EN MANOS de la justicia italiana está desde anoche el exactivista de ultraizquierda Cesare Battisti, prófugo de la justicia tanto de ese país como de la brasileña y quien fue capturado el sábado en Santa Cruz, Bolivia.
“Este súbdito italiano fue entregado por parte de Interpol Bolivia a Interpol Italia que lo trasladará en un vuelo enviado por las autoridades de Italia a ese país”, dijo en rueda de prensa el ministro de Interior boliviano, Carlos Romero, la mañana de ayer.
Condenado por asesinatos, Battisti, pasó cerca de 40 años de su vida en una huida casi permanente, con periodos en prisión y luchas político-judiciales para evitar a las autoridades de su país.
Condenado en ausencia a cadena perpetua en Italia, Battisti, de 64 años, pasó por México, Francia y Brasil, cuya justicia rechazó en un primer momento la extradición a Italia y luego la autorizó.
Italia quiere castigar a uno de los últimos protagonistas de los “años de plomo” de violencia de la década de 70.
Battisti, políglota de voz dulce y conocido por sus polémicas, nació en el sur de Roma el 18 de diciembre de 1954 en una familia comunista pero también católica, como él.
Tras pasar varias veces por la prisión por delitos comunes, a finales de los 70 se unió a la lucha armada dentro del grupo Proletarios Armados Por el Comunismo (PAC).
Tras ser detenido en Milán, fue encarcelado en 1979 y en 1981 se evadió. En 1993 fue condenado en ausencia a cadena perpetua por dos asesinatos y por complicidad en otro dos cometidos en 1978 y 1979, crímenes de los que dice ser inocente.
Tras pasar por México encontró refugio en Francia entre 1990 y 2004 gracias a la protección del expresidente socialista François Mitterrand, que se comprometió a no extraditar a ningún militante de extrema izquierda que hubiera renunciado a la lucha armada. Igual que un centenar de militantes italianos de los 70, Battisti rehízo su vida en París.
Trabajó como guardián en un edificio y empezó a escribir y publicar una docena de novelas policíacas con muchos elementos autobiográficos que tratan temas como la redención o el exilio de ex militantes extremistas.
En 2004, el gobierno de Jacques Chirac decidió poner fin a la “jurisprudencia Mitterrand” y extraditarlo.
A pesar del apoyo de numerosas personalidades como la novelista Fred Vargas o el filósofo Bernard-Henri Levy, la justicia francesa rechazó el recurso contra la extradición y Battistli huyo entonces a Brasil con una identidad falsa, según él, con ayuda de los servicios secretos franceses.
Después de tres años de clandestinidad, en 2007 fue detenido en Rio de Janeiro y pasó cuatro años en prisión, donde mantuvo una huelga de hambre porque decía preferir “morir en Brasil antes que volver a Italia”.
“Escribir para no perderme en la niebla de los días interminables, repitiéndome que no es verdad. Que no soy yo este hombre que los medios han transformado en monstruo y reducido al silencio de las sombras”, afirma en “Mi fuga”, un libro escrito en prisión.
En 2009, el Tribunal Supremo de Brasil autoriza su extradición pero deja la decisión final en manos del presidente Lula, que finalmente rechaza extraditarle. Como represalia Italia llama a consultas a su Embajador en Brasilia.
En junio 2011 Battisti queda liberado y logra obtener un permiso de residencia permanente en Brasil. Luego se instala en Cananeia, una ciudad del sureste del país, donde continúa escribiendo y donde tiene un hijo.
Pero la justicia brasileña toma decisiones contradictorias. En 2015 una juez ordena una nueva expulsión. El mismo año se casa con su compañera brasileña en un camping de Cananeia.
Dos años más tarde le detienen en la frontera con Bolivia, acusado de querer huir, y le ponen bajo vigilancia electrónica durante cuatro meses.
Tras la elección en octubre pasado del presidente Jair Bolsonaro, quien prometió su extradición, Battisti, tras 40 años de huida, vuelve a la clandestinidad, hasta el sábado, cuando se anunció su arresto en una calle de Santa Cruz de la Sierra, en el centro de Bolivia.