El inesperado anuncio por parte de Australia de un acuerdo con Estados Unidos y Reino Unido para compartir tecnología de punta y comprar submarinos nucleares al igual que misiles estadounidenses robustece sus lazos con Washington, so riesgo de elevar todavía más las tensiones con China, que califica esta operación como "irresponsable".
Sin un debate público previo, el primer ministro australiano, Scott Morrison, optó por el nuclear, no en cuanto al armamento, sino a la creación de una flota de al menos ocho submarinos a propulsión nuclear de última generación, en asociación con Estados Unidos y el Reino Unido.
Bajo el acuerdo anunciado y suscrito por Joe Biden, Boris Johnson y Scott Morrison, bautizado Aukus (siglas en inglés de las tres naciones) se compartirá tecnología con el fin de garantizar la seguridad cibernética, la inteligencia artificial, los sistemas submarinos y sistemas de largo alcance con el fin de "defender los intereses comunes en el Indo-Pacífico" y así "hacer frente a los desafíos del siglo XXI", tal y como han señalado los firmantes.
"Hasta hace nada, hace sólo 12 horas quizás", la idea habría parecido "marginal", de acuerdo a Sam Roggeveen del Lowy Institute, un centro de estudios en Sídney.
La consecuencia inmediata de esta asociación estratégica inesperada: Australia rompió un contrato por un monto de 56.000 millones de euros (unos 65.800 millones de dólares) con Francia para suministrarle submarinos convencionales, lo que molestó a París aunque admitió que había sido consultada.
Con esta iniciativa, Morrison hizo explotar varios tabúes políticos australianos: sobre todo la vieja prohibición de utilizar energía nuclear, pero también el gran cuidado respecto al riesgo de una escalada de tensiones militares con China.
"Esta cooperación en materia de submarinos nucleares socava gravemente la paz y la estabilidad regionales, incrementa la carrera armamentista y mina también los esfuerzos internacionales sobre la no proliferación nuclear", declaró el portavoz de Exteriores chino, Zhao Lijian.
Este acuerdo, anunciado de manera conjunta por el presidente estadounidense, Joe Biden, el primer ministro británico Boris Johnson y su par australiano, permitiría a la inmensa isla-continente acceder a la potencia de fuego militar norteamericana, sin embargo negada a aliados tan cercanos como Israel.
De esta manera, la armada australiana podrá atacar objetivos muy alejados de sus costas.
Los submarinos nucleares "son más silenciosos, más rápidos y tienen una mayor resistencia, lo que permitirá a Australia destacar sus futuros submarinos hacia la región Indo-Pacífica durante lapsos mucho mayores", señala Ashley Townshend, del Centro de estudios estadounidenses en la universidad de Sídney.
Australia había comenzado a prever un fortalecimiento de su capacidad militar en 2020, en la medida que se deterioraban sus relaciones con China.
Este acuerdo vinculará a Australia con Estados Unidos y Gran Bretaña durante varias décadas.
"Podría ser además el primero de una larga serie, incluyendo el despliegue de armas estratégicas de largo alcance estadounidenses, como misiles y bombarderos furtivos, en Australia", según Michael Sullivan, experto en Relaciones Internacionales de la universidad Flinders.
"A largo plazo", añadió, esto también podría significar "el redespliegue hacia el norte de Australia de parte de las fuerzas estadounidenses desde sus bases ubicadas en Okinawa y Guam, cada vez más vulnerables a eventuales ataques militares chinos".
Este acercamiento con Estados Unidos y el fortalecimiento de la capacidad militar australiana ubican a una potencia media en el centro de las tensiones crecientes entre las superpotencias estadounidense y china.
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En llamadas telefónicas secretas hechas antes del anuncio de este acuerdo, Morrison intentó tranquilizar a sus aliados regionales, desde Singapur hasta Wellington, asegurándoles que quiere garantizar la "seguridad y prosperidad de la región Indo-Pacífica".
Este nuevo proyecto también plantea muchas interrogantes en Australia, donde antes estaba prohibido el uso de la energía nuclear, al igual que en los países vecinos.
Nueva Zelanda, que prohibió la navegación en sus aguas territoriales a todos los barcos a propulsión nuclear desde 1985, ha afirmado que tampoco se lo permitirá a los futuros submarinos australianos.
La energía nuclear es algo muy controvertido en Australia, y Canberra prohibió oficialmente su uso en 1998, a pesar de que el país cuenta con ricos yacimientos de uranio.
Morrison insistió sobre que Australia "no intenta adquirir armas nucleares ni desarrollar energía de este tipo en el sector civil".
"Y, seguiremos respetando todas nuestras obligaciones respecto a la no proliferación nuclear", apostilló.
Refuerzo naval
La decisión refleja la emergencia de una marina china cada vez más poderosa en el Pacífico.
Australia, que tiene seis submarinos Collins de propulsión diesel-eléctrica de concepción sueca, que entraron en servicio a mediados de los años 1990, debía renovar su flota con 12 submarinos convencionales de concepción francesa.
Al romper este contrato, el país ha elegido incrementar aún más sus capacidades: la propulsión nuclear permite una discreción y una autonomía mayor del submarino.
"Es un cambio de necesidades" resumió el primer ministro australiano Scott Morrison.
Como a otros países, a Australia le preocupa una marina china cada vez más pletórica.
A fines de 2020, Pekín tenía un total de 360 navíos de combate de superficie y submarinos, comparados con los 297 barcos de toda la flota mundial de Estados Unidos, según la Oficina de información naval de Estados Unidos (ONI).
Y según la ONI, China tendría 400 barcos en 2025 y 425 en 2030.
Pekín tiene seis submarinos nucleares, lanzadores de artefactos portadores de misiles nucleares (SNLE), y unos 40 submarinos de ataque, entre ellos seis nucleares, según el Military Balance.
Washington puede por su parte contar con 21 submarinos de ataque y ocho SNLE basados en el Pacífico, esencialmente en Pearl Harbor, según la US Navy.
Entre 2015 y 2019, los astilleros navales chinos han construido 132 barcos, contra 68 para Estados Unidos, 48 para India, 29 para Japón, 17 para Francia, 9 para Australia y 4 (de los cuales dos portaaviones) para Reino Unido, según un estudio de la publicación especializada Janes del año pasado.
En cuatro años, China ha procedido a la botadura del equivalente de la flota francesa, según el almirante Pierre Vandier, jefe del Estado mayor de la Marina francesa, que destaca el "histórico esfuerzo naval chino" que representa "más del 55% en el presupuesto de defensa de China".
Este frenesí chino tiene consecuencias en toda la región, conduciendo a varios países a desarrollar una estrategia que impida a la potencia china desplegarse cerca de sus costas. Ello pasa en especial por la compra de submarinos.
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Así, Vietnam, posee seis submarinos de concepción rusa, Malasia otros dos, mientras que Indonesia ha encargado seis sumergibles a Corea del Sur y Filipinas contempla la idea de crear una flota submarina.
China cuestiona la soberanía de todos estos países sobre una parte del mar de China meridional.
En otras zonas del Pacifico, Japón tiene 23 submarinos, Corea del sur 18, Singapur, dos, y Rusia una docena.
Reflejo de las tensiones en la zona, es que Francia terminó a principios de 2021 el despliegue en el Pacífico de uno de sus submarinos nucleares, el Emeraude, hecho inédto desde 2001.
UE no fue informada
El Alto Representante de la UE para Política Exterior, Josep Borrell, admitió su sorpresa con la mencionada alianza militar y de seguridad, presentada como forma de combatir el dominio de China en la región del Indo-Pacífico.
Admitió que no conocía la alianza entre Joe Biden, Boris Johnson y Scott Morrison. "Lamentamos no haber sido informados. Un acuerdo de este tipo no se ha cocinado anteayer, lleva su tiempo, y no se nos ha consultado", ha señalado, aunque ha pedido no "dramatizar" sobre este hecho y ha indicado que la UE mantendrá buen trato con estas potencias, tras recalcar que el anuncio "no debilita" las relaciones con Australia.
Sostuvo que el pacto entre Washington, Londres y Canberra debe "hacer reflexionar" sobre la importancia de la región del Indo-Pacífico y sobre la necesidad de plantear la autonomía estratégica de la UE, la capacidad del bloque para actuar con músculo propio en el escenario internacional y militar. Este asunto ha ganado relevancia las últimas semanas, más tras el fiasco de Afganistán donde la UE fue incapaz de asegurar las evacuaciones por si misma./