NO ANSIÓ nunca el poder, pero por sus acciones desinteresadas y efectivas la llevaron a éste para alcanzar un objetivo que, trazado en su juventud, se tornó en obsesión: un Estado para los judíos para poner fin a décadas de marginación y persecuciones. Y lograda esa meta se dedicó a la consolidación, desarrollo y progreso del país.
Esas pocas palabras resumen la vida y obra de Golda Meir quien junto a David Ben Gurion y Haim Weizmann fueron los padres fundadores del Estado de Israel, en 1948, y la primera mujer que ha fungido como primera ministra.
Como cualquier personaje mundial ha sido admirada y denigrada. Pero todos a uno reconocen que fue una dirigente desinteresada, pragmática, decidida, fuerte, gran oradora, contundente negociadora y, férrea guerrera de la causa sionista.
Al cumplirse medio siglo de la guerra de Yom Kippur (Día del Perdón), se recuerda a Meir que, aunque llamada la “dama de hierro de Medio Oriente” fue más la expresión contundente de una líder nata y sencilla, pareciendo (en su momento) más una matrona y consejera (inclusive fue llamada como mamá judía) que la mujer fuerte e inflexible en el poder, como la definieron algunos de sus acérrimos críticos.
Acciones, decisiones y sobre todo confianza en su equipo de colaboradores fueron características en la vida pública de Meir, la que comenzó en 1922 tras fungir como maestra en Milwaukee, Estados Unidos, a donde migraron sus padres, judíos ashkenazis (en 1906) y laborar por algunos meses con su esposo Morris Myerson (quién hebraizó su apellido como Meir) en el kibbutz Mehavia en Palestina, entonces bajo mandato colonial británico.
Con las huellas indelebles de la violencia antisemita a la que sobrevivió en su natal Kiev (Ucrania), y la creciente persecución a sus pares judíos y lo que tildó como inacción de los hermanos europeos para salvarlos, el objetivo juvenil de Mier se convirtió en obsesión. Fue así como se unió al movimiento sionista que propugnaba por la proclamación de un Estado propio para su pueblo.
Ese fue el banderazo de su vida política que tuvo más altos que bajos, siendo la única mujer en una esfera de hombres. Y paradójicamente siempre rechazo que sus aciertos o errores fueran enmarcados por el género. De allí las fuertes críticas que le hicieran por rechazar el activismo femenino.
Para la historiadora y académica estadounidense, Deborah Listad, autora de “Golda Meir: la matriarca de Israel”, la más reciente biografía sobre la desaparecida premier, “ella siempre deseo que el género fuera irrelevante para sus logros. Quería que la vieran como una líder, no como una mujer líder. Quería que su dedicación al trabajo fuera lo que la caracterizara, no su género”.
Gracias a su indetenible activismo y su incuestionable liderazgo, Golda pasó rápidamente de organizadora a agente de poder, en una meteórica carrera política que la llevó al máximo cargo (primer ministro) para salvar las divisiones de su partido (mutó del Partido de los Trabajadores de la Tierra de Israel -Mapea- al laborista) no sin antes destacarse como embajadora, legisladora, y miembro del gabinete.
La antesala de la proclamación del Estado de Israel, el movimiento sionista que lideró junto a Ben Gurrión y Weizmannon se enmarcó en la centroizquierda con ideología socialdemócrata. De allí que tras el nacimiento del país se dieran hitos como el Estado del Bienestar, el salario mínimo y acceso parcial tanto a la vivienda como a la salud pública. Con ese nombre y bandera gobernaron los primeros 30 años de esa nación. Posteriormente, por alianzas con otros partidos, con tendencias hacia la extrema y centro derecha, mutaron al Partido Laborista Israelí.
Fue bajo esa colectividad y con votación récord que Meir fue elegida primera ministra, cargo que desempeñó de 1969 a 1974. Antes de ello intentó retirarse dos veces de la política debido a problemas de salud por su avanzada edad (70 años), pero para sortear las rivalidades entre líderes socialistas que amenazaban con resquebrajar el partido siguió en la actividad. Su influencia fue tal que, en 1965, Ben Gurión se vio tan eclipsado que decidió abandonar el Mapei, quedando Meir como secretaria general y designada jefe de gobierno tras la muerte de Levi Eshkol.
Otra guerra ganada
La vida, obra y legado de Meir es más que conocida porque la reseñas y biografía sobre ella es numerosa. Sin embargo y con ocasión de acercarse los 50 años de la guerra Yom Kipur, ocurrida entre el 6 y el 18 de octubre, revive la polémica sobre la actuación de la entonces primera ministra y el alto costo de vidas que ese sorpresivo ataque dejó.
Como señalamos anteriormente, una de las características de la premier era confiar en su equipo de gobierno. Y tal vez ese fue su ‘pecado’ ese octubre de 1973, cuando fungía como ministro de Defensa, Moshé Dayán, quién había implementado una ambiciosa política de seguridad y colonización, especialmente en los territorios árabes ocupados tras ganar Israel la guerra de los Seis Días (1967), cuando el pequeño país derrotó a las tropas combinadas de Jordania, Egipto y Siria, recuperar Jerusalén y conquistar la Franja de Gaza, el Sinaí y Judea y Samaria.
Precedido de éxitos como comandante del Frente de Jerusalén en la Guerra de Independencia de Israel (1948), Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa (FDI) durante la Crisis de Suez en 1956 y la aplastante victoria israelí de 1967, Moshé Dayán -miembro del ala derecha del partido laborista- era un experto en defensa y seguridad nacional en el que, sin duda, Meir confió ciegamente. De allí que el ‘descuido’ que éste y miembros del alto mando militar cometieran el 5 de octubre de 1973, llevó a que el sorpresivo ataque de los árabes liderados por Egipto y Siria fuera devastador: 2.691 soldados israelíes muertos.
Documentos desclasificados por las Fuerzas de Defensa de Israel en 2019 evidencian el grave descuido de la cúpula militar israelí y el desconocimiento absoluto de Meir sobre lo que iba a suceder.
En efecto, hubo una alerta temprana. Fue un cable que posteriormente fue bautizado como el “mensaje dorado” que fue enviado el día inmediatamente anterior al cruce de tropas y artillería egipcias al Canal de Suez (en el sur de Israel) y la entrada de las sirias a los Altos del Golán, en el norte. En el mismo se advertía los jefes de la Inteligencia israelí que los ciudadanos soviéticos estacionados en Egipto y Siria estaban abandonando esos países, donde muchos de ellos se desempeñaban como asesores militares, algo que indudablemente señalaba la cercanía del estallido de la guerra.
Por motivos aún desconocidos, solo en la mañana del 6 de octubre se distribuyó la información entre los generales, como parte de un informe que -al parecer- incluía también datos provistos por el espía (o doble agente) egipcio Ashraf Marwan, confidente del entonces presidente egipico Anwar Sadat.
Ese retraso de por lo menos diez horas en la entrega de la alerta fue lo que determinó el elevado número de israelíes fallecidos, porque la reacción fue rápida pero desorganizada. Muchos analistas militares y expertos aseguran que si se hubiera atendido a tiempo, el curso de la guerra habría sido otro.
Ese fue un nuevo triunfo para Israel, que por su superioridad en armamento y hombres llevó a que 18 días después, tanto egipcios como sirios se vieran forzados a firmar el cese de fuego.
Negociaciones posteriores y durante años dieron lugar a acuerdos bajo los cuales Israel se retiró de varias partes de los territorios previamente capturados por las FDI durante esa guerra, que como reseña el portal del ministerio de Defensa, fue la tercera vez en menos de tres décadas desde el establecimiento del Estado en el que Israel fue forzado a pelear por su propia existencia.
Israel ganó esa guerra sorpresiva, pero comenzó a perder la batalla en el plano político que cuestionaron al alto mando militar por su inacción y a la premier Meir por su ‘desconocimiento’ en los temas de seguridad, que sin duda fue una confianza plena en la cúpula uniformada.
La presión de las familias de los más de 2.500 soldados que dejaron su vida defendiendo al país, las críticas de la oposición y hasta los cuestionamientos internacionales debilitaron el gobierno de Meir que optó por dejar el gobierno y la política, pese a que su partido volvió a imponerse en las urnas.
El 11 de abril de 1974, considerando que “cinco años son suficientes...supera mis fuerzas para seguir llevando esta carga y siento que es la voluntad del pueblo”, renunció a la jefatura de gobierno, sucediéndola Yitzhak Rabin. Una semana después hizo lo propio con su banca en el Parlamento (Knéset), para vivir los cuatro años que le restaban en el entorno familiar.
En su honor y memoria, así como de los ‘héroes’ de Yom Kippur, está próxima a estrenarse la película “Golda” del director Guy Nattiv y protagonizada por Helen Mirren./Redacción internacional