fernando Lugo (Paraguay) o de José Mujica (Uruguay) iban a unirse a ese club de izquierda populista, al final han desarrollado una agenda más centrista. Incluso, pese a la empatía entre Caracas y Buenos Aires, la reelección de Cristina Kirchner en Argentina no pudo ser ‘cobrada’ por el eje chavista como un triunfo de su tendencia geopolítica.

Lo que no pasó

Un tercer enfoque para confirmar el balance positivo de Colombia en la Unasur se basa en determinar lo que hace dos años se pensaba que podría pasar con este bloque subcontinental pero que hoy se considera muy improbable.

Cuando nació la Unasur se temía que terminara siendo el ente que -como infructuosamente Caracas lo intentó en determinado momento- diera escenario a la causa de las Farc en su búsqueda de estatus de beligerancia y reconocimiento internacional. Algo así hoy es simplemente imposible por el equilibrio geopolítico de Suramérica. Ni siquiera en el tema de facilitación de paz o humanización del conflicto ha dado paso alguno.

Tampoco pudo la Unasur desplazar a la OEA como principal ente continental. Para Colombia esto es básico. Es más, el nacimiento de la llamada Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) -nuevo ente subcontinental que excluye a Estados Unidos y Canadá- es entendido por no pocos analistas como una evidencia de que la izquierda en este hemisferio no pudo sesgar a la Unasur como se pensaba dos años atrás.

Igual se temía hace dos años que las voces en la Unasur a favor de crear una especie de ‘ejército regional’ pudiera terminar llevando al subcontinente a ‘aventuras’ militares peligrosas a nivel interno o incluso en otras latitudes. Hoy ese riesgo está neutralizado y la diplomacia continúa como principal eje de acción. Aún así hay voces de izquierda que hablan de analizar el nuevo pico de tensión entre Argentina e Inglaterra por el caso de Las Malvinas.

Ahora, no todo ha sido positivo para Colombia. Por ejemplo, el eterno debate para que los países de la región califiquen de terroristas a las Farc continúa en el limbo, como otras peticiones de nuestro país sobre la exigibilidad de cero connivencia con grupos ilegales que amenacen la estabilidad de gobiernos legítimamente constituidos.

Como se ve, el mayor éxito de Colombia hasta ahora en la Unasur es que todo lo que se temía hace dos años que podría llegar a ser este ente subcontinental, finalmente no se concretó. Y eso, geopolíticamente hablando, es de suprema importancia.

¿Y el relevo?

Obviamente, todo lo logrado hasta el momento estará a prueba una vez se lleve a cabo el relevo en la Unasur en mayo próximo y entre como Secretario General uno de los dirigentes más connotados del chavismo venezolano.

Algunos analistas consideran que el margen de acción de Rodríguez para tratar de ‘redirigir’ la hoja de ruta de la Unasur no es muy amplio, no tanto porque no quiera, sino porque hay una balanza geopolítica en los doce gobiernos que lo impediría.

Además, y aquí el elemento más importante, en el periodo de Mejía se avanzó sustancialmente en la institucionalización de la Unasur. Hoy todos los países ya ratificaron el tratado constitutivo. Igual están funcionando los órganos decisorios: Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno, Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores y el Consejo de Delegadas y Delegados. La propia Secretaría General ya se consolidó en su sede en Quito y los ocho consejos de nivel ministerial (Salud, Defensa, Energía, Economía y Finanzas, Desarrollo Social, Infraestructura y Planeamiento, Drogas, y,  Educación, Cultura, Ciencia, Tecnología e Innovación) tienen agendas, proyectos y cronogramas propios. Incluso se creó otro: el Electoral. También arrancó ya el Centro de Estudio Estratégicos de Defensa (CEED), se avanza en el Instituto Suramericano de Gobierno en Salud así como en el de arbitraje.

Esa fortaleza institucional y estructural de la Unasur ya no permite que decisiones políticas coyunturales, personales o incluso de algunos gobiernos ‘tuerza’ una hoja de ruta ya fijada, que se ubica en el centro geopolítico radical. Y allí Colombia tiene mucho que cobrar.