Junto a Guinea Ecuatorial, el Sahara Occidental es la única región de África donde se habla español y esta diferencia idiomática es tan solo una de las que alejan a este país de Marruecos, del que busca independizarse desde 1975.
En noviembre de ese año, Marruecos llevó a cabo la Marcha Verde, una invitación del entonces rey Hasán II para recuperar los territorios del Sahara ocupados por España desde la colonización europea. A las filas de más de 350.000 civiles marroquíes, se unieron 25.000 soldados marroquíes y españoles, y lo que sería una marcha pacífica terminó convertido en un genocidio contra la comunidad saharahui en el Sahara Occidental.
La Corte Internacional de Justicia de La Haya dictaminó ese mismo año que Marruecos no tiene ningún vínculo de soberanía territorial sobre esta región, pero aún hoy sigue usando la fuerza para lograr controlar al Sahara Occidental. Al mismo tiempo, el Frente Polisario, el movimiento de liberación nacional, formó en la ciudad argelina de Tinduf un Gobierno en el exilio de la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática, que actualmente es reconocida como un Estado por 84 países del mundo.
Importancia estratégica
El pasado 14 de noviembre, la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática rompió un alto al fuego con Marruecos debido a los graves problemas que enfrenta la región del Sahara Occidental por la presión económica y militar marroquí.
Desde la década de los ochenta, Marruecos ha construido seis muros en medio del Sahara Occidental y el más largo es el de 2700 km que atraviesa toda la región, dividiéndola entre la Franja Oeste administrada por Marruecos y la Franja Este controlada por el Frente Polisario. Estos muros no solo dividieron a las familias saharauis desde hace más de tres décadas, sino que se convirtieron en fronteras plagadas de minas antipersona. El Pentágono calcula que en el Sahara Occidental hay más de siete millones de minas sembradas, lo que lo convierte en uno de los lugares más minados del planeta.
A esto se suma el hecho de que, en noviembre, Emiratos Árabes Unidos abrió un consulado en El Aaiún (capital del Sahara Occidental) y reconoció el 'marroquismo' del Sahara Occidental. Lo mismo hizo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el 10 de diciembre cuando reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental y anunció la normalización de las relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel.
Ubicado al sur de Marruecos en todo el extremo occidental de África, el Sahara Occidental tiene casi la extensión del Reino Unido y cuenta con medio millón de habitantes, casi la mitad de ellos nómadas saharauis.
Desde el siglo XVIII fue una ruta de comercio entre Marruecos y Mali y su posición privilegiada frente a las costas del Océano Atlántico la llevó a convertirse en uno de los centros de pesca más importantes de la región. Con la colonización europea en África, España llegó a reclamar el territorio en 1884.
Hoy, el Sahara Occidental es el más grande de los 17 territorios no autónomos reconocidos actualmente por el Comité Especial de Descolonización de la ONU, mientras que ese mismo organismo avala que el Sahara Occidental no es de Marruecos y sigue siendo administrado por España.
El papel de España en el conflicto
En 2018, cientos de saharauis y ciudadanos españoles se tomaron las calles de Madrid para pedirle al Gobierno español que completara la descolonización sobre el Sahara Occidental, en un proceso de reclamo de independencia que inició en 1967 cuando la ONU le pidió a España retirarse de la región.
A comienzos de la década de 1970 y ante los deseos de Marruecos y Mauritania de anexionarse el territorio, el Gobierno español redactó un borrador de estatuto de autonomía y creó en 1974 el partido proespañol Partido de Unión Nacional Saharaui. Sin embargo, en 1975, Hasán II, uno de los legitimadores del franquismo en la escena internacional, entendió que el vacío de poder que generaría la muerte de Francisco Franco en España necesitaba un contrapeso.
Después de la mencionada Marcha Verde, se estableció el Acuerdo Tripartito de Madrid de 1975, donde España, ya bajo la tutela del rey Juan Carlos I, le cedió la administración del Sahara Occidental a Marruecos y a Mauritania, aunque este último salió del acuerdo en 1979. Para la ONU, este acuerdo fue ilegal ya que no se puede ceder el control de un territorio colonizado a otro país y menos sin la participación de la ciudadanía.
Los saharauis buscan un referendo de autodeterminación desde 1991 después de que fuera avalado por la ONU y acordado tras un alto al fuego entre Marruecos y el Frente Polisario. Sin embargo, España tiene un importante papel que determinaría el futuro de la región.
Después de la decisión de Trump de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, aplazó hasta febrero una cumbre bilateral que tenían previsto celebrar en Rabat el 17 de diciembre, y ha insistido en la "centralidad de la ONU" para encontrar una solución al conflicto. Asimismo, aseguró ante el Congreso español que el Gobierno está trabajando con el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, para el "pronto nombramiento de un enviado especial o mediador" para la región.
Situación humanitaria
Precisamente, desde mayo de 2019, la ONU tiene vacante el puesto que dejó el expresidente alemán Horst Köhler como enviado especial de la ONU para el Sahara Occidental.
Para varios expertos, el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre esta zona puede ser la gota que faltaba para iniciar un conflicto que parecía dormido.
Por un lado, Arabia Saudita, Jordania y Emiratos Árabes Unidos apoyan a Marruecos; por el otro, el Frente Polisario está buscando reunir a los jóvenes saharauis que tuvieron que huir de la violencia para volver a luchar por la independencia y el reconocimiento de su tierra. Por su parte, Argelia cambió su constitución hace pocas semanas y podría enviar militares al Sahara Occidental en lo que se teme pueda convertirse en un conflicto internacional. Además, este último país ha soportado como ninguno el peso migratorio de los saharauis en campamentos de refugiados constituidos en la frontera con el Sahara Occidental desde hace 30 años, incluso con la primera generación de jóvenes que nunca han pisado su tierra.
En este momento, decenas de familias tienen interpuesta una demanda por el genocidio saharaui a manos del ejército marroquí durante la invasión de 1975, gracias al testimonio de varios sobrevivientes y la aparición de fosas comunes en medio del desierto. Sumado a esto, cientos de activistas por la independencia han recibido penas de cadena perpetua y muchos se han enfrentado a graves abusos por parte del ejército marroquí.
La ONU ha sido criticada por su silencio frente a las violaciones de derechos humanos en el Sahara Occidental y la cada vez más grande ocupación de tierras por parte de colonos marroquíes a quienes su país les garantiza vivienda y un subsidio de desempleo.
La Minurso, la misión de la ONU en esta región tenía el firme propósito de preparar la celebración de un referendo en el que el pueblo saharaui elegiría entre la independencia o la integración con Marruecos, pero a la fecha no se ha logrado la votación.