¿Cómo comunicar la nueva ética de paz?
Antes de abordar este tema quiero hacer una breve recapitulación de la discusión sostenida en los dos artículos previos sobre “Ética y pedagogía de paz” toda vez que se trata de una trilogía de escritos que comparten la misma unidad argumentativa.
En el primer artículo ¿Por qué ética? publicado el 6 de junio, la discusión giraba en torno a la enorme importancia de la moral filosófica o ética como portal de primerísima clase para dejar atrás la cultura de la violencia y para comenzar la conceptualización del marco ético-normativo de la sociedad postconflicto.
En el segundo artículo ¿Cuál ética?, publicado el 3 de julio pasado, hacía un honesto reconocimiento de no tener respuesta propia a esta pregunta pero puntualizaba que sabía dónde y cómo encontrarla. La tesis que sostenía entonces y lo hago ahora también, es que los colombianos tenemos una ética de paz heredada de nuestros antepasados y, en consecuencia, lo que tenemos que hacer en la era postconflicto es redescubrir los valores que fueron destronados y adormecidos por la cultura de la violencia imperante y poner ese sistema de valores al servicio de la paz. En este sentido, hablar de ‘nueva’ ética es solo un recurso narrativo.
El desarrollo de esta tesis dio origen a una propuesta concreta para redescubrir nuestros valores de paz. Se trata de la realización de una gran encuesta nacional que nos ayude, por un lado, a identificar el mundo axiológico (valores) que la sociedad colombiana desea tener en reemplazo de la cultura de la violencia imperante; y, por otro, a definir el marco ético-normativo de la estrategia postconflicto como eje de la transición hacia la paz y desarrollo. Los detalles principales de la gran encuesta nacional de valores fueron expuestos en el segundo artículo.
Ahora, en este tercer artículo, es buen momento para preguntarse: ¿Cómo comunicar y socializar los resultados de la gran encuesta nacional de valores de manera que sirvan para alcanzar los objetivos enunciados? Este es el tema central de este último escrito de la trilogía sobre ética y pedagogía de paz que pongo a consideración de mis lectores.
El reto comunicacional de la divulgación de la nueva ética de paz lo enfrento desde tres ángulos de enfoque: (i) como intercambio de información de los resultados de la gran encuesta con un público masivo a escala nacional y local; (ii) como teoría o pedagogía de la enseñanza de valores de paz dirigida a audiencias en proceso de aprendizaje congregadas en escuelas, colegios, universidades y centros de formación técnica; y, (iii) como cátedra de paz o teoría de la normatividad pública dirigida a interlocutores que tienen roles y funciones en la administración de la esfera pública. Veamos a continuación con mayor detalle de qué tratan estos procedimientos o momentos comunicacionales.
Comunicación como intercambio de información sobre valores de paz
Los resultados de la gran encuesta nacional de valores deben ser analizados y organizados cuidadosamente para su divulgación masiva, buscando que lleguen a los individuos, hogares, vecindarios y lugares de trabajo a todo lo largo y ancho del país.
Para asegurar una alta cobertura y penetración de la información es necesario realizar una cuidadosa diferenciación en la entrega de resultados por regiones, áreas urbanas y rurales y por categorías socio-demográficas. El modelo de mapas culturales creado por Inglehart-Welzel para la Encuesta Mundial de Valores (World Value Survey) -mencionado en el anterior ensayo- ofrece una excelente referencia para representar visualmente los resultados de la encuesta nacional de valores y para observar las variaciones regionales según las diversas categorías de análisis que se proponen.
La idea que guía el intercambio de información con amplias audiencias nacionales y locales es contribuir a la formación de una sociedad reflexiva y pensante en torno al sistema de valores de paz que los colombianos quisiéramos profesar y cultivar en la era postconflicto. La entrega de información debe hacerse a través de medios impresos (prensa escrita), audio-visuales (radio y televisión), digitales (Internet) y, fundamentalmente, mediante el empleo de modalidades presenciales (foros, paneles, conversatorios, conferencias) que permitan hacer una interacción dinámica en tiempo real con las audiencias locales y nacionales.
Ya nos podemos imaginar acerca del importantísimo rol que la comunidad académica (docentes e investigadores) de todo el país está llamada a jugar en la producción, análisis y socialización de la información arrojada por la gran encuesta nacional de valores. Los resultados de la encuesta ofrecen un gran menú de temas a ser estudiados, analizados y divulgados por académicos e investigadores de todas las disciplinas de las ciencias sociales y naturales para que desde sus diversos ángulos de enfoque contribuyan en el diseño de la sociedad postconflicto.
Obviamente, la comunidad académica debe contar con adecuados apoyos institucionales y financieros para realizar su función analítica y divulgativa sin mayores sobresaltos. Pienso que estos dos requisitos se pueden satisfacer fácilmente a la luz de dos circunstancias muy importantes. Una primera circunstancia es el apoyo institucional que proviene de la Ley 1732, Decreto 1038, la cual establece la Cátedra de Paz en todas las instituciones educativas del país. La segunda circunstancia es el apoyo financiero que puede provenir del Fondo Fiduciario para la Paz, creado por el Gobierno para el postconflicto con fuentes de recursos nacionales e internacionales.
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Comunicación como pedagogía de paz
Los resultados de la gran encuesta de valores de paz deben llegar a todas las audiencias en proceso de aprendizaje congregadas en las escuelas primarias, secundarias, terciarias y otros centros de formación técnica y vocacional.
El objetivo de la pedagogía de paz como proceso de aprendizaje es doble. Por un lado, hay que mantener viva la memoria del pasado para no repetir la historia de la tragedia de la guerra, nunca jamás. Por otro lado, hay que reemplazar la cultura de la violencia por un nuevo sistema de signos, símbolos y lenguajes (o nueva semiología de paz) que orienten las visiones y guíen las conductas y comportamientos de los ciudadanos de hoy y del futuro.
El tema de la memoria ha sido magistralmente abordado por el Centro de Memoria Histórica de Colombia en su informe ¡Basta ya! (2014). Su divulgación ocurre a través del Proyecto de Caja de Herramientas conocido como: “Un viaje por la memoria histórica. Aprender la paz y desaprender la guerra”. Es una guía pedagógica dirigida a docentes y escolares para “la construcción de la paz y desnaturalización de la guerra”, según lo conciben los autores de la misma.
El tema del reemplazo de la cultura de la violencia por una nueva semiología de paz tiene su punto de inflexión en el redescubrimiento de los valores y virtudes de nuestra sociedad a través de la gran encuesta nacional de valores que debe arrojar resultados para la visualización de un futuro pacífico y feliz para todos.
Así, memoria histórica (el pasado) y ética prospectiva (el futuro) son dos conceptos que siempre deben tratarse juntos, pues son el envés y el revés de la misma moneda, o como bien sentenciaba el inolvidable escritor inglés Lewis Carroll “es pobre aquella memoria que solo trabaja para atrás” (traducción propia).
La comunicación de los resultados de la encuesta como pedagogía de paz debe adquirir necesariamente una forma curricular a ser enriquecida con las propias experiencias, vivencias y realidades de docentes y alumnos, de modo que cada centro educativo pueda derivar sus propios códigos de conductas y comportamiento para contribuir a la paz dentro y fuera de las aulas de clase. Mucho de esto me hace recordar las enseñanzas de Paulo Freire, el magnífico pedagogo de Recife, Brasil, cuando sentenciaba que “todo proceso educativo debe partir de la realidad que rodea cada individuo”. Claro que las experiencias internacionales no sobran y son importantes conocerlas, pero no hay mejor pedagogía que la que se aprende de los propios errores para no repetirlos.
Comunicación como cátedra de paz
La cátedra de paz la defino aquí en este escrito como la teoría y praxis de la normatividad ciudadana para la paz que establece las acciones que una sociedad considera buenas y apropiadas para regular la conducta y el comportamiento ciudadano y orientar la sinergia social hacia el bienestar y desarrollo de la población en general.
La encuesta nacional de valores nos provee de información excepcional sobre lo que todos los colombianos quisiéramos ver reflejado en las normas y políticas que son buenas para nuestra convivencia en paz y el bienestar social. Por ello, las principales audiencias de la cátedra de paz deben ser el gobierno y las élites de poder político y económico que tienen la responsabilidad de la administración sana y transparente de la esfera pública y de la sociedad de mercado.
La adopción y diseminación de la nueva ética normativa de paz puede hacerse por diversos medios y canales. A mi juicio, el medio más indicado sería la propia estrategia postconflicto que el Gobierno tendría que concebir y diseñar para llevar a la práctica los acuerdos de paz firmados en La Habana, Cuba.
En mi libro: ¿Qué es el postconflicto? he realizado una exposición bastante detallada de las características que a mi juicio debe poseer la estrategia postconflicto en Colombia como proceso de transformación axiológica, semiótica y social integral. Se trata de un conjunto de intervenciones públicas orientadas a producir grandes cambios en el ordenamiento, funcionamiento y comportamiento de la sociedad, economía y estado para atacar de raíz los factores histórico-estructurales que dieron origen al conflicto armado y otros fenómenos que con el tiempo se han asociados a la violencia secular de los pasados sesenta años.
Haciendo una conexión del enfoque del libro con el planteamiento de que la estrategia postconflicto debe ser en esencia la cátedra de paz para Colombia, pienso que un buen punto de partida para hacer esto posible, es la realización de un ‘contrato social’ en todos los territorios y municipios de paz en el país. El contrato social se forma a partir de un consenso fundamental por la paz expresado en cinco acuerdos éticos básicos:
- expresión explícita de la voluntad política de todos los macro-actores locales (poderes públicos, poderes económicos y sociedad civil) por la reconciliación y la paz;
- renuncia explícita a todos los métodos o formas violentas para imponer objetivos e ideologías cualquiera sea su naturaleza y justificación;
- aceptación y adopción de métodos democráticos de convivencia y solución de conflictos y plena observancia de las leyes del estado social de derecho que nos rigen;
- responsabilidad por el bienestar de las poblaciones más marginadas, vulneradas y vulnerables para que se integren a la sociedad con uso pleno de sus derechos y responsabilidades;
- Quinto, compromiso individual y colectivo en cuanto a la atención, prevención y protección de todos los niños, niñas y adolescentes residentes en el municipio, haciendo mínimos los riesgos de desarrollo, por ejemplo, por la acción de las bandas criminales.
El consenso fundamental y sus acuerdos son la máxima expresión de la ética aplicada que debe contener cualquier estrategia de paz como política pública. De esta forma se crean las garantías éticas fundamentales para hacer sostenible y duradero el proceso de paz.
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Con este escrito doy por finalizada la serie de tres artículos sobre ‘Ética y pedagogía de paz’ que he querido escribir para rendir tributo a las negociaciones de paz que ya están dando frutos concretos a la luz de la firma del “Acuerdo para el Cese al Fuego y de Hostilidades, Bilateral y Definitivo” realizada el 22 de junio de 2016 en La Habana, Cuba, que junto con el acuerdo final que se aproxima los percibo como los mayores actos éticos de los colombianos en los inicios del siglo XXI.
* Doctor en Economía. Experto Internacional en Paz y Desarrollo. Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Julio 2016. jairo@inafcon.com.
**Jairo Morales Nieto ¿Qué es el postconflicto? Ediciones B. Segunda Edición. Bogotá, marzo 2016.