SEA el mandatario indígena aymará, Evo Morales o el historiador y repitente Carlos Mesa quién logre el poder en Bolivia deberá enfrentar un gobierno sin mayoría en el Parlamento, lo que le hará difícil tanto su gobernabilidad como sacar avante las reformas que requiere el país, máxime cuando deberá reconvertir las bases de su economía.
Como nunca antes los bolivianos serán hoy, testigos y protagonistas de quizás las más reñidas elecciones presidenciales de su historia, según coinciden en señalar todos los sondeos. Si bien Evo Morales, que busca 5 años más luego detentar 13 años el poder es quién ganará hoy en las urnas, su fuerza política y popular no le alcanzará para alzarse con el trono en una sola vuelta. Éste se disputaría en un balotaje con el único candidato capaz de ponerle freno a esa reelección: el centrista Mesa.
Y aunque Mesa ha logrado que cierren filas en torno a su aspiración otros sectores opositores e inclusive indígenas radicales, otrora bastiones populares del presidente Morales, tampoco será la sorpresa de la jornada en las urnas.
Lo único cierto es la altísima posibilidad de que el nuevo gobierno sea débil, ya que bien sea Morales o Mesa los que ganen la presidencia (en primera o segunda vuelta) no lograrán una mayoría absoluta en el parlamento, condición indispensable para impulsar sus políticas a conveniencia y con el temor, también creciente, de que la economía tras más de una década de bonanza empiece su curva descendente.
Un gobierno débil, como se avizora según todas las encuestas, es inconveniente, especialmente porque la próxima administración, sea cual fuere, debe aplicar medidas correctivas para una época de franca declinación de los precios internacionales de las materias primas. Bolivia exporta principalmente gas y minerales.
Aupado en la buena salud de la economía, el presidente Evo Morales busca su cuarto mandato consecutivo frente al exmandatario Carlos Mesa. En el cierre de campaña dijo que el pueblo "solo tiene un pedido: cuide la economía".
"Sea quien sea, el ganador no tendrá mayoría, habrá un congreso dividido y la gobernabilidad será más complicada", vaticina Ibo Blazicevic, presidente de la Cámara Nacional de Industrias, citado por la agencia católica Fides.
"Además hay un contexto internacional de declive en el crecimiento mundial", remata.
Michael Shifter, presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano, en Washington, señala que "con la caída de los precios de las materias primas, el gobierno de Morales se ha visto obligado a pedir más préstamos y reducir las reservas para tratar de mantener los buenos tiempos".
Según el ministro de Economía, Luis Arce, desde que asumió el mandatario izquierdista, "el ingreso de los bolivianos (PIB) se cuadruplicó", al pasar de 9.500 a 40.800 millones de dólares. El FMI pronostica un crecimiento para Bolivia de 3,9% en 2019.
Cuando llegó al poder, en 2006, Morales encaró un proceso constante de nacionalizaciones, que inició con la expropiación de los hidrocarburos, en manos desde mediados de los 90 de una docena de compañías extranjeras, como la española Repsol, la brasileña Petrobras o la francesa Total.
Las nuevas reglas de juego que le dieron a Bolivia el control del negocio petrolero permitieron, por ejemplo, la creación de subsidios sociales. "A nivel regional Bolivia dejó de ser el país más pobre y (la pobreza) pasó de 38,7% en 2005 a 17,1% en 2017", según un reciente informe oficial.
Pero la oposición le endilga a Morales un mal manejo de la economía a la vista del agudo endeudamiento: en 2006 la deuda externa bordeaba los 5.000 millones de dolares y a julio de este año alcanzaba a 10.605 millones.
"Hemos duplicado la deuda externa. Sí y lo decimos con claridad y sin sonrojarnos. Pero lo que no dice la oposición es que (en ese período) el ingreso de los bolivianos se cuadruplicó", arguyó Arce.
Dijo que la deuda boliviana, que representa 23% del PIB, es sostenible, y que el país tiene todavía un margen para seguir contrayendo préstamos externos.
Usados para atenuar la ralentización de la economía, las reservas internacionales netas y otros activos bajaron de una cifra histórica de 14.000 millones de dólares a 8.316 millones a junio de este año.
Nubarrones económicos
Además, excepto Venezuela, Bolivia acumuló en 2018 el déficit fiscal más alto de la región: 3.200 millones de dólares, su mayor cifra en tres décadas, según la fundación Milenio.
A la luz de esos datos, "el modelo económico boliviano tuvo éxito durante algunos años, pero ya no es sostenible", dijo Shifter.
Con tareas pendientes como ajustar el precio de la gasolina subvencionada o "sincerar" el tipo cambiario, Blazicevic recomienda "tener mucho cuidado", vistos los disturbios causados en Ecuador tras el aumento de los combustibles.
"El próximo gobierno tiene la tarea pendiente, y debe ser muy cauto por lo que estamos viendo y los efectos que vive hoy Ecuador con los ajustes a los carburantes, y lo que menos queremos es generar un clima de violencia, y el (nuevo) gobierno debe ser muy hábil", agregó.
Otro analista, Gaspard Estrada, especialista de América Latina de Sciences Po, París, dijo que aunque Bolivia "ha sido transformado por Evo" el país "depende demasiado de las exportaciones y no está integrado en la cadena de valor internacional".
En pleno ocaso de los altos precios de los hidrocarburos, Bolivia se prepara para dar el salto a la producción industrial de litio, metal clave en la industria electromotriz que lidera China, país con el que tiene firmado un convenio.
Bolivia logró certificar sus reservas de litio de 21 millones de toneladas en febrero pasado, principalmente en el Salar andino de Uyuni -la mayor pastilla salina del mundo-, Coipasa y Pastos Grandes, según datos oficiales.
Es en este panorama que los bolivianos van este domingo a las urnas y si se confirman los sondeos, Morales ya no avasallará como en las elecciones pasadas, sino que logrará un poco más del 30% de los votos, respirándole en la nuca Mesa con un 27%.
La decisión de Morales de volver a postularse es mal vista por un segmento de la población y fuertemente criticada por la oposición, que cree que si gana Bolivia va camino hacia una autocracia.
Morales, de 59 años, se vio favorecido por un fallo del Tribunal Constitucional que lo habilitó en 2017 para una reelección indefinida, alegando que se trata de su derecho humano, un año después de perder un referendo que consultaba a la población sobre el tema.
Mesa, que logró reunir en el último tramo de la campaña a actores políticos disímiles desde la izquierda hasta la derecha radical, es el único de los ocho opositores en liza con capacidad de poner fin a la era Morales y por ello centró su campaña en la consigna de “voto útil”, frente a la de “voto seguro” que esgrime el presidente candidato.
La incertidumbre es plena e incentivada por el alto número de indecisos que a última hora pueden inclinar la balanza a un escenario diferente. Por ahora, lo que se prevé es que Bolivia entrará a la era de lo que llaman “democracia pactada”, el ejercicio de alianzas para lograr acuerdos mínimos en el Congreso porque, como se dijo, gane quien gane, no tendrá allí la mayoría