- EU, Norcorea y la tensión nuclear
- Un diálogo con muchas reservas
La humanidad parece acostumbrarse a vivir en permanente zozobra por cuenta de las pruebas nucleares que con dramática frecuencia ordena el imprevisible gobernante de Corea del Norte, Kim Jong-Un, quien ha ensayado una serie de mísiles intercontinentales que, dice, podrían hacer blanco en Estados Unidos y otros países de Occidente. Pruebas que, además, amenazan de continuo a Japón y Corea del Sur, y que obligan a estos a realizar con las fuerzas norteamericanas y europeas sucesivos ejercicios militares conjuntos en los mares asiáticos.
Al comienzo del mandato de Donald Trump se pensó que frente a las crecientes provocaciones del dictador de Pyongyang, Washington haría lo mismo que varios de los antecesores en la Casa Blanca, como Bill Clinton y Barack Obama. Es decir, no hacerle caso a las amenazas, aumentar las sanciones por el programa nuclear y pronosticar la eventual caída del régimen por cuenta de la hambruna y brutal represión que sufre el pueblo norcoreano. Pero ni el bloqueo económico como tampoco el aislamiento internacional han conseguido ese cometido. Por el contrario, la amenaza ahora es mayor porque años atrás Pyongyang no contaba con los misiles intercontinentales ni tampoco se autoproclamaba como “potencia nuclear”, convirtiendo a Kim Jong-Un en uno de los gobernantes más peligrosos del planeta. Es todo un dolor de cabeza para Trump y Occidente, que intentan por todos los medios persuadir a China y sus aliados de cortar todo nexo con Corea del Norte y ayudar a neutralizar al dictador y su amenaza bélica a gran escala.
Como ese bloque mundial no se ha podido concretar, el líder norcoreano se muestra cada vez más desafiante en la medida en que progresa su programa armamentista. El intercambio de amenazas con Trump ha sobrepasado todos los límites, a tan punto que en la última semana cada uno habló de su respectivo “botón nuclear” y cuál era más grande y potente.
En el entretanto Washington, categórico en torno a que el régimen de Pyongyang es un peligro para la paz mundial, ha redoblado todos los mecanismos políticos y diplomáticos para frenar a Kim Jong-Un. Desde la ONU se promueven más sanciones económicas contra el país asiático pero sin conseguir frenar sus ímpetus belicistas y, por el contrario, teniendo como respuesta pruebas de misiles cada vez más preocupantes.
Sin embargo es claro que mientras el Consejo de Seguridad de la ONU no adopte una postura unificada contra Norcorea, los esfuerzos serán en vano. En varias oportunidades China y Rusia se han valido de su poder de veto para frenar o flexibilizar otras sanciones contra ese régimen. Esas dos potencias insisten en el diálogo geopolítico y advierten que no están de acuerdo con llevar al extremo las sanciones económicas a Pyongyang, como un bloqueo financiero total, bajo la tesis de que sería tan terrible el efecto económico que podría llevar a la máxima desesperación a Kim Jong-Un, incluso al extremo de desatar una guerra a gran escala.
Para algunos analistas internacionales es posible que ahora el régimen, solo para ganar tiempo y desconcertar a las potencias, esté apostando por un nuevo ciclo de diálogos con Corea del Sur. Sin duda alguna la posible participación de deportistas norcoreanos en los Juegos Olímpicos de Invierno, a realizarse en Corea del Sur, baja la tensión entre ambos países pero no así las amenazas a las potencias occidentales, con Estados Unidos a la cabeza.
De allí la cautela con que se está analizando el hecho político internacional de comienzos de año, que no es otro que el anunciado diálogo de las dos Coreas el martes próximo, reanudando así contactos diplomáticos y apuntando a una eventual flexibilización del paso fronterizo. Lo cierto es que este diálogo llega en momentos en que Trump insiste en aumentar la presión sobre Kim Jong-Un. Incluso se especula que Washington no se opone a estas conversaciones simplemente como estrategia para saber en qué está pensando ahora el líder del peligroso régimen.
Como se ve, la comunidad internacional desconfía intensamente de Pyongyang y sabe que así como hoy se muestra dispuesta al diálogo, mañana seguirá con las pruebas nucleares y la ostentación desafiante de su poderío bélico. El régimen comunista, tan cerrado como opresor de su población, no va a dar su brazo a torcer tan fácilmente. De allí que el presidente Trump y sus principales asesores se muestren tan escépticos frente a las intenciones del dictador y continúen sopesando si hay que abocar nuevas y más duras represalias contra Corea del Norte. Es claro que Estados Unidos está en la tesis de que no permitirá que prospere la geopolítica del miedo.
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