El coronel (r) y catedrático Carlos Alfonso Velásquez publicó un libro en donde revela una mirada política y estratégica a la confrontación con las Farc durante las tres últimas décadas. Aquí una aproximación a su análisis.
Se trata de un ensayo que desde la perspectiva estratégica analiza los principales intercambios político-violentos que se dieron entre los Gobiernos y las Farc antes, durante y después de los tres intentos de negociación política del conflicto: La Uribe (1982-1986), Caracas y Tlaxcala (1991-92), y el Caguán (1998-2002). Incluye la observación de dicho tipo de intercambios durante el primer año del gobierno Santos.
A través de las páginas del libro, escrito en un lenguaje claro y fluido al alcance de personas con una cultura media, el autor hace aportes clave para que el lector arribe a respuestas a interrogantes cómo:
¿Cuáles han sido los principales aciertos y errores estratégicos de los Gobiernos y las Farc durante las tres últimas décadas?
¿Cuáles han sido las principales fortalezas y debilidades estratégicas del Estado colombiano para afrontar el conflicto?
¿Las de las Farc?
¿Los fracasos de los intentos de negociación política han sido responsabilidad principal de las guerrillas o de los Gobiernos? ¿Hasta que punto de ambos?
¿Por qué desde una mirada político-estratégica no se ha terminado el conflicto?
Uno de los aspectos destacables del estudio es que en él confluyen treinta años de experiencia, como oficial del Ejército hasta alcanzar el grado de coronel, con diez años de actividad académica civil del autor, quien en la actualidad forma parte de la planta profesoral de la Universidad de la Sabana.
Valores agregados
En apartes del prólogo -escrito por el especialista en temas de Seguridad Nacional Francisco Leal Buitrago- se aprecian otros “valores agregados” de la publicación disponible en las principales librerías del país:
“En este libro sobresale la originalidad de la investigación desarrollada en el sentido de que pese a tratar un tema que ha sido trajinado durante los últimos tres o cuatro lustros, lo hace desde una perspectiva ampliamente dinámica desde varios puntos de vista, que tienen la virtud de ser complementarios.
En primer lugar, utiliza la historia como fuente de validación metodológica, ya que esta ciencia social y disciplina académica sirve para constatar los análisis derivados de los acontecimientos sociales. Este uso de la historia como fuente de validación es el fundamento de la dinámica múltiple que posee este trabajo y que constituye su principal cualidad.
En segundo lugar, acude a mirar el problema tratado desde la perspectiva del Estado, en este caso centrado en el transcurrir político de los gobiernos que enmarcan la temporalidad establecida en razón del tema seleccionado, que va desde la presidencia de Julio César Turbay (1978-1982), hasta la actual de Juan Manuel Santos, considerada en el Epílogo.
En tercer lugar, le agrega a la perspectiva política un factor poco usual en estos trabajos, que cuando se asume se hace generalmente con visiones superficiales o sesgadas, producto del desconocimiento en materias militares. La experiencia de varias décadas de ejercicio militar profesional del autor hace invaluable su contribución, en especial porque lo hace sin el sentido apologético que caracteriza los escritos de militares en servicio activo y en retiro.
En cuarto lugar, el trabajo mira también -y de manera simultánea- el problema de estudio desde el ángulo de la insurgencia, en particular de la guerrilla de las Farc, a lo largo de los cambios que ha tenido esta agrupación, en medio de las diversas respuestas del Estado a tales cambios y de la inserción de esta guerrilla en la sociedad. La mirada simultánea de estos dos frentes que interactúan de manera antagónica añade al contexto del estudio elementos que alimentan la dinámica y la riqueza del análisis.
En quinto lugar, un factor adicional del análisis es la estrategia, que bien tratado es escaso en las investigaciones académicas sobre las confrontaciones armadas, más aún si éstas se adscriben a la guerra irregular. La importancia de la estrategia radica en su necesario entronque con lo político, en el sentido de que son las relaciones de poder en el Estado las que definen qué curso toman las políticas gubernamentales frente al conflicto armado, como de manera teórica y práctica lo hace el autor.
… Al tener en cuenta esta búsqueda de la paz, el libro es una enseñanza valiosa para todos aquellos que de alguna manera estén interesados en alcanzar este objetivo en el país. Sin embargo, este interés por una paz duradera tiene diversas facetas, incluidas algunas que de manera contradictoria no sólo no han contribuido a ella sino que han servido para estimular el conflicto. El libro muestra tales facetas que, dada su repetición, explican en buena parte lo esquiva que ha sido la terminación de la confrontación armada…”.
Carlos Alfonso Velásquez- columnista de EL NUEVO SIGLO- introduce la obra con precisiones conceptuales como la caracterización del conflicto armado y la explicación de los diferentes niveles de la estrategia, después de lo cual viene el contenido distribuido en cuatro capítulos que enmarcan los diferentes estadios que, en la mirada del autor, ha tenido la evolución del conflicto con las Farc a partir de finales de los setentas. El primero, De la represión al reconocimiento político de las guerrillas, analiza lo acontecido antes (Gobierno Turbay) y durante el proceso de “diálogos” emprendido por el Gobierno encabezado por Belisario Betancur. El segundo, Esfuerzos de pacificación oscurecidos, estudia la dinámica del conflicto durante los Gobiernos Barco y Gaviria hasta llegar a las negociaciones de Caracas y Tlaxcala. El tercero, La cota máxima en la trayectoria de las Farc, analiza el auge alcanzado por esta guerrilla durante el Gobierno de Ernesto Samper incluyendo el preámbulo de las negociaciones del Caguán. El cuarto, El declive de las Farc y el estancamiento del conflicto, estudia la cuesta abajo de dicha organización subversiva ocurrida a partir de dichas negociaciones (Gobierno Pastrana) a las que siguió la implementación de la Política de Seguridad Democrática (Gobierno Uribe) hasta llegar a la situación actual que, como su título indica, es considerada como de estancamiento.
Al final se plantean unas conclusiones generales y, debido a la fecha de publicación, se adicionó un epílogo en el que, entre otras, se concluye en la situación de la balanza estratégica al término del primer año del Gobierno liderado por Juan Manuel Santos.
Conclusiones
A continuación algunos apartes de las conclusiones generales:
… En el análisis afloraron aciertos y errores de parte y parte, que han tenido su rol en la dinámica del conflicto, los primeros para disminuirla, los segundos para incrementarla. Los errores gubernamentales no han sido, claro está, la principal ni mucho menos la única causa para que el conflicto se haya prolongado tanto tiempo, pero sí han sido relevantes. Los aciertos de las Farc han girado alrededor de la explotación de las equivocaciones gubernamentales; sus errores se han derivado principalmente de su radicalización y encapsulamiento ideológico.
Los diferentes gobiernos, desde el de Turbay hasta los de Uribe, han concebido sus estrategias (o Políticas) buscando poner fin al conflicto armado con las Farc y con otras guerrillas activas en el respectivo período. Una de ellas, el Plan Nacional de Rehabilitación (PNR), implementado en dos administraciones, se enfocó en mejorar la legitimidad del Estado mediante la inversión social en las regiones más deprimidas, con ingredientes de mejoramiento institucional. Dos de esas políticas, el Estatuto de Seguridad y la Estrategia Nacional contra la Violencia (ENV), se orientaron también a mejorar la legitimidad estatal pero esta vez apuntando prioritariamente a los niveles de seguridad y a la acción de la justicia penal. Las otras dos, el Plan Colombia y la Política de Seguridad Democrática (PSD), vieron el incremento de la legitimidad del Estado privilegiando lo militar-policivo y la lucha antinarcóticos, colocando en una instancia complementaria lo social desde un enfoque más asistencial que de mejora institucional.
De la concepción de dichas políticas cabe resaltar algunos vacíos relevantes. En primer lugar, cuando han coincidido en el lapso de ejecución, la articulación entre dichas políticas y los procesos de paz no ha sido suficientemente lograda y en los dos últimos casos esa articulación ha sido más de discurso que de realidad. Por este vacío, y a modo de ejemplos, ninguna de las estrategias ha incluido el mejoramiento de la legitimidad de la democracia, en especial lo atinente al acceso al poder político bajo unas reglas de juego claras y justas; tampoco han considerado la problemática de la redistribución de tierras que bien se sabe ha sido uno de los focos más conflictivos. Por otra parte, solo la Estrategia Nacional contra la Violencia ha sido comprehensiva al considerar líneas de acción para todos los componentes del poder estatal debidamente priorizadas y coordinadas. No obstante, todas han sido más estrategias de gobiernos que de Estado, aunque mal que bien y en unas más que otras, se han tratado de enmendar las falencias de su antecesora.
Otra consecuencia problemática ha sido la de que ninguna de las puestas en marcha de las distintas políticas ha logrado acercarse satisfactoriamente a la meta clave: crear las condiciones político-estratégicas adecuadas (o mínimas) para emprender un proceso de negociación con las Farc con suficientes probabilidades de alcanzar el final deseado para el Estado colombiano.
También ha habido errores como el de que en distintos momentos y circunstancias políticas, se ha evidenciado incoherencia entre lo político y lo militar. No se ha tenido en cuenta que en todo conflicto bélico -más si es interno- lo militar debe interactuar con lo político, valorando las implicaciones políticas, directas o indirectas, inscritas en la oportunidad, en los métodos empleados y en los resultados de las operaciones militares. De allí se ha derivado la tendencia a considerar que lo militar principalmente se debe dedicar a las operaciones ofensivas contra el enemigo, sin darle mayor importancia a la oportunidad política de los momentos en que se ejecutan. Se ha olvidado así que hay otros tipos de operaciones militares que se pueden realizar buscando que sus mensajes y consecuencias no vayan en contravía de los propósitos políticos del momento, más si estos son los de ambientar la terminación del conflicto. Durante los períodos del Gobierno Uribe parecería haberse superado el bache descrito por cuanto el Presidente casi que asumió directamente la conducción militar, pero esto, más que por pensamiento estratégico, se dio porque el manejo político del conflicto fue prácticamente subsumido por lo militar, limitando el primero a buscar el desprestigio de las Farc.
La influencia del contexto y de la comunidad internacional ha sido limitada. Cuando se les ha pedido, países amigos han ayudado a preparar las negociaciones y luego se ofrecen para garantizar el cumplimiento de los términos acordados pero no han podido (ni pueden) reemplazar las partes en el conflicto que son las decisivas. Claro está, lo expresado no quiere decir que seguirá siendo así, hoy en día, la influencia internacional se podría hacer sentir más en el campo de lo jurídico. La cada vez mayor incidencia de los EE.UU. en las políticas de seguridad y en otros campos, ha ayudado más en lo táctico que en lo político-estratégico, que es lo decisivo.
Por último, hay que decir que en diferentes momentos y medidas Colombia ha oscilado entre “voluntarismos de paz” y “voluntarismos de guerra” en la búsqueda de la terminación del conflicto armado con las Farc. Esto nos lleva a afirmar que una de las principales necesidades del país es la de aprovechar toda la experiencia acumulada para concebir una estrategia con ingredientes tanto pacificantes como pacificadores con una perspectiva más de Estado que de Gobierno. En su implementación esos ingredientes se dosificarían de acuerdo a las cambiantes situaciones que se vayan presentando en la dinámica del conflicto, para de esta manera maniobrar política y militarmente con la meta de conformar un contexto político-estratégico que facilite la terminación de uno de los conflictos armados más longevos del mundo actual.