¿Por qué en casi toda Europa gobierna la derecha? | El Nuevo Siglo
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Jueves, 13 de Julio de 2023
Pablo Uribe Ruan

A Europa ha llegado una tendencia que se reafirma en cada elección. La derecha y sus diferentes vertientes viene ganando, sin excepción, las elecciones generales desde 2022.  Por medio de coaliciones de centro-derecha y ultraderecha o con mayorías absolutas de los centristas, esta tenencia política gobierna en al menos el 70% de Europa y se prepara para volver al poder en España, logrando, de ser éste el caso, que cuatro de las cinco economías europeas más grandes -Francia, Italia, Inglaterra y España-  estén en manos de la derecha.

Europa se ha teñido de los colores conservadores por varias razones. Algunos apuntan a que ha sido el efecto “Meloni”, el de la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, que irrumpió en la política con su movimiento “Le Fratelli de Italia” -los Hermanos de Italia- y de paso mostró que la derecha dura es capaz de formar gobierno en la cuarta economía del continente.

Diez años atrás, era impensable que estas fuerzas pactaran una coalición. El “cordón sanitario” de los partidos institucionalistas de centro-derecha bloqueaba una alianza con la derecha dura. Hoy, como muestran los italianos, todas las fuerzas de derecha se han unido en torno a la figura de Meloni, una de las líderes más populares del momento en Europa, a quien algunos sectores opositores la tildan de neofascista.

Detrás del fenómeno de Italia, sin embargo, se han presentado otras victorias de partidos de centro-derecha y que tienen un discurso menos rupturista. En dos bastiones electorales de los socialdemócratas, Grecia y Finlandia, la derecha ganó recientemente. Kyriakos Mitsotakis, del partido conservador griego, Nueva Democracia, ha vuelto al poder, con un discurso centrado en la migración y la estabilidad económica. Más arriba, en el norte del continente, Petteri Orpo, de Coalición Nacional, formó gobierno en este país históricamente socialista y creador del estado benefactor.

Coyuntura y cambio

Son varias las razones que explican la llamada derechización de Europa. Están, de un lado, los factores estructurales, como el fin del “cordón sanitario” y la migración, así como la tendencia del votante a valorar más los resultados por encima de los discursos que se centran en la identidad y la justicia social, tan comunes en los socialdemócratas. No quiere decir, de otro lado, que no pesen temas más coyunturales como los efectos de la pandemia en los gobiernos que buscan reelegirse y pierden, o la invasión a Ucrania que ha favorecido los discursos en pro de la seguridad y defensa nacional, más asociados con la derecha.  

Empezar por el fin del “cordón sanitario” vale la pena. Más si en Alemania, donde existe una Constitución que prácticamente ilegaliza a la ultraderecha, el partido de derecha dura, Alternativa para Alemania (AfD), este 3 de julio ganó una alcaldía en un pueblo del estado de Turingia y, oficialmente, por primera vez gobierna un territorio, por muy pequeño que sea.

Hace 40 años, al final de la Francia de Francois Miterrand, Jean-Marie Le Pen, el padre de Marine, emergía con su  fuerza nacionalista que atacaba al Islam y defendía los valores judeo-cristianos de Europa. Por la tenacidad de su discurso, los partidos institucionalistas de Francia decidieron ponerle un cerco al partido Frente Nacional de Le Pen para impedirle cualquier oportunidad de alcanzar el poder. De ahí surgió el término “cordón sanitario”. Entre esos partidos que bloqueaban a Le Pen, estaban, por supuesto, los conservadores tradicionales, de los que hacía parte Jacques Chirac, y que luego se reagruparon en “Los Republicanos”.

De Francia, el “cordón sanitario” pasó a Alemania, Holanda y los países nórdicos donde, un poco antes de la crisis de 2008, ya venían apareciendo partidos de ultraderecha. Italia vino después. Liderada por Salvini, la Liga del Norte emergió como fuerza de ultraderecha y, por mucho tiempo, Silvio Berlusconni, de la centroderecha, se opuso a pactar con ellos para gobernar. Lo mismo ha pasado en España, a la espera de lo que pase este 23 de julio.



Los tiempos han cambiado en Europa. Con un discurso más radical desde la izquierda, que olvida el centrismo del euro-socialismo de los años 80 y en el que convergen fuerzas antisistema como Podemos en España y la Francia Insumisa de Francois Melénchon, la derecha tradicional ha decidido romper el “cordón sanitario” y hacerle frente a la coalición de izquierda entre socialismo y radicales antisistema de la mano con la ultraderecha.

Ahora bien, en el momento hay muchos gobiernos de centroderecha que no han necesitado aliarse con la derecha dura. Ese es el caso de Francia, Suecia y Holanda. Aunque Emmanuel Macron viene del gobierno del socialista Francois Hollande, sus políticas económicas y de seguridad, además de su alianza con los Republicanos, hacen que sea visto como un político de centroderecha.

Identidad frente a resultados

La nueva izquierda en Europa, una tendencia política que viene del mundo anglosajón y defiende un discurso a favor de minorías, ecologismo y animalismo, en oposición a la izquierda tradicional, ha logrado que su discurso centrado en identidades cale en los últimos años en Europa. Sin embargo, viene perdiendo fuerza. Hoy, los electores se inclinan más por un discurso que busque resultados y bienestar económico, antes que aquel que se base en reivindicaciones identitarias y sociales.

Dos hipótesis explican esta tendencia. La primera de ellas es demográfica y muestra que el elector que solía votar por la izquierda por motivos identitarios, y que vivió la crisis de 2008, ya se empieza a volver mayor de 35 años y tiene otras prioridades, como tener acceso a un hipoteca para su primera casa o carro. Igualmente, estos ciudadanos priorizan la posibilidad de acceder a buenos puestos de trabajo por encima de reivindicaciones para minorías que, en muchos casos, no tienen ninguna relación con su vida cotidiana. Ahí es donde, muchas veces, encuentran respuestas en la derecha.

La derecha, esa que ahora gobierna ahora, centra su discurso en el pleno empleo y las políticas anti-migratorias. Europa intenta cerrar sus fronteras, cada vez más, para así generar mejores condiciones de empleabilidad para sus nacionales.

Como hace mucho tiempo no pasaba, Europa ve el renacer de la derecha y sus distintas versiones, frente a una izquierda que se ha quedado sin discurso frente a la economía, la guerra y la migración.