MANOS a la obra para implementar su programa conservador y de realineamiento con Estados Unidos, en una alianza con el presidente Donald Trump, máximos exponentes de la ola nacional populista mundial, se puso el mandatario de Brasil, Jair Bolsonaro, al tiempo que sus ministros expusieron las prioridades de gestión para los primeros 100 días.
"Ha habido una larga tradición en Brasil de elegir presidentes que por alguna razón eran enemigos" de Estados Unidos, dijo Bolsonaro a periodistas estadounidenses tras reunirse con el secretario de estado Mike Pompeo.
"Ahora es todo lo contrario, somos amigos", celebró.
Previamente, el nuevo canciller, Ernesto Araújo, explicó tras reunirse con Pompeo, que las dos mayores economías del hemisferio trabajan "por un orden internacional diferente". Y explicó que Brasil "se está realineando consigo mismo, con sus propios ideales", rompiendo con décadas de búsqueda de equidistancia de las grandes potencias y de refuerzo de las relaciones Sur-Sur.
En el plano interno, el nuevo gobierno decidió entregar la demarcación de las tierras indígenas al Ministerio de Agricultura, representante de los intereses del pujante sector del agronegocio, uno de los principales aliados del presidente de ultraderecha.
El cambio, que deja sin la atribución a la Funai (Fundación Nacional del Indio), desató las críticas de los opositores del exmilitar -conocido por sus enfrentamientos con el sector ambientalista o de trabajadores sin tierra- y era uno de los asuntos más comentados en el Twitter brasileño.
"Teníamos en nuestro plan de gobierno colocar dentro de la cartera de Agricultura todo lo que, de una u otra manera, gira en torno al agronegocio, que es el gran punto de sustento de la economía brasileña", afirmó el ministro jefe de la Casa Civil (jefe de Gobierno), Onyx Lorenzoni.
Bolsonaro despejó cualquier posible duda sobre su voluntad de cumplir con sus promesas de campaña. "Nuestro discurso de asunción, que es nuestro eje de gobierno", escribió en la mañana de ayer, junto a un video de su intervención la víspera frente al Palacio de Planalto, donde dijo que el 1 de enero de 2019 sería recordado como "el día en que el pueblo empezó a liberarse del socialismo, de la inversión de valores, del gigantismo estatal y de lo políticamente correcto".
En su primera medida como presidente, Bolsonaro decretó el martes subir el salario mínimo a 998 reales (262 dólares), levemente por debajo de los 1.006 reales proyectados por el gobierno del presidente saliente Michel Temer.
Entre tanto, el ministro de Economía Paulo Guedes, aseguró que la reforma de las jubilaciones es "el mayor desafío" de Brasil y señaló la posibilidad de llevarla a cabo rápidamente.
"La reforma de las jubilaciones es el primer y mayor desafío que debemos enfrentar. Si lo logramos en dos o tres meses, tendremos diez años de crecimiento sostenido por delante", dijo Guedes al asumir el cargo.
Brasil "fue corrompido por el exceso de gastos y dejó de creer por el exceso de gastos", expuso Guedes, formado en la Escuela de Chicago, cuna del neoliberalismo.
"La reforma de las jubilaciones es la clave para corregir ese problema", insistió.
Advirtió asimismo de que en caso de que esa polémica reforma no consiga avanzar, la carga del régimen de jubilaciones y pensiones seguirá creciendo, chocará con el techo de gastos adoptado por el gobierno del expresidente Michel Temer y ese momento los legisladores estarían bajo fuerte presión.
Los mercados celebraron con fuertes alzas la llegada del conservador Bolsonaro al poder. La Bolsa de Sao Paulo llegó a subir más de 4% antes de ceder algo de terreno, hasta 3,4% media hora antes del cierre