Un conservador librepensador. Consciente de que los homenajes se deben ofrecer en vida, hermano, como lo recomendaba el escritor español J. M. Pemán, la bella dama huilense Ximena Ospina Duque le ha cedido gentilmente a La Barca esta semblanza del periodista Hernando Giraldo Álvarez, quien se encuentra delicado de salud, en Bogotá. El artículo sirvió de prólogo a un libro que recoge las memorias de este librepensador caldense.
Esencia familiar. Uno de los re-encuentros con Hernando fue una de las situaciones más maravillosas que me han pasado en la vida. Es recuperar en parte nuestra esencia familiar y cultural.
Hernando (de formación greco-latina con todo lo que esto implica) es un humanista completo que aprovechó su educación religiosa y luego jurídica para escribir directamente y sin ambigüedades, diciendo verdades a diestra y siniestra, convirtiéndose en el periodista más temido por su talento y versatilidad.
Polifacético. Es un hombre privilegiado que ha vivido libre de pensamiento, obra y omisión. No reconoce a nadie a quien le deba temor reverencial ni aun en sus épocas de seminarista, más bien allí fue en donde sin pensarlo afianzo su gran personalidad, no solo dándoles lecciones de latín a todos sus compañeros sino más bien por ser tan Jaramillo que según él es un enfermedad y por el Peláez que es el que le dio la inteligencia. Demasiado Álvarez del Pino para ese ambiente. Hernando tenía que sentir la libertad y así lo hizo.
Confesión. Lo más valeroso fue empezar consigo mismo en su más querido articulo: “Yo, pecador, me confieso”. Se trata de un escrito autobiográfico fascinante, que permite al lector profundizar sobre alguien que buscó en el cinismo, el humor, la franqueza y hasta la humildad contarnos su vida como preámbulo a toda su obra.
Su obra es sociológicamente de una persona que tiene la sensibilidad y el suficiente amor por Colombia para protestar ante sus pares que con sus privilegios y conocimientos debieron hacer y no hicieron.
Escribió sobre política, historia, educación, economía, arte, agricultura, etc, demostrando toda su prodigalidad.
Personaje influyente durante más de 35 años que acogido en El Espectador, pudo dar rienda suelta a todas sus “columnas libres”.
Genealogista consumado de lo propio y ajeno, supongo que menos benévolo consigo mismo, hace del tema toda una caja de Pandora que abre a punta de carcajadas y buen humor, entre otros adjetivos.
Anecdotario. Conversador brillante y espontáneo, nos contaba entre sus anécdotas cuando trabajaba en La República, al lado de Silvio Villegas, su director, que mientras recibían las llamadas respetuosas de mi abuelo Mariano Ospina Pérez para pedirles que moderaran los editoriales al tiempo recibían las de mi abuela, Doña Bertha, para que “cuidadito le quitaban una coma a sus famosos Tábanos”.
Y concluyó así su homenaje Ximena Ospina para el columnista nacido en Neira, Caldas: Agradezco su infinita generosidad por haberme permitido prologar su obra que será “suficiente ilustración” de lo que es y representa este gran hombre de las letras.