EN un intento por lograr la destitución del actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump el partido demócrata se pone sobre la cabeza la espada de Damocles. Esta intención de la oposición política a la Casa Blanca es una arriesgada jugada política y un arma de doble filo que podría ser ‘fatídica’ para los demócratas. Si llegase a darse el juicio para la destitución y el fallo es a favor para el actual mandatario que busca la reelección en el 2020, el descrédito y las críticas por descuidar la agenda para dedicarse al tema tendría consecuencias negativas tanto en la elección presidencial como en la renovación de curules en Senado y Cámara de Representantes.
El proceso de impeachment contra Donald Trump continúa y el partido demócrata avanza cada vez más en la cuerda floja. Nancy Pelosi, presidente de la Cámara de Representantes, presentó formalmente la destitución del presidente estadounidense apoyándose en el Art. 4 de la Constitución estadounidense. Este permite realizar el proceso de destitución si hay indicios y pruebas de soborno, traición, crímenes altos o menores.
El siguiente paso es la aprobación en la Cámara por medio del 51% de los votos a favor. Dicha aprobación es predecible debido a la mayoría demócrata que la conforma. Uno de los principales desafíos para la iniciativa de Pelosi es el Senado. Es en éste donde se realiza el proceso. Allí, el Presidente de la Corte Suprema de Justicia funge como presidente, los miembros del Senado adquieren el rol de jurados y los representantes de la Cámara actúan como fiscales. Y para que el proceso sea aprobado, el 67% de los senadores deben votar a favor, es decir, 20 Republicanos deben unirse a los demócratas y votar en contra de Trump. Solo así el actual presidente de Estados Unidos será relevado de su cargo y el vicepresidente Mike Pence ocupará la Casa Blanca por el resto del mandato.
El gobierno Trump se ha visto rodeado por varios escándalos que van desde señalamientos de corrupción hasta una presunta interferencia rusa en la pasada elección presidencial, en 2016, para favorecer a Trump. Pero la gota que “rebasó” el vaso de la paciencia demócrata fue la revelación de una conversación entre el inquilino de la Casa Blanca con su homónimo de Ucrania, Volodimir Zelenski y en la que denuncian presionó a éste para que investigara a Hunt Biden, hijo del precandidato demócrata, Joe Biden, quien fue parte de la junta directiva (2014-2019) de Burisma, empresa señalada de actos de corrupción.
También se señala que Trump utilizó su poder para ‘exigir’ a Zelenski investigar a Joe Biden, quien habría usado su poder político cuando era vicepresidente de Barack Obama para proteger a su hijo.
Según los demócratas, estos hechos demuestran que Trump utilizó su influencia en el poder para lograr fines personales y en ello basan el proceso que realizan, desde hace más de 15 días, para llevar al mandatario a un juicio político.
“El Presidente tendrá que rendir cuentas. Cuando se trata de juicio político, se trata solo de los hechos y la Constitución", señaló Pelosi al momento de radicar su solicitud. También destacó que "al mismo tiempo que el presidente Trump obstruye la justicia, abusa del poder y disminuye la oficina de la presidencia, tenemos la responsabilidad de fortalecer la institución en la que servimos. Esto es esencial si queremos honrar la separación de poderes, que es el genio de la Constitución.”
Menos de 24 horas después de que Pelosi anunciara el inicio del proceso en la Cámara de Representantes, la Casa Blanca reveló la transcripción de las conversaciones entre Washington y Kiev, en una estrategia (que ha utilizado varias veces) para ganar la confianza del pueblo estadounidense.
Pero así como Trump genera ‘odios’, especialmente en los demócratas, también despierta ‘amores’ tanto en su partido como en el electorado general, que ha visto cómo la economía norteamericana continua con positivos indicadores.
"Nunca antes en nuestra historia la Cámara de Representantes, bajo el control de cualquiera de los partidos políticos, ha llevado al pueblo estadounidense por el peligroso camino que parece decidido a seguir," afirmó Pat Cipollone, Consejero de la Casa Blanca.
A pesar de que el proceso de impeachment amenaza con desequilibrar aún más las cosas en la Casa Blanca y aún peor, la cada vez más frágil alianza entre un sector del partido Republicano y Donald Trump, algunos de los llamados a juicio a testificar en contra del actual mandatario no se presentaron. Esta situación ha sido percibida por la oposición política como una artimaña para demorar el proceso y obstruir la justicia.
"El hecho de no presentar este testigo o el hecho de no presentar unos documentos que consideramos evidencia adicional fuerte es una clara obstrucción a las funciones constitucionales del Congreso", dijo Adam Schiff, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara Democrática.
Algunos han ido más allá e incluso han acusado a Donald Trump y su entorno de no tener claros los principios que rigen a Estados Unidos. "Supongo que no han leído la Constitución", expresó el representante Tom Malinowski de Nueva Jersey. "Si no se defienden, contra la copiosa evidencia que ya tenemos, entonces creo que les perjudica… Este no es el tipo de investigación en la que estamos comenzando con nada, estamos comenzando con todo".
Además de ser un proceso arduo, el impeachment es un arma de doble filo para el partido Demócrata. Es, además de un proceso político, un asunto de opinión pública y que puede inclinar la balanza electoral hacia cualquier extremo del bipartidismo.
Trump habla claro, fuerte, sin evasivas y hasta desconociendo el proceso en su contra. Los demócratas insisten en que el Presidente debe responder por sus presiones indebidas y debe darse un cambio. Están en un ‘juego’ político al límite ya que de fracasar el proceso, con las elecciones a la vuelta de la esquina, podría darse un renovado impulso a la reelección del mandatario republicano y, ellos, verían afectado el respaldo popular en los estados que oscilan en el bipartidismo. Por ahora, la batalla en la arena política estadounidense continúa.