Especial para EL NUEVO SIGLO
LA IDEA de promover la creación de una Corte Internacional Anti-corrupción es casi una obsesión del canciller Holmes Trujillo. Ha venido planteándola desde hace varios años, en distintos escenarios, incluso desde las páginas de este periódico.
Esa idea, en perfecta sintonía con la fórmula que define el “Pacto por Colombia” del presidente Duque (Legalidad + Emprendimiento = Equidad), se ha convertido en una de las principales líneas de acción de la política exterior colombiana, y refleja algunas de sus principales apuestas: actuar como miembro responsable de la comunidad internacional, contribuir a la gobernanza global, reforzar el multilateralismo, y articular la acción exterior con las necesidades internas del país.
Para alcanzar ese objetivo habrá que recorrer un camino largo y sinuoso. Es probable que pasen varias décadas antes de que algo semejante a una Corte Internacional Anti-corrupción sea establecido: ahí está el precedente de la Corte Penal Internacional, con toda el agua que corrió bajo los puentes de la política y el derecho internacional, antes de la adopción y entrada en vigor del Estatuto de Roma. Y no son pocos los obstáculos que será preciso remontar: desde la suspicacia que en general produce en los Estados cualquier cosa que suene demasiado “supranacional”, o el escepticismo -más o menos justificado- de muchos actores clave y campeones en la lucha contra la corrupción.
Pero por ahora, el hecho es que la “diplomacia anti-corrupción” colombiana ha empezado a dar frutos. Por iniciativa de Colombia y Perú, y con el apoyo de Belice, Noruega y Nigeria, se ha convocado para 2021 una Sesión Especial de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre los desafíos y las medidas para prevenir la corrupción y luchar contra ella y para reforzar la cooperación internacional. Ese podría ser el escenario en el que se cristalice el mandato definitivo del que, a la postre, surja la Corte Internacional Anti-corrupción.
Entre tanto, Colombia ha logrado abrir una “discusión global sobre la lucha contra la corrupción”. Así lo planteó el Canciller el verano pasado en Oslo, al dar apertura a una conferencia de expertos de la ONU sobre “gran corrupción”, en cuya declaración final quedó recogido el llamado de Colombia a explorar “ideas innovadoras para acabar con la impunidad (…) incluyendo el establecimiento de mecanismos regionales de judicialización, o mecanismos internacionales, como el establecimiento de una Corte Internacional Anti-corrupción”.
Para esa discusión global, Colombia parece haber encontrado importantes aliados. No sólo en otros Estados, sino también en los sectores empresariales, entre los jueces, en organizaciones de la sociedad civil, y en el ámbito académico, en distintos lugares del mundo. Ahora el objetivo parece ser el de formalizar y empezar a consolidar una gran coalición intergubernamental e intersectorial, que aliente y alimente esa discusión y que, considerando también otras herramientas, contribuya a perfilar y luego a posicionar la propuesta colombiana.
Cumbre en Cali
A eso apunta la Conferencia Hemisférica “Corrupción y sus soluciones potenciales”, que se reúne hoy en Cali. En esta conferencia, representantes de gobiernos, organizaciones internacionales, e iniciativas cívicas, revisarán la forma en que la corrupción frena el crecimiento económico, impulsa las desigualdades, amenaza la democracia, y se relaciona con otras formas de delincuencia organizada. Un inventario de desafíos que confirma el imperativo de responder transnacionalmente a la corrupción, que alcanzó dimensiones igualmente transnacionales… América Latina es testigo tristemente privilegiado de ello.
No es un mal balance para la “diplomacia anti-corrupción” colombiana, que también aspira a dejar su impronta en la Conferencia de Estados Parte de la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción que tendrá lugar en Abu Dhabi el próximo mes de diciembre. Pero si el país quiere desempeñar un papel protagónico y creíble, no sólo en la discusión sino también en la acción global contra la corrupción, que le permita además apuntalar su proyección y prestigio en la escena internacional, la acción exterior tiene que acompasarse y articularse con esfuerzos y resultados efectivos en el plano interno. Y en ese terreno, hay todavía un enorme y urgente trabajo que realizar.