¿Por qué la colectividad más votada terminó dando un paso al costado en la sucesión de la Casa de Nariño? Una crisis que se veía venir y una apuesta muy complicada.
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La sucesión del presidente Juan Manuel Santos se va a definir en una contienda entre coaliciones multipartidistas. Eso está más que claro. Como también el hecho de que para iniciar la configuración de estas, en medio de un competido escenario en donde hay casi una veintena de precandidatos y candidatos, es necesario que algunas colectividades y aspirantes comiencen a declinar su intención de mantenerse en la carrera.
Y eso, precisamente, fue lo que pasó esta semana, cuando el partido de La U, que es el de “gobierno” por ser el del Jefe de Estado, así como la colectividad que más congresistas tiene, y es mayoritaria también a nivel de gobernaciones y alcaldías, no sólo se quedó sin precandidatos presidenciales sino que, además, se declaró abierta a analizar distintas posibilidades para concretar una alianza de cara a la contienda por la Casa de Nariño el año próximo.
Es claro que la decisión de La U no fue producto de un análisis de estrategia, sino obligada por las circunstancias de una colectividad que ya venía desde hace varios meses atravesando una crisis en varios flancos. En primer lugar, el partido arrastra todo el desgaste político de haber respaldado cien por ciento al Gobierno en su accidentado proceso de paz, el mismo que hoy tiene al país polarizado, tal como se evidenció en octubre pasado, con la cerrada votación del plebiscito refrendatorio, en donde el No ganó cerradamente.
También es evidente que a cualquier “partido de gobierno” le resulta difícil plantear una campaña política y electoral cuando el Presidente, “su” Presidente, ostenta un record en materia de desfavorabilidad y la calificación de su gestión es igualmente crítica por cuenta no sólo de la división de criterios sobre el acuerdo de paz, sino a raíz de la crisis económica, un agitado clima social y los picos de corrupción que, como en el caso de los sobornos de Odebrecht, pusieron en la mira a dos de sus senadores más votados, Musa Besaile y ‘Ñoño’ Elías.
A todo lo anterior hay que sumar no sólo que Santos nunca tomó la precaución de fortalecer liderazgos y proyectar sucesores suyos dentro de La U, sino que parece más interesado en apoyar a un candidato de otro partido, en este caso el liberal Humberto de la Calle (exjefe negociador con las Farc), o su propio exvicepresidente Germán Vargas Lleras, de Cambio Radical.
La mezcla de todo lo anterior es lo que llevó a que el “partido de gobierno” terminara proyectando dos precandidatos como el senador Roy Barreras y el exministro y embajador Juan Carlos Pinzón. En las encuestas de este año, ninguno de ellos marcó bien, apareciendo siempre en el sótano de los sondeos.
Todo ello explica por qué cuando Pinzón dejó la embajada en Estados Unidos unas pocas semanas atrás, sus primeras declaraciones revivieron el tono crítico al proceso de paz y a las Farc. El mismo que (con anuencia entonces de Santos como una forma de presionar celeridad a la guerrilla) mostró cuando era titular de Defensa.
Para no pocos analistas a Pinzón, ya por fuera del gobierno y en plan de precandidato, le tocaba alzar la voz si quería tener algún chance político, pues electoralmente no le convenía para nada salir a defender a capa y espada un acuerdo de paz al que, se sabe, le tiene muchas reservas y siendo evidente que no es una buena bandera electoral, dada la polarización nacional al respecto.
Sin embargo, la actitud crítica de Pinzón de inmediato lo puso en contravía de Santos, que lo recriminó tácitamente con términos destemplados. Desde entonces, se veía que la posibilidad del exministro de lanzarse a nombre de La U era muy complicada. En ese orden de ideas, su carta del miércoles en la noche renunciando a La U y anunciando que recogería firmas para sustentar su aspiración no sorprendió a muchos.
Igual pasó, un día después, cuando tras la reunión de las bancadas de Senado y Cámara con Santos, Barreras salió a anunciar que declinaba su precandidatura y ahora sería la cabeza de la lista al Senado. Una movida también esperada, ya que su aspiración nunca caló entre la opinión pública, (como lo prueban las encuestas), tampoco entre sus compañeros de bancada y, según se dice, menos aún en el presidente Santos, quien, al final, fue determinante para convencerlo de que diera un paso al costado.
¿Y ahora?
La nueva prioridad del “partido de gobierno” es mantener las mayorías en Senado y Cámara, bajo la tesis de que si ganan en los comicios parlamentarios de marzo, La U marcaría el ritmo de la campaña presidencial de allí en adelante, al punto de poder inclinar la balanza para un lado y otro.
Las opciones de coalición van desde irse con De la Calle o respaldar a Vargas Lleras, todo con tal de frenar al uribismo
Se trata de una meta muy complicada no solo porque no tendrán candidato fuerte que jalone las listas y es posible que pierdan dos votaciones fuertes como las de Besaile y ‘Ñono’, sino porque hay muchos parlamentarios de ese partido que insisten en que se incluya dentro del proyecto de reforma política y electoral que hace curso en la Congreso un artículo que permita el transfuguismo político. El Gobierno se opone a esta posibilidad, porque sabe que si abre este boquete, la mitad de la bancada podría emigrar para el liberalismo, Cambio Radical y hasta el propio uribismo, con el coletazo respectivo en la campaña presidencial y la construcción de las respectivas coaliciones de centro-derecha, centro-izquierda e independiente.
La U confía en que en el cumplimiento de su prioridad será determinante la labor del hoy ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, quien renunciará en menos de un mes y saldrá a dirigir la colectividad, pues quedó evidenciado que al dejarle la cúpula a los congresistas el partido se debilitó política y estratégicamente, sobre todo porque muchas de las gestiones giraron en torno a los temas de representación burocrática. La dimisión de Iragorri se venía analizando desde comienzo de año e incluso era segura un mes atrás, pero la aparición del brote de aftosa frustró esos planes.
¿Para dónde?
Es claro que al dar un paso al costado, La U se configura como la primera pieza que se mueve en el complicado ajedrez de las coaliciones. Por ello, las hipótesis sobre con qué partidos se aliará son varias.
La primera hipótesis apunta a que Santos quiere que su partido respalde a la coalición en que podrían estar De la Calle, Clara López y otros sectores que quieren abanderar la defensa del acuerdo de paz. La ‘cuota’ de sacrificio llegaría hasta a ceder la posibilidad de ser fórmula vicepresidencial.
Otra versión sostiene que el Presidente, en vista de que De la Calle está muy bajo en las encuestas, autorizaría a La U para que respaldara a Vargas Lleras, como única movida política real para evitar que el uribismo, solo o en alianza con otras fuerzas de centro-derecha, pueda llegar a la Casa de Nariño.
Y, tercera hipótesis, se dice que el Jefe de Estado, en realidad, ha venido perdiendo control sobre la bancada, no tanto en la acción legislativa, pero sí en materia de estrategia electoral, razón por la cual no se descarta que La U pueda empezar a atomizarse más rápido de lo que se prevé.
Como se ve, la maniobra de esta semana de La U no sólo es forzada sino a todas luces muy riesgosa. Habrá que esperar a las urnas para determinar cómo le sale la apuesta.
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