LA BARCA DE CALDERÓN | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Octubre de 2013

Por William Calderón

 

Réquiem

Mientras Antonio José Caballero, el inolvidable “Terciopelo”, se dedica a cuadrar caja con el de arriba, sus amigos continuamos en la Tierra acopiando los episodios que giraron  alrededor de la existencia de este arquetipo de la reportería radial que cerró su micrófono el martes, en la Clínica del Country.

Como no se han puesto de acuerdo acerca de la edad que tenía, nosotros preferimos señalar que estaba recién llegado al sexto piso y que jamás claudicó como cazador de chivas, ni como  solterón jamás vencido.

 

Homenaje

Así escribió su amigo y colega Óscar Domínguez, columnista de El Tiempo y El Colombiano:

Antonio José Caballero, el reportero estrella que vino de Santander de Quilichao, Cauca, tomó su grabadora que era su sexto sentido, su genio siempre disparejo,  su gran capacidad de trabajo, su pinta de playboy caucano, su soltería y nos dio con su ausencia. Paró el reloj a los 68 abriles. Un  cáncer que se pasó de vivo lo puso a marcar eternidad.

Sólo le faltó dar la noticia de su muerte. De resto las dio todas, desde cuando su descubridor, Orlando Cadavid Correa, entonces director de RCN, (en agosto de 1978) le dio la alternativa radial como corresponsal en España.

 

Primeros éxitos

El azar le deparó la muerte del Papa Paulo VI que cubrió con todos los juguetes, a pesar de que apenas se iniciaba en la reportería, la joya de la corona del periodismo.

Luego contó detalles de la muerte del sucesor, Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa, quien apenas tuvo tiempo de sonreír y calentar la silla: duró 33 días como sucesor de Pedro. Murió de sospechoso infarto. Lo remplazó Juan Pablo II quien trota hacia los altares.

Como cortó oreja, rabo y pata en su calidad de corresponsal en el Primer Mundo, Antonio José fue llamado a RCN Bogotá. Aquí  hizo historia como cargaladrillos. Ni falta que le hizo ocupar cargos directivos.

 

Las aficiones de Caballero

Juan Gossaín, quien fue su jefe y amigo durante años en la cadena de Ardila, se quitó el sombrero al evocar a su antiguo pupilo, un aficionado a los toros. Fue gran coleccionista de música. 

Caballero aprendió italiano cubriendo llegadas y salidas de papas. Esos ejercicios vaticanos fueron la cuota inicial de una larga carrera que lo llevó a decenas de países. Difícil llenar más pasaportes.

Tenía el mundo por hábitat. Se lo pasó más volando que durmiendo y amando. En los aeropuertos lo conocían los funcionarios de aduanas; las azafatas lo saludaban por su nombre. O por su sobrenombre, "Terciopelo", una ironía para aludir a que se enojaba viendo pasar una tractomula. Lo llamaban para pelear y se estaba dando en la jeta con alguien.

 

Otros destinos

También trabajó en revistas y en televisión, pero su reino estaba en la radio. Solía volver crónicas de prensa su trabajo para el kilovatio. Sus textos aparecían aquí y allá. También le jaló a las columnas de prensa para dar su propia interpretación sobre los hechos que cubría.

 

Personajes

Arafat, Gadafi, Hugo Chávez, Tirofijo, presidentes, figuras de todas las farándulas, estuvieron entre sus entrevistados. Tuvo  tiempo de acompañarme al lanzamiento de mi primer libro El hombre que parecía un domingo. Adiós, “Terciopelo”. Te extrañaremos.