La grave crisis cafetera. La caficultura, que fue producto de exportación, fuente de divisas y de financiación del presupuesto nacional, ahora es un producto más de exportación, cuya contribución no alcanza para pagar la nómina de la Federación, ni los gastos de las oficinas de promoción creadas cuando el café era el oro verde. A nadie le importa la quiebra del sector que ayer dio su vida. Bancos cerrados. A los cafeteros no les prestan los bancos; por esta razón, si se quiebran, los bancos no se afectan, y el país sin alma de las corporaciones y bancos puede seguir funcionando sin que les importe la suerte de unos campesinos quejosos, mendigos y quebrados, aunque siempre han sido solidarios para construir el país que hoy tenemos. Ley de quiebras. Para el campo en crisis generalizada, no hay ley de quiebras como sí la hubo para los constructores y la banca, en el año 1999, con medidas de excepción y destinación de recursos con la creación del tres por mil, porque si la banca se quebraba, se acababa el país. Hoy no importa si se mueren de hambre 600.000 familias productoras y dos millones de empleos se pierden, así se vayan de “raspachines” de coca, como cultivo sustituto. Sin camino. Sin representación, porque su gremio se politizó y se convirtió en comisión de aplausos de las medidas gubernamentales; sin líderes, ni dolientes, algunos cafeteros convocan marchas que la gran prensa ahoga en sus rotativas, cámaras y micrófonos, en una política del tapen los problemas para que siga llegando la publicidad oficial. Paro Nacional. El paro nacional cafetero está convocado para el 25 de febrero. Esperemos que sea aprovechado para crear el foro de discusión que requiere la caficultura, reuniendo a las mejores inteligencias del país y despertando el apoyo gubernamental. A los cafeteros quebrados el 2013 les trajo revaluación acentuada, precio deprimido, y una sequía que no da tregua; para enfrentar estos males le piden al Corazón de Jesús con rogativa para que cese el verano y los Santos les ayuden. Cafés solitarios. Hoy no hay cosecha, y ya no se escucha la voz esperanzada del campesino: “Este año fue malo, pero el que viene será el desquite”. Los puntos de reunión están vacíos: en Manizales, Pensilvania, en Viterbo, en Neira, en Pitalito, en Garzón; en Fredonia, Jardín y Bolívar. Todos están sin clientela. Suerte de 600.000 familias El Gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, Genaro Muñoz, dice que apuesta su barba para tratar de reparar su ya averiada imagen en el vaticinio de cifras de producción de café, como si la barba de un dirigente fuera consuelo para la ruina de 600.000 productores; ni siquiera su cabeza, como lo propone el dirigente conservador Omar Yepes Alzate es suficiente para enmendar el daño que le ha infligido a la caficultura nacional. Muñoz miente sin sonrojarse cuando le declara a la prensa bogotana que tiene el respaldo de 550.000 cafeteros. A otro perro con ese hueso, señor gerente.