Este 6 de noviembre los ciudadanos de todo Estados Unidos acudirán a las urnas electorales, donde votarán por los gobernadores, funcionarios locales y miembros del Congreso en las elecciones de mitad de periodo.
Lo que está en juego en las elecciones bienales es nada menos que el futuro de la agenda legislativa del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Los republicanos actualmente tienen una mayoría de un escaño en el Senado, y aunque su control sobre la Cámara de Representantes es mucho más firme, está más amenazado en esa cámara. El partido no puede permitirse perder.
El puesto de cada miembro de la Cámara estará en disputa en las elecciones de este otoño, al igual que un poco más de un tercio de los escaños del Senado.
No se sabe si Trump resultará ser un punto a favor o en contra de los republicanos, en medio de las predicciones de una posible ola azul (color de los demócratas).
Los demócratas están tratando de aprovechar el descontento que se ha generado en algunos segmentos de la sociedad estadounidense después de la exitosa candidatura a la Casa Blanca 2016 de Trump, en particular de aquellos que están en desacuerdo con su vida personal, sus políticas controvertidas, su represión hacia la inmigración y con el enfoque poco ortodoxo de la presidencia estadounidense.
De acuerdo con el Pew Research Center, a solo cinco semanas de que los estadounidenses emitan su voto, hay un número récord de votantes que asegura que el partido que controla el Congreso será un factor determinante en la forma de votar.
Aproximadamente el 60% manifestó que su opinión de Trump, buena o mala, influirá en sus votos.
La mayoría de ese bloque, el 37%, dice que su voto será “en contra” de él, mientras que el 23% dice que será “a favor” de él, según Pew.
La firma encuestadora también descubrió que los demócratas están más entusiasmados con las elecciones que sus homólogos republicanos, con un 52% de los votantes registrados que dicen que votarán o se inclinarán por el candidato demócrata en su distrito. Solo el 42% de los votantes registrados dijo lo mismo de los candidatos republicanos.
En total, hay 35 escaños en juego en el Senado, 33 de los cuales están siendo impugnados según las reglas normales del Senado, además de otros dos porque el titular del puesto renunció. Normalmente, alrededor de 33 escaños se disputan cada dos años.
Las elecciones de este año incluyen varias competencias reñidas, incluso en Texas, donde el senador titular Ted Cruz se enfrenta a una carrera improbable contra el representante demócrata, Beto O'Rourke, y en Arizona, donde el republicano titular Jeff Flake abandonará su cargo. Los demócratas esperan reclamar la victoria en ambas competencias.
Real Clear Politics, un sitio web de sondeos, estima que nueve de los 100 escaños del Senado tendrán una competencia apretada con cuatro de estos, que podrían ser ocupados por los demócratas.
Los demócratas, sin embargo, tienen cinco de los escaños en grave peligro.
Eso significa que los republicanos tienen asegurados 48 escaños, ya sea porque no están en condiciones de ser elegidos o porque los demócratas tienen pocas probabilidades de ganar el escaño, mientras que los demócratas tienen 43 escaños de forma segura.
Sin embargo, en la Cámara, de 435 miembros, la probabilidad de que los republicanos mantengan su dominio es cada vez más dudosa.
Cualquiera de los dos partidos deberá reclamar una mayoría de 218 escaños para controlar la Cámara, un desafío que puede resultar insuperable para los republicanos.
El partido actualmente tiene una ventaja de 43 asientos en la Cámara, pero enfrenta serios desafíos para los 38 escaños que actualmente controla. Solo dos de estas cerradas contiendas son para asientos ocupados por los titulares demócratas.
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Además de esas 40 contiendas, es probable que los demócratas obtengan tres escaños de los republicanos, con otros 11 actualmente en poder de los republicanos, que ahora se inclinan por los demócratas.
Si los demócratas toman cualquiera de las cámaras, eso significaría un gran obstáculo para el presidente, que está tratando de completar su mandato de cuatro años con importantes victorias legislativas.
Los demócratas se han opuesto firmemente a sus principales objetivos políticos, en particular a su promesa de construir un muro a lo largo de la frontera sur de los Estados Unidos con México y a la derogación total de la histórica ley de salud universal del expresidente Barack Obama.
Si los demócratas llegan a lograr una mayoría en cualquiera de las dos cámaras, o posiblemente en ambas, Trump se vería obligado a aceptar una legislatura que ya no está en manos de sus aliados.
Si bien eso complicaría su capacidad para alcanzar algunos de los objetivos que se le habían escapado en sus primeros dos años, si los republicanos perdieran el Senado, el presidente tendría que moderar a sus candidatos para dirigir agencias federales y, lo que es más importante, la Corte Suprema.
Hasta el momento, Trump ya nominó exitosamente a un jurista conservador para el tribunal superior he hizo una segunda nominación que se encuentra sumida en acusaciones de agresión sexual. No se sabe si Brett Kavanaugh recibirá la aprobación del Senado.
Además de la legislatura federal, los estadounidenses votarán por docenas de gobernadores estatales y otros funcionarios locales y referendos.
De acuerdo con Jetpac, una organización sin fines de lucro que trabaja para aumentar el compromiso cívico entre los musulmanes de Estados Unidos, unos 40 musulmanes estadounidenses compiten por una variedad de puestos estatales, locales y federales.
Aproximadamente otros 70 fueron derrotados o retiraron sus candidaturas, le dijo Shaun Kennedy, director ejecutivo de Jetpac, a la Agencia Anadolu.
De los musulmanes-estadounidenses que todavía se están postulando, cinco están buscando escaños en la Cámara de Representantes, siete se postularon para cargos de condado, 14 se postulan para escaños en las legislaturas estatales, 11 para cargos de nivel municipal, dos para escaños judiciales, y uno, Keith Ellison, para un puesto estatal.
“Este es el nivel más alto que hemos visto desde el 2000”, cuando 700 musulmanes estadounidenses se postularon a diferentes cargos y 153 ganaron algún puesto, dijo Kennedy.