A partir de lo que en esencia serían varias irregularidades generalizadas en el ámbito social, respecto a conocimiento e información verídica, la sociedad británica se debate recurrentemente en el laberinto del “brexit”. Toda una dinámica que lleva ya tres años y cuyo embrollo amenaza con seguir devorando crecientemente, recursos, tiempo, talento y procesos de gestión pública. Incluyendo en esto el riesgo de separación de Escocia.
Muchos británicos con esas decisiones “contra Europa” están demostrando que la capacidad de hostilidad con el Viejo Continente es la capacidad que les falta para ser consecuentes con un mínimo de estrategia en su propio beneficio. Las primeras víctimas de esa “salida” están siendo desde ya, y lo serán más, los mismos británicos.
Quien lo creyera. Parecería mentira que cosas así puedan estar ocurriendo en un país que cuenta supuestamente, con un alto nivel de desarrollo. Es obvio y nadie lo dudaría que el Reino Unido posee tal rasgo, pero en materia política -aspecto vital para que el bienestar social sea perdurable- las cosas no son consistentes. Es de lamentar, y esto es fundamental, que la ignorancia, que la falta de consolidación de un mínimo de conceptos en la trama y urdimbre económica y social del país, también le sea propia al Reino Unido.
Estas cosas fruto del pantano de la ignorancia parecen estar de moda. La plaza puede ser Washington, Brasilia, Ankara, o en este caso, Londres. A todo ello la jefatura del Estado británico, la monarquía como es usual guarda silencio. Es lo normal. Nunca parece que tiene algo que decir, cuando están en juego intereses vitales del país.
Es de aclararlo. En esencia el “brexit” es un mito. Y lo es en lo fundamental, porque el Reino Unido tiene su mercado natural en Europa. No es posible negar esto por más economía del Siglo XXI, por más post-modernismo y post-estructuralismo que ahora se tenga. Por más vivencias de “modernidad líquida” que ahora -para bien y para mal- inunden nuestra cotidianidad, como lo sostiene Zygmunt Bauman (1925-2017).
Una ruta viable para el desarrollo británico es la integración con Europa. Es claro que hay problemas, que la influencia neoliberal está presente, pero queda la civilizada forma de un Estado de bienestar que propicia desarrollo, bienestar y sostenibilidad. Esta integración no sólo brinda poder de negociación conjunto, una mejor competitividad en el comercio externo, sino también bases para paliar crisis mundiales en lo financiero, además de adelantar en el desarrollo tecnológico y científico. En especial es útil todo esto para generar escenarios de bienestar a las futuras generaciones.
Esto deben saberlo los políticos, pero para ellos la perspectiva es de muy corto plazo y las metas se desarrollan en la tacañería de mantener cuotas marginales de poder, de miopía y mezquindad con asuntos de influencia momentánea.
Se pierde con ello la perspectiva y la responsabilidad histórica en la toma de decisiones. Con todas estas situaciones más bien aquelarrantes -dignas de concentrados capítulos de la épica obra “La Comedia Humana” (1830) de Honorato de Balzac- se reafirma que plenitud y vigencia de la Ilustración continúa estando lejos, bastante lejos de haber llegado a Londres de manera generalizada. En verdad algo increíble y que se va asemejando a la cultura más bien medieval que fue herencia de España y Portugal en Latinoamérica.
Lo último que está ocurriendo es que el liderazgo del Partido Laborista británico propone un nuevo referéndum -este es un atisbo de civilidad- pero en el cual esos líderes se mantendrán como “neutros”. Típico caso de políticos tradicionales. En la búsqueda del poder quedan mal con mínimos de consistencia y coherencia. Esto es totalmente comprobable. Si es de buscar coherencia, la misma debería ubicarse en los científicos, en los académicos en los profesores serios. Es obvio y lamentable que no en los políticos.
Lo que los laboristas desean es no enfrentar abiertamente al populismo de derecha que incluso con falacias logró los votos a favor del “brexit”. Pero hay algo más, en segundo lugar, los laboristas intentan que no sea viable una salida sin acuerdo -algo que es el fundamento populista del mandatario Boris Johnson. En tercer lugar, se pretende posibilitar un nuevo acuerdo con Bruselas, y por si alguien lo duda aún, es evidente y lógico, que los laboristas pretendan llegar al 10 de Downing Street, es decir a ocupar el mando del gobierno con Jeremy Corbin a la cabeza.
Es de reiterar, de ser recurrente en algo clave: con estas decisiones se está pavimentando -quiérase ver o no- la ruta para el desarrollo estratégico del país. Desde ya los costos de este devaneo se están teniendo en materia de competitividad tecnológica, en la colocación de productos en el mercado -caso de la pesca de Escocia, por ejemplo.
Estas posiciones corto-placistas para decirlo con cortesía, buscan credibilidad, simpatías políticas y votos concretos, que se traducirán, como es de esperarse, en cuotas de poder para los políticos. Pero es de advertir que las posiciones inconsistentes son válidas por los apoyos. De ello se nutren esos desvaríos.
La carencia de conceptos que en muchos casos exhiben las sociedades, como muestra de una precaria educación, se ve fortalecida por medios de comunicación superficiales, que a falta de información y conocimiento, no tienen nada más que ofrecernos, por lo general, que una cuota diaria de frivolidades. Desde luego, también afectan la ambigüedad, la poca claridad y el oportunismo de políticos tradicionales, así como la corta visión de quienes sí pueden vislumbrar las repercusiones, pero dan muestras de un estruendoso silencio.
El ferviente deseo de muchos votantes no es pensar ni analizar. Es creer. Por ello esos votantes son peligrosos y pueden estar siendo desde ya, letales para la construcción de civilización. Humberto Eco (1932-2016) en su obra “El Péndulo de Foucault” (1988) nos advierte, entre otras consideraciones, de cómo una sociedad, toda sociedad, puede sucumbir al poder del mito y la destrucción, en contravía del conocimiento y la cultura.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.