La paz se hace para transformar y estar mucho mejor que antes y para asegurar que ese ‘antes’ nunca se repita jamás. Así pues, poco duradera y estable es una paz si se vive igual o peor que antes
Por Jairo Morales Nieto
Hay una pregunta que siempre inquieta las mentes de los expertos que nos ocupamos de los temas de paz y desarrollo: ¿Al final de todo, qué se busca con la terminación de un conflicto armado? La respuesta convencional es obvia y simple: una paz duradera y estable.
Es buena respuesta, cierto, pero no es enteramente convincente pues podemos conquistar la paz sin que se eliminen o reduzcan las causas que originaron el conflicto y sin que cambien sustancialmente las condiciones de vida y bienestar de la población.
Esa infeliz circunstancia de una paz a medias se puede constatar fácilmente si miramos en retrospectiva muchos procesos frustrados de postconflicto en el mundo, donde el logro de la paz no ha significado un bienestar humano remarcable.
¿Qué ha ocurrido? Pues que la gente se cansa de las guerras y al final prefiere ‘vivir en paz’ aun así sea renunciando a derechos esenciales y a mejores condiciones de bienestar con tal de que no hayan más viudas y huérfanos y más destrucción del capital físico e institucional.
Este, desde luego, no es el escenario que esperamos vivirlo en Colombia. No hay que hacer la paz por mero cansancio. Hay que hacer la paz por la firme convicción de que la paz es el vehículo más genuino y valorable para alcanzar estados superiores de bienestar, desarrollo y seguridad humana que beneficien a todo el conjunto de la sociedad colombiana de hoy y de las futuras generaciones.
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¿Qué queremos decir exactamente con este preámbulo? Que la paz no sólo significa la ausencia de enfrentamientos armados. La paz es por encima de todo un proceso de cambio y transformación social para vivir mejor hoy y en el futuro.
Ahora bien ¿En qué estriba el cambio y la transformación social? Este tópico podemos desdoblarlo en dos planos de análisis. Un primer plano concierne al cambio y la transformación social originada como resultado de la aplicación de un conjunto de reformas y políticas económicas y sociales necesarias para eliminar o reducir drásticamente los factores estructurales que causaron el conflicto y otros que con el tiempo se han añadido.
El otro plano de análisis tiene que ver con la innovación conceptual y metodológica para la implementación de dichas reformas y políticas pues la transición hacia la paz exige alta dosis de creatividad e innovación. Muchos enfoques y métodos convencionales de hacer las cosas en circunstancias normales deben revisarse o reemplazarse pues a la hora de la verdad no prestan mucha utilidad para impulsar los cambios deseados y esperados en una coyuntura de paz y reconciliación.
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Este tema de la innovación conceptual y metodológica es el propósito de este ensayo. No abordaremos aquí el tema de las reformas y políticas de paz pues éste ya ha sido tratado por el autor en otros ensayos publicados por este diario.
Para comenzar, queremos introducir y darle la bienvenida aquí al concepto moderno de ‘hermenéutica’ que -en palabras muy breves- es el arte de entender, analizar y explicar para transformar.
El pensamiento hermenéutico moderno (Gadamer) y, digamos también, postmoderno (Ortiz-Osés) nos dice que no basta con entender, analizar y explicar la naturaleza de los problemas, por lúcidas que sean las diagnosis y las argumentaciones, si no logramos una solución y una transformación de la realidad actuante alrededor de las causas originarias de los problemas. En otras, palabras, la paz se hace para transformar y estar mucho mejor que antes y para asegurar que ese ‘antes’ nunca se repita jamás. Así pues, poco duradera y estable es una paz si se vive igual o peor que antes.
La sostenibilidad de la paz en el largo plazo depende del balance que haga la sociedad de los beneficios y costos del antes, del ahora y del después.
Si estamos de acuerdo con este planteamiento general, el problema a esclarecer ahora es: ¿Cómo hacer del pensamiento hermenéutico un hecho práctico y adaptable a una situación postconflicto? De nuestra praxis y experimentación social, hemos aprendido que una de las claves, prima facie, está en la formulación y adopción de claros principios de acción para la transformación y, en la identificación de herramientas y mecanismos dúctiles para le realización de dichos principios en la práctica.
Veamos más de cerca esta temática que es uno de los aspectos más apasionantes del diseño, implementación y evaluación de estrategias postconflicto como procesos de transformación social.
Principios y herramientas
De una lista más o menos copiosa de principios hemos seleccionado cuatro que nos parecen muy pertinentes para el caso colombiano. Hablemos a continuación de estos principios y de la respectiva ‘caja de herramientas’ que los soporta.
Principio 1: Dueños de procesos, no beneficiarios
En el lenguaje hermenéutico moderno se habla de beneficiarios en el caso de individuos y grupos socialmente necesitados de la acción subsidiaria del Estado y la caridad. En el caso de los individuos y/o poblaciones pobres que no entran en esta categoría, es decir, aquellos que estarían en la capacidad de hacer de las inversiones o gastos del estado una operación socialmente rentable, la denominación cambia por el concepto de dueños de procesos. La transición de beneficiarios a dueños requiere desde luego de cambios en la teoría y práctica social al considerar a los pobres como activos sociales y no como cargas a fondo perdido. Para ello habrá que promover conspicuas reformas que posibiliten la capitalización de los pobres con potencial a través del acceso a medios de producción (trabajo, tierra, capital y tecnología) y mercados y, también habrá que promover la creación de instituciones que posibiliten que esas reformas se lleven a cabo y que expandan las capacidades de los pobres con potencial para que dejen de ser pobres. Algunos ejemplos de herramientas para la realización de este principio giran alrededor, por ejemplo, de la promoción del sector solidario de la economía (cooperativas y empresas comunitarias) y otras formas derivadas de cooperación económica (Pymes y fondos micro-financieros). A escalas más agregadas de cooperación económica, hablamos de la creación, por ejemplo, de agencias de desarrollo económico local que usualmente integran en un mismo cuerpo de gestión y administración a organizaciones económicas del sector privado, gobierno y sociedad civil y, también, a la cooperación internacional.
Detrás de estos mecanismos de adueñamiento y empoderamiento social está la idea de la autogestión del desarrollo por parte de las poblaciones y territorios de paz y, por derivación, el abandono de las prácticas paternalistas que inhiben la potenciación y el desarrollo humano autónomo.
Principio 2: Participación ciudadana directa con derecho de elección pública
En el lenguaje hermenéutico moderno, la participación ciudadana se define como la capacidad de los individuos para acceder de manera directa al proceso público de toma de decisiones y para realizar sus intereses y expresar libremente sus preferencias en temas que afectan su desarrollo y bienestar. El concepto hermenéutico de participación ciudadana va más allá de la concepción burocrática de reunir y organizar a los pobres para reducir los costos de las inversiones públicas y elevar la rentabilidad de las mismas a cuenta de un trabajo no remunerado. También va más allá de la praxis de la democracia parlamentaria representativa, que usualmente opera a escalas muy agregadas y muy distantes de los intereses inmediatos de los ciudadanos comunes y corrientes.
La idea hermenéutica de la participación ciudadana busca maximizar la praxis de la democrática directa (siguiendo a Habermas) sin excesiva intermediación política y burocrática. Es decir, se busca facilitar una relación y comunicación franca, transparente y directa entre las autoridades de gobierno local y los ciudadanos en la búsqueda de consensos y acuerdos sobre muchos aspectos de la vida cotidiana y otros más fundamentales. Este enfoque de la democracia directa resulta enteramente viable a escalas comarcales y municipales toda vez que los costos de negociación usualmente no son muy altos a estos niveles.
Las herramientas para la realización de este principio de la democracia directa, usualmente tienen que ver con la conformación de los comités municipales y comarcales de paz y desarrollo referidos en ensayos previos; también con la promoción y estímulo de otras iniciativas ciudadanas y redes sociales que se ocupan de tópicos específicos asociados, por ejemplo, con los derechos humanos, medio ambiente, equidad de género, diversidad cultural, desplazados y desmovilizados. Es ideal que todas estas iniciativas ciudadanas tengan su lugar y voz al interior de los mecanismos de gestión de la paz y desarrollo, de modo que nadie se sienta excluido en el ejercicio de sus derechos de participación y decisión.
Principio 3: Igualación de capacidades y oportunidades
En la igualdad entre capacidades y oportunidades se encuentra una de las claves del desarrollo humano (siguiendo a Amartya Sen). Las capacidades se asocian al concepto de demanda de bienestar por parte de las poblaciones; las oportunidades representan la oferta de bienestar por parte del resto de la sociedad. Algunas veces existen capacidades y no oportunidades. En otras hay oportunidades pero no capacidades. Al igualar ambos lados de la ecuación, aparece un vector, una tercera fuerza que tiene una enorme incidencia en el progreso y bienestar humano y en la reducción de la desigualdad y del potencial de conflicto de una población.
En el manejo de procesos postconflicto, la igualación entre capacidades y oportunidades usualmente se realiza a partir de la conjunción de dos vectores esenciales del desarrollo humano. Por un lado, la formación de capital humano en su acepción más amplia (educación, conocimiento e innovación); y, por otro, la disponibilidad de capital físico e institucional para asegurar la potenciación del capital humano. Ambos conceptos van siempre de la mano.
Las principales herramientas y mecanismos que se ofrecen para operar la ecuación son: (a) planes consensuados de desarrollo para la paz explícitamente orientados a reducir desigualdades entre capacidades y oportunidades; (b) un sistema de inversiones públicas para la paz que expanda la formación de capital humano y la disponibilidad de capital físico e institucional; y, (c) un sistema de monitoreo y evaluación de resultados a ser verificados periódicamente tanto por autoridades como por los propias ciudadanos a través de sus organizaciones de representación.
Principio 4: Conexión sistémica entre la totalidad y la especificidad
El arte de la transformación hermenéutica se expresa en la habilidad de combinar el entendimiento de la complejidad social con el entendimiento de la especificidad individual y viceversa. Un pensamiento hermenéutico adquiere su mayor potencial de transformación cuando establece una relación sistémica de causalidad entre el todo y las partes y, cuando ofrece respuestas centradas en lo especifico y tangible.
La aplicación de este principio sistémico es central en el manejo de sociedades postconflicto que por definición presentan múltiples fracturas y desligamientos sociales, territoriales e institucionales, como ya lo analizamos en un anterior ensayo dedicado a la dimensión local de la paz. Sólo un enfoque sistémico puede ayudarnos a reconstruir las averías locales como partes de un cuerpo social global.
Las herramientas y mecanismos para la realización de este principio cubren muchos campos de la vida moderna. De especial interés en este ensayo son, por ejemplo: (a) los planes de ordenamiento territorial y ambiental que integran territorios con sus epicentros mediante sistemas eficientes de comunicación y transporte local y nacional ; (b) los sistemas de organización social que integran a los individuos con los gobiernos locales y los servicios institucionales del estado;
(c) los sistemas de organización económica y empresarial tipo clúster que articulan unidades productoras con los proveedores de bienes y servicios que participan en la misma cadena de valor; (d) los sistemas de comercio y mercado que integran a los territorios de paz con la economía nacional y el resto del mundo.
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Como podemos concluir, el pensamiento hermenéutico es un buen punto de entrada para entender una realidad y transformarla. Hemos querido introducir este concepto no solo con la idea de facilitar nuestra exposición, sino también para mostrar las oportunidades que ofrece una coyuntura de transición para introducir cambios. No creo que haya algún campo de las ciencias naturales y sociales que esté ajeno a hacer su contribución al éxito del proceso de paz y reconciliación. En otras palabras, ha llegado el turno para que la academia realice su máxima contribución en la búsqueda de un mejor entendimiento de los problemas y las soluciones.
* Doctor en Economía. Experto Internacional en Paz y Desarrollo. Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Julio 2013. jairo@inafcon.com