Arrancan negociaciones acordadas en pacto político pero desenlace no se vislumbra positivo ante reiterado anhelo independentista
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No obstante la intensa oposición de los sectores más conservadores en un país políticamente muy dividido, el Partido Socialista Obrero Español (Psoe) logró imponerse en las pasadas elecciones y pudo establecer un gobierno de coalición en Madrid. Gobierno que por cierto se muestra frágil dada la dependencia de las alianzas que constituyeron la sustentación necesaria para que emergiera. Como parte de esos cimientos, el apoyo de Cataluña -donde late aún la esperanza de una república- ha sido por demás crucial e incuestionable.
Ahora, a principios de este febrero de 2020, el gobierno del primer ministro Pedro Sánchez (1972 -) ha establecido una mesa de negociación con delegados autonómicos de Cataluña. El objetivo es tratar de encontrar salidas que sean políticamente factibles al conflicto territorial. Se tiene previsto que en una primera instancia se realice una ronda de diálogo entre Pedro Sánchez y Quim Torra (1962 -) Presidente de la Generalitat de Cataluña, cargo que ocupa desde 2018, luego de la forzosa salida de Carles Puigdemont.
Se tratará en esa primera ronda, de establecer las reglas o normatividad del proceso de diálogo. En este sentido es evidente que Sánchez camina sobre una delgada cornisa.
Por una parte, está la presión de un factor estructural: la independencia de Cataluña y la aspiración a la formación de una república. En el fondo este es el problema crucial: el rechazo -con todos los desmanes y cuestionamientos que se deben enfrentar- a la monarquía encabezada por Felipe Borbón Grecia (1968 -).
Por otra parte, está la condicionante cultural y legal, de que el monarca mantiene la jefatura del Estado y de las fuerzas armadas y que su presencia estaría determinando -en medio de las autonomías- la cohesión de España. Se trata de una institucionalidad que no ha sido aún influenciada por la Ilustración del Siglo XVIII, pero que no obstante sus características esenciales, sigue siendo funcional en el devenir de convivencia de varias naciones. En esa condición véanse, por ejemplo, varios países nórdicos y el Reino Unido.
El problema esencial para Sánchez es asegurar la gobernabilidad. Ha podido formar gobierno, pero ahora el desafío más importante es el mantenimiento del mismo. Y ello pasa por aprobar leyes, incluyendo los presupuestos. Se trata de superar la fragilidad ya mencionada de la coalición de gobierno.
Es de recordar que la realización de la votación pasada, de noviembre de 2019, era con la esperanza -esos fueron los planteamientos del PSOE- de poder captar mayor poder político a partir de la legislatura. Con ese aumento de presencia legislativa, el partido de Sánchez aspiraba a no tener que recurrir a coaliciones con el fin de establecer gobierno. Bueno, el resultado fue que ganaron la elección, pero no alcanzó para ir solos en el Ejecutivo.
Es necesario para Sánchez retener el apoyo de Cataluña, pero a la vez debe mantener a flote un mínimo en la viabilidad del Estado y en ese contexto, la oposición estará más que lista para cobrar cualquier factura que permita una elección y copar el poder en el Ejecutivo español, por parte de las organizaciones que hoy no tienen una mayor ni efectiva cuota de influencia. Pura y simple lógica de poder por parte de políticos profesionales.
Se hace evidente que el tema de un nuevo referéndum de independencia de Cataluña, será llevado por Torra. Este sería el punto central de fricción en las rondas de conversaciones. Es el tema clave, estratégico. Sin embargo, la representación catalana pareciera llegar a este escenario con plomo en las alas: existe una ruptura actual de los partidos independentistas catalanes que -a partir de declarar como finalizada la legislatura- deben enfrentar una renovada dinámica electoral. Comicios regionales que podrían tener lugar el próximo mayo.
En este punto del análisis conviene tener presente que, más que una plataforma programática, o bien posiciones convergentes en lo ideológico, lo que mantenía unidos a los partidos de la colación pro-independencia, era el hecho de separarse de la España monárquica. Esto va demostrando de nuevo, que este tipo de vínculos aglutinando a estos actores o agentes en este caso partidos políticos- son de lo más reversibles y que las coyunturas que pueden generar promueven mayor incertidumbre.
Otro de los factores en el desarrollo de las conversaciones es que Torra, en lo personal, posee un posicionamiento más bien débil. Está teniendo sus últimos meses al frente de la Generalitat de Cataluña. Esto ha ocurrido en especial, a raíz de la condena por desobediencia, del Tribunal de Justicia Catalán. La pena, en plata blanca, sería la inhabilitación durante unos 18 meses, siempre que lo ratifique el Tribunal Supremo.
Esas posiciones de los actores o agentes en la negociación, además de un contexto en donde más parece haber juego de posiciones y contraste, no de fuerzas, sino de debilidades, hace que precisamente, la incertidumbre se encuentre fresca en las diferentes perspectivas de análisis que se pueden realizar.
En medio de todo ello, la racionalidad económica no podía faltar. Cataluña no puede esperar demasiado de la Unión Europea, dado que existen deudas españolas que se deben pagar. Y por más análisis post-estructuralista que se metan al asador, existe natural resistencia a que los fondos sean colocados como no recuperables. En eso, debe considerarse que Cataluña es responsable nada menos que de un 22% del total de producción española.
De allí que tampoco Madrid esté dispuesto a perder una región que ha sido la vaca lechera de la península. Nuevos días traerán nuevas luces. Las apuestas se mantienen abiertas respecto a un desenlace sobre la situación catalana. Algo que no se vislumbra alcanzable ni de manera definitiva, ni en el corto plazo.
(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.