De la tensión fronteriza, ¿a algo más en Hong Kong? | El Nuevo Siglo
AFP
Jueves, 15 de Agosto de 2019
Redacción internacional
El jueves, China publicó un video de paramilitares en Shenzen, ubicada a pocos kilómetros de la ciudad autónoma. Aunque parece una medida para disuadir a los manifestantes, la intervención militar sigue siendo una posibilidad

 

EL EJÉRCITO chino -o paramilitares- se concentró ayer en la ciudad fronteriza de Shenzhen, a pocos kilómetros de Hong Kong, donde las manifestaciones a favor de una apertura democrática siguen sin llegar a ningún acuerdo con la dirigencia política, misma que es designada por Pekín.

Publicada en un video institucional por parte de Pekín, la movilización de tropas refuerza los rumores de una escalada violenta en la ciudad autónoma y abre el debate sobre si Xi Jinping, siguiendo el camino de sus sucesores, será capaz de reprimir las protestas pro-democracia con el Ejército, como lo hizo, por ejemplo, Deng Xiaoping en 1989, en el recordado episodio de Tiananmen.

Por ahora, las medidas tomadas por Pekín han sido netamente disuasorias, aunque demuestra que la dirigencia china no descarta el uso de la fuerza en Hong Kong, como lo dio a entender el embajador de este país en Reino Unido, Liu Xiaoming, quien aseguró, el miércoles por la noche, que “si la situación sigue empeorando y los disturbios se vuelven incontrolables para el Gobierno, el Gobierno Central no se quedará cruzado de brazos”.

La interpretación más objetiva sobre la tesis de no quedarse con los “brazos cruzados” es que Pekín, siempre y cuando no cesen las manifestaciones, no descarta el uso de la fuerza en Hong Kong. Hace un mes, cuando la presidenta de la ciudad autónoma,  Carrie Lam, echó para atrás la ley que autorizaba las extradiciones a la China continental, pero no generó el cese de las movilizaciones, China dijo que la situación se “parecía más a una guerra civil” que a cualquier otra cosa.

Nuevamente, Pekín insistió esta semana en que las manifestaciones en Hong Kong tienen motivaciones “terroristas” y declaró que responderá con “un puño de hierro”, algo que, teniendo en cuenta los videos publicados ayer en la frontera, puede significar un paso más hacia la escalada militar. Aunque este parece un escenario impensable.

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Difícil decisión

El movimiento de tropas en zonas de influencia que se ven amenazas, es algo que se ha visto los últimos años, no solo en China continental, sino en Europa e India. Crimea, una región perteneciente a Ucrania, ha terminado en manos de Rusia, después de una intervención militar de Moscú para apropiarse de un territorio de un país que hace parte de la Unión Europea.

Para China, ese tipo de movimientos representa un desafío a su legitimidad, ya en claro declive por el exterminio de las comunidades musulmanas en el norte del país (uigures) y la detención de miles de personas por sus reclamos democráticos. A esto se le suma una desaceleración económica aunada a la ‘guerra comercial’ con Estados Unidos, que han golpeado las finanzas del gigante asiático, obligándolo a intensificar sus relaciones con otros mercados diferentes al norteamericano, que defienden la democracia.

Lo que más teme Pekín es, de acuerdo al experto en asuntos chinos de King`s College,   “cualquier cosa demasiado dramática. Se llamará Tiananmen 2.0, y no quieren ese tipo de éxito de reputación”. Sin embargo, una apertura democrática, como la que piden los manifestantes de Hong Kong, que empiece en esta ciudad y se extienda por los principales polos urbanos de China, es sin duda otro de los temores de la dirigencia china.

En 2019 se cumplen 30 años de las masacre de Tiananmen, un hecho que marcó a la China pos-maoísta, la cual venía haciendo grandes esfuerzos para abrirse a la economía de mercado y conseguir diversos socios. Las autoridades chinas autorizaron ese año la entrada de los tanques chinos a la plaza más importante del país, copiando las intervenciones militares contra civiles de la Unión Soviética, tanto en Hungría, en 1956, como en Checoslovaquia, en 1968.

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Esta intervención, calificada por la comunidad internacional de masacre, le generó un costo reputacional enorme a China, aunque las autoridades en Pekín lo previeron. Ante este tipo de situaciones, Jude Blanchette, en Foreign Policy, explica que los países que han sido gobernados por el régimen de partido único “muestran que el oprobio internacional y el retroceso doméstico son manejables, aunque costosos. El deterioro incontrolado de la autoridad política no lo es. Eso es exactamente lo que Beijing ve en Hong Kong en este momento”, escribe.

Tres décadas después, Xi Jinping, máximo líder del Partido Comunista Chino y a quien comparan con Mao, parece tener más poder que el que tuvo Xiao Jinping en 1989. Esto puede conllevar a que use el poder para convencer a los sectores más radicales del partido a abstenerse de intervenir militarmente o, por el contrario, a impulsar el uso de la fuerza en desmedro de su imagen internacional, ya golpeada.

En dos meses, Xi ha evitado la represión militar, tanto por el impacto que tendría a nivel interno, como por lo que significaría de cara a las negociaciones para ponerle fin a la ‘guerra económica’ con Estados Unidos, que en septiembre tendrá una nueva ronda de negociaciones.

A pesar de ello, Pekín, como se ha dicho, no ha descartado la salida militar, sea esta con el uso de fuerzas legítimas o con paramilitares. Este jueves medios chinos dijeron que se podría enviar a la Policía Armada Popular (PAP) –grupo paramilitar al servicio del partido- para reprimir las protestas. Según esto, estos irían a la región de Shenzhen para “un ejercicio a gran escala”.

Mientras en 1989 el gobierno envió al Ejército Popular de Liberación (EPL) a Tiananmen, 30 años después evitaría confrontar a los manifestantes con este y acudiría a fuerzas paramilitares. Esto, por supuesto, no se ha dado, pero empieza a ser una opción cada vez más fuerte, ante el desafío de los hongkoneses de seguir saliendo a las calles a pedir más democracia.

Entretanto, el diálogo entre ellos y la jefa del Ejecutivo de la ciudad, Carrie Lam, parece, por ahora, muy lejano, porque para Pekín sería ceder como autoridad política.