Desde hace un par de años, en Bogotá, la comida gourmet salió del restaurante a la calle. La tendencia de los restaurantes rodantes llegó a la capital para diversificar la oferta gastronómica de la ciudad. Ya se ha vuelto habitual encontrar furgones de comida brindando menús gourmet en las esquinas del norte de Bogotá.
El concepto del “food truck” nace en los Estados Unidos con la intención de ofrecer comidas callejeras como hamburguesas, tacos, perros calientes y demás, de una manera rápida y simple. Se puede decir que los expendios de comida callejera llevan ya buen tiempo existiendo en Bogotá, pues allá donde hay obras en construcción también hay puestos de comida dispuestos a atender el apetito de los trabajadores. No obstante, la nueva modalidad de comida callejera en Bogotá, que data del año 2013, propone menús mucho más elaborados, ciertamente gourmet, a un precio justo y razonable.
Estos tráileres culinarios están equipados con todo lo necesario para funcionar tal como una cocina de restaurante. Sus interiores están hechos a base de ciertos materiales necesarios para cumplir con las normas de seguridad e higiene alimenticia, y cuentan con fuentes de energía propia para el funcionamiento de las planchas, estufas y refrigeradores.
La pregunta es: ¿por qué tienen acogida en Bogotá? En primer lugar, los furgones de comida agilizan sustancialmente los tiempos de almuerzo, cosa que le viene de maravilla a los afanes cotidianos de las grandes capitales. Estos restaurantes móviles son, por definición, comida rápida, y los clientes caprichosos de comida gourmet, que va desde un perro caliente con salchicha alemana hasta sushis y cocina mediterránea exprés, no están condenados a largos tiempos de espera. Si es el caso, también pueden ordenar para llevar.
En segundo lugar, el precio promedio de la carta se reduce considerablemente a comparación de los restaurantes de alta cocina. El bajo costo de funcionamiento de estos furgones de comida, que no implican gastos de arrendamiento exorbitantes ni amplias nóminas de empleados, permiten precios más amables con el cliente. La inversión requerida para el montaje de un “food truck” oscila entre los 60 millones de pesos, prácticamente la tercera parte de los gastos de un restaurante de alta cocina.
En tercer lugar, estos restaurantes se benefician de su naturaleza nómada, pues pueden ir allá donde estén las multitudes bogotanas. Lo normal es toparse con algún furgón de comida en cada feria, concierto o festival, dado que tienen la facilidad de variar su sitio de funcionamiento y atender clientes en eventos de diversa índole.
Ahora se están tomando los parqueaderos del norte de Bogotá
Puesto que la modalidad de comida callejera gourmet es relativamente nueva, las regulaciones distritales aún no se adecúan con éxito a esta tendencia. La razón está en que los restaurantes rodantes no son un local propiamente dicho, luego su rodamiento implica una invasión al espacio público. De hecho, las autoridades promueven que los furgones de comida se asienten en un lugar concreto y se comporten como un restaurante inmóvil, y así poder ejercer sobre ellos los respectivos controles de sanidad.
Así las cosas, los furgones suscritos a la Asociación de Food Trucks de Bogotá convinieron arrendar conjuntamente varios parqueaderos del norte de la ciudad para mantener vigentes sus propuestas. El primero y más concurrido en la actualidad es el Food Truck Park, situado en plena zona rosa de la capital. El adobado aroma propagándose a la redonda hace del lugar una visita irresistible. Los tacos, burritos, hamburguesas y arroces al wok abundan en el patio, donde La Francachella y sus creppes y waffles en distintas preparaciones son la propuesta más llamativa.
“Nuestra idea es complacer a un público con distintas necesidades, ofreciéndoles comida gourmet al aire libre y con música”, comenta el jovial cocinero del furgón Yuzu, especializado en cocina oriental. Efectivamente la música del lugar ofrece un ambiente festivo para todo el que busque una excusa para disfrutar de una cerveza o un coctel a la lumbre de los bombillos colgantes que adornan el patio.
Con el Food Truck Park de la zona rosa se desencadenó la moda actual de los furgones de comida invadiendo parqueaderos en Bogotá. La plaza de comidas La 97, ubicada justo sobre la autopista norte, es otra de las propuestas de cocina callejera gourmet. En el lugar conviven los furgones con los también surgentes contenedores de comida, donde predominan los perros calientes y la comida tex-mex.
Entre las zonas de restaurantes rodantes también está un pequeño patio en la calle 126 entre 9ª y 7ª, lugar donde el tráiler de Sushi City levanta los ánimos con unos sushis servidos en forma de burrito mexicano a base de chorizo, tocineta y otros ingredientes inéditos.
Pero el patio con la oferta más atractiva tal vez sea el Food Park de Usaquén, ubicado en plena carrera 7ª. El sitio ofrece helados de paila en un puesto con el mismo nombre; mazorca en distintas preparaciones en el furgón de Las Barbas de Choclo; y patacones acompañados con varias recetas del mundo, como feijoada brasileña y risotto italiano, en Patacón City.
El auge de la comida callejera gourmet en la capital es una realidad. Propuestas novedosas y atrevidas, con un servicio ágil y unos precios razonables, llegaron para quedarse. Cada furgón de comida de la ciudad tiene detrás a un joven cocinero inflando el pecho, con la convicción de que más temprano que tarde terminará tomándose las calles de Bogotá.