Las verdades de Clarín | El Nuevo Siglo
Martes, 25 de Septiembre de 2012

*El populismo intransigente

*La libertad de expresión conculcada

Mientras  en Colombia se discute en el Congreso la ley antimonopolios, en otros países de la región, los  gobiernos insisten en acallar a la prensa y a los medios de comunicación, al tiempo que constituyen con los dineros públicos y artimañas judiciales gigantescos emporios de medios de comunicación. La libre expresión es solo para los gobiernos populistas, los que piensen lo contrario en esos países donde han llegado al poder están perdidos. Se emplean toda clase de artimañas para reducirlos a simples voceros oficiales. Se impide  a todo trance la crítica, como creen tener la verdad revelada, todo aquel que disienta, que piense distinto se convierte en un ser peligroso, al que se le combate con furia desde las altas y bajas esferas del poder. 

Nada de elementos que puedan poner en duda la verdad de los asertos oficiales, nada de cuestionar sus políticas, que por serlo son las mejores. La voz de los gobernantes es como la voz de Dios, no se equivoca, siempre tiene la razón. Y para corroborarlo están los miles de servidores oficiales, de contratistas, de quienes viven de los subsidios oficiales, de las barras bravas sostenidas por el oficialismo, que cometen sus crímenes en la impunidad. Se trata de un aparato poderoso que se vale de la democracia para amaestrar a las masas  y dominar políticamente.

Lo que nunca consiguieron los partidos democráticos lo logran los políticos populistas, uniformar la opinión, sin que el rebaño proteste. La masa se deja seducir por el imperio de la propaganda oficial. Las peores y más inconducentes propuestas gubernamentales ganan el apoyo de la población, puesto que  se sacraliza la opinión oficial.  Y los medios de comunicación privados son desconceptuados, desacreditados y acusados sus propietarios de ser enemigos del pueblo. Respetables medios de comunicación sufren implacables campañas de descrédito, se les acusa de estar al servicio de intereses antinacionales, cuando en realidad defienden a los productores agrícolas y la empresa privada. Se vuelve delito social apoyar la libre empresa, mientras el gobierno intenta controlar la industria papelera particular. En vano la gente se pregunta qué es lo que ha cambiado para que los diarios y los medios libres y particulares se conviertan en blanco predilecto de los gobiernos populistas de la región. En vano se revisa la información de Clarín y se encuentra que es cuidadosa, que los informes son de la mayor seriedad y están respaldados por cifras oficiales.  Lo que ocurre es que las noticias de Clarín contrastan con los informes que maquilla el oficialismo. Lo cual indica que la discrepancia está en la interpretación de las cifras. El populismo juega con las cifras, las maneja a su antojo y un pobre de solemnidad puede ser tenido por uno que sale de improviso de la pobreza mediante una simple manipulación estadística.

Los gobiernos populistas del siglo XXI en Hispanoamérica van más lejos en lo del manejo de las estadísticas, en algunos casos en medio del despilfarro de los dineros públicos, ni siquiera hacen obras estatales de importancia como lo practicaban las antiguas dictaduras. El método actual es más sencillo y cínico, se mandan pintar fachadas, se remodelan parques, bibliotecas y se reinauguran a nombre del gobierno de turno. Es la demagogia llevada hasta los extremos más burdos, pero da resultado. Las nuevas generaciones carecen de memoria para la geografía urbana, incluso se confunden cuando revisan las placas en los edificios e instituciones oficiales, puesto que por el atolondrado esfuerzo al colocarlas olvidan retirar las anteriores, así es que  aparecen edificios del siglo pasado, de arquitectura de otros tiempos como si fuesen del siglo XXI. La prensa oficial en manos de burócratas sin escrúpulos pierde la vergüenza y falsifica la realidad. Es la manera de influir en la gente de la calle, lo que importa es que las estadísticas digan que tal obra se hizo durante el gobierno. Lo mismo se repite con las propuestas oficiales, con el mayor descaro se copian al calco las iniciativas de otros. La falsificación de las tesis e ideas es una de las peores mañas del populismo, el cinismo ocupa papel preponderante. Apenas un pequeño sector de la población y del país político sabe la verdad y está al tanto de la formidable manipulación. Es por eso que, cuando el grupo Clarín en uso de su indeclinable misión de informar muestra las cifras verdaderas, saca fotos de las obras viejas que se pretenden reinaugurar como nuevas, desde la Casa Rosada le llueven las criticas, condenas, adjetivos y lo peor, se le tilda de mentiroso y se amenaza con liquidarlo.