Por redes sociales y por WhatsApp se viralizaron audios donde los migrantes vinotinto supuestamente eran los líderes de las bandas criminales que saqueaban los conjuntos residenciales
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Desde que la migración del vecino país se hizo masiva, a partir de 2017 y hasta ahora, problemas como el desempleo y la criminalidad han tenido un blanco inamovible, un responsable por sobre todos los demás, un mal silencioso que hace daño y disminuye la calidad de vida del colombiano, y ese ‘personaje’ tan dantesco y falto de educación es el venezolano.
Y es tan así que durante el toque de queda del viernes 22 circularon audios por las redes sociales y por WhatsApp donde estos eran señalados de ser los cabecillas y responsables de los saqueos en toda Bogotá. No había conjunto residencial que no pudiera ser blanco de estos vándalos que salieron de su país a hacer daño. Incluso vecinos en muchas partes de la capital salieron con palos y cuchillo a “defender” su hogar de los malhechores y estos malvivientes, pues eran extranjeros así que no tenía que haber clemencia.
Un estudio recientemente publicado por la Fundación Ideas para la Paz (FIP) demostró que en la red social Twitter (en Colombia) el 74,5% de los “trinos percibe la migración venezolana de forma negativa”, y es que al entrar en la afamada aplicación y colocar “Venezolanos Bogotá” se puede ver de primera mano que las palabras “invasores”, “escoria” y “venecos” son las más usadas por usuarios que reclaman algún supuesto delito o presunta disminución en su calidad de vida.
Pero… ¿Es tan así?
¿Son los venezolanos los responsables de quitarles el empleo a los colombianos?, ¿de llenar de criminalidad las ciudades de la capital de la República?, incluso, ¿son ellos los que dirigen y le dan fuerza a las manifestaciones cuando se tornan violentas?
Pues según la oficial de Información Pública del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), Rocío Castañeda, estas acusaciones “se hacen sin fundamento, sin tener pruebas por ejemplo de la nacionalidad de la persona que se señala o de su vinculación con los hechos que se le imputan”.
De hecho, un caso particularmente extraño fue el de los 60 jóvenes deportados desde Bogotá por presuntamente estar involucrados en “una serie de actividades que pondrían en riesgo el orden público y la seguridad nacional”, esto durante el toque de queda del viernes 22, mismo día donde supuestamente había bandas de malhechores saqueando casas por toda la ciudad. Y es que al pasar las cédulas que las autoridades dieron de estos muchachos por el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, al menos 25 de estas no coinciden con su titular.
Además según Ana Berjano, profesora de la Universidad de los Andes, “un funcionario de la Policía dijo que ellos no iban a plantearle a los ciudadanos venezolanos que tenían acceso a abogados que estábamos esperando afuera para darles asesoría (…) Hemos conocido una práctica en la que ellos renuncian a los términos sin acceso a abogados ni a personas que les puedan decir si eso que les están haciendo está bien”.
Pero más allá de lo que pudo haber pasado ese viernes y en días anteriores o subsecuentes, según cifras de Migración Colombia hoy en territorio nacional habría al menos 1.488.373 venezolanos residentes y han sido expulsados 1.100, lo que quiere decir que el 0,7% ha cometido delitos que llevan a su deportación. Entonces… ¿Y el 99,03% restante por qué es vilipendiado, ofendido y llamado “escoria”?
La ONU habla
Tanto ha sido el crecimiento de las demostraciones de xenofobia en los últimos días que la Organización de Naciones Unidas (ONU) publicó el sábado un informe donde condena las “muestras de discriminación y xenofobia contra la población venezolana” en el país.
“Los actos de intolerancia contra ciudadanas y ciudadanos venezolanos van en contra del espíritu de solidaridad, acogida y respeto por los derechos fundamentales que miles de colombianos y colombianas han venido demostrando”, reza el texto, haciéndoles un llamado tanto al Gobierno nacional como a la comunidad internacional a promover “el respeto por la diversidad y los derechos de todas las personas”.
La otra cara de la moneda
¿Qué dicen los venezolanos de esto? A la agencia Reuters el ciudadano vinotinto Daniels Herrera le dijo desde Bogotá que con lo que se vivió el viernes 22 “tenía miedo de hablar cuando iba por la calle, porque escuché muchos comentarios sobre ‘venecos de mierda, que vienen a destruir mi país’ (…) Realmente sentí mucho miedo. Decidimos no hablar”.
Otro ‘veneco’ que habló de lo mismo fue el director del Observatorio sobre Venezuela en la Universidad del Rosario, Ronald Rodríguez: “Dentro de mi conjunto sucedió eso y tuve la oportunidad de hablar con casi 50 de mis vecinos y todos, sin excepción, acusaron a la nacionalidad venezolana”.
Entonces silencio y miedo, según lo que cuentan estos muchachos, son los nuevos compañeros de los venezolanos al salir a las calles a sus puestos de trabajo, a estudiar o incluso cuando van a salir a divertirse, si es que aún pueden hacerlo.
Otro testimonio, vivido por un periodista de EL NUEVO SIGLO, narra que decenas de personas atestaban la entrada de su conjunto residencial, reja cerrada y con la alarma a todo volumen porque según varios de los señores que se apostaban en el lugar con palos y cuchillos “los venecos que nos invadieron ahora se quieren meter en nuestras casas”. Pues luego de varias horas de ‘vigilancia’ de estos y de que funcionarios policiales llegaran al lugar en una oportunidad para decirles que dejaran de llamar al CAI si no estaba pasando nada, ya que tenían que cubrir mucha zona, pasaron dos patrullas con varios uniformados a pie y tres personas retenidas. Al instante las voces se hicieron escuchar: “Ratas”, “venecos de mierda váyanse para su país”. Acto seguido uno de los funcionarios se acercó a la entrada de la urbanización y explicó que los jóvenes habían sido retenidos por no acatar el toque de queda y por estar tomando bebidas alcohólicas en sitio público, y además, era colombianos.
Teniendo todo esto en cuenta se puede concluir que la cantidad de venezolanos en Colombia, ni qué decir en Bogotá, que comete delitos es ínfima en comparación con los números de los que viven de manera legal. No obstante esto no ha detenido la xenofobia ni ha parado el mal trato, sobre todo por redes sociales, en contra de los hermanos venezolanos. Aquí es donde deberá entrar en Estado y sus instituciones para manejar esta situación que no hace más que crecer.