Aunque el país cuenta con un alto nivel de reservas internacionales -US$ 44.298 millones- que, complementado con el acceso a la línea de crédito flexible del FMI por US$ 5.960 millones, brindan recursos externos suficientes para hacerle frente a un episodio agudo de parada súbita en los flujos de capital, cuenta con una debilidad que es el deterioro de la cuenta corriente de la balanza de pagos.
Hasta ahora ese déficit se ha financiado de manera holgada con un abundante flujo de recursos de inversión extranjera directa. No obstante, ese desbalance puede ampliarse si llegan a caer los precios de las materias primas exportables por encima de lo previsto. Por fortuna la flexibilidad en el valor de la moneda permite acomodar ese tipo de choques externos, minimizando los ajustes requeridos en las tasas de interés, la actividad económica y el empleo.
Otra fortaleza de Colombia es la estabilidad de los mercados e intermediarios financieros. Diversos análisis realizados por organismos internacionales señalan que la disciplina y prácticas ortodoxas de los establecimientos de crédito, junto con el marco regulatorio y la supervisión han sido efectivas en esta materia.
En virtud de esa estabilidad política, macroeconómica y financiera del país, los inversionistas internacionales han venido reduciendo las primas de riesgo a la deuda colombiana y las agencias calificadoras le devolvieron inicialmente el grado de inversión y luego le mejoraron su calificación. Además, analistas internacionales de inversión de portafolio recomiendan tener mayor exposición en deuda de la República de Colombia y, adicionalmente, el J.P. Morgan incrementó su ponderación en el índice GBI de renta fija soberana. De ahí que se esté esperando, de manera no prevista en las proyecciones iniciales de la balanza de pagos, mayores ingresos del exterior, por montos que se estiman entre US$4.800 y US$9.400 millones en los próximos dos años.
Este mayor flujo de divisas tiende a valorizar la deuda pública, a apreciar la moneda y a abaratar la financiación del Gobierno nacional, en contraste con lo que ha venido ocurriendo en otros países emergentes, que han experimentado mayor riesgo soberano, fugas de capital y devaluaciones inflacionarias.
No obstante, si persiste esa entrada de capitales, la política monetaria estará enfrentando grandes dilemas para su manejo. De hecho el Banco de la República modificó su postura monetaria, después de mantenerla inalterada durante 13 meses. Esa disposición orientada a evitar el recalentamiento de la economía y el repunte de la tasa de inflación estará estimulando mayores flujos de portafolio, complicando, por así decirlo, el manejo cambiario y con ello la recuperación de algunos sectores transables de la economía.