Afuera de Europa, tan cerca a Estados Unidos | El Nuevo Siglo
Foto AFP
Sábado, 1 de Febrero de 2020
Pablo Uribe Ruan
El viernes 31 de enero de 2020 quedó en la memoria de los británicos. Tras 47 años, Reino Unido salió del bloque, un intento que tardó casi cuatro años en concretarse. Hecho el Brexit, ahora inicia una apuesta por buscar nuevos socios comerciales, y un intento por construir una identidad nacional lejos del viejo continente

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HUMO blanco desplegado entre banderas vestidas de rojo y azul, dio la señal en la plaza frente al Parlamento británico, en Londres. Eran las 11 de la noche del 31 de enero de 2020, y, luego de tres años y medio de borradores y votaciones fracasadas en el Congreso, Reino Unido por fin se despedía de la Unión Europea (UE). Para los leavers (los que querían salir del bloque), este paso significó el fin de un relación tormentosa y burocrática. Un golpe histórico comparable solo con la salida de la Iglesia Católica, Romana y Apostólica a manos de Enrique VIII, el rey que fundó el anglicanismo, según el radical Nigel Farage.

Por casi cuatro años, el Brexit se convirtió en un concepto maniqueo. No pasaba un día, una hora, sin que esa palabra se dijera en voz alta para explicar, polarizar o construir una versión del país y su relación con el bloque europeo, con la vida de los ciudadanos, con las familias. Tuvieron que pasar dos elecciones generales, una crisis constitucional y varias disputas políticas para que finalmente un político del establecimiento, que logró conectarse con la base de este movimiento, llevara a cabo el Brexit.

El pasado diciembre, Boris Johnson, un controvertido experiodista y exalcalde de Londres, que jugó sus cartas en medio del gobierno de Theresa May, construyó una red de alianzas entre los conservadores y la derecha radical que le permitieron ganar las elecciones generales y conseguir las mayorías suficientes para sellar la despedida de la UE.

Identidad nacional o regional

Hasta que los historiadores, y quizá más los antropólogos, lo expliquen, no es claro la raíz del Brexit. Ha habido un sector basto de británicos que ha concluido, en un ejercicio de pragmatismo a lo Bill Clinton, que todo se traduce a lo económico. Las altas cuotas burocráticas y los costos del comercio en el bloque terminaron por generar unas condiciones de desventaja para la isla, apartada nostálgicamente al norte de las poderosas Francia y Alemania. Este argumento no satisface del todo la evidencia. Lejos de la economía, el Brexit ha sido una apuesta por repotenciar el nacionalismo inglés, el espíritu de un país acostumbrado a hacer las cosas a su modo: acá se maneja en el asiento derecho, los cruces funcionan de otra manera; la lista, de todos modos, da para dos tomos del tamaño de la botánica inglesa.

No quiere decir, sin embargo, que Reino Unido haya sido el único extraño en una comunidad homogénea, como la UE. El proyecto europeo precisamente se fundó sobre la pluralidad de naciones. En esa lógica, la distancia es aún mayor entre un alemán y un griego, que entre el primero con un inglés. Pero su voluntad de permanecer unidos no fue la misma, y el Brexit demostró que los ingleses detestaban seguir las reglas dictadas desde Bruselas.

En busca de su autodeterminación económica, los defensores del Brexit han expuesto que Johnson y Donald Trump lograrán un acuerdo comercial que potencialice el comercio entre países hermanos, sin las acostumbradas trabas impuestas por la UE. No es un argumento del todo determinista, pero tiene elementos de este. Parte de la idea de que los anglosajones entendieron mejor que sus pares el comercio y la modernidad, y en vez de ponerle trabas como los genoveses o Flandes, se abrieron a los océanos, hasta llegar a la China e India. La versión moderna de ello es Estado Unidos, un socio ideal para este nuevo proyecto.

Las raíces de la diferencia entre los ingleses y la UE es comparada por brexiters desde la historia de las ideas. Un buen ejemplo de ello se vio en las páginas editoriales de The Daily Telegraph: “La cuestión que Gran Bretaña debe lidiar mientras busca dar forma a su destino para los próximos 50 años es si desea quedarse con el método cartesiano, de arriba hacia abajo, deductivo de Europa, o regresar al pensamiento de abajo hacia arriba y libre, el empirismo de Bacon, Locke, Hume, Smith y Darwin, la maravilla de los mejores tres siglos de Gran Bretaña, y que nos une a Estados Unidos, la angloesfera y, en realidad, a la India”.

11 meses

El proyecto de este nuevo Reino Unido no deja de ser peligroso por su falta de proyección histórica. Hace 200 años, en el auge de la Revolución Industrial y varios siglos después de inventar el método científico y la democracia representativa, los ingleses estaban seguros de su rol dominante en el mundo. Ahora, la realidad es extremadamente distinta y exige una reconciliación con su pasado colonial (como todas las potencias europeas), y, de cierto modo, entender su rol secundario.

Para empezar a construir esta nueva etapa, Reino Unido primero debe completar su proceso de salida. Si bien el viernes a las 11 de la noche formalmente salió de la UE, aún queda por definirse cómo será su relación en el futuro. Modificado el acuerdo Schengen (de libre circulación), ¿el comercio cómo se manejará con la UE? Todo apunta a que en los próximos meses se firme un acuerdo de libre comercio que permita que se muevan bienes entre el bloque y Reino Unido sin cargas adicionales. La fecha límite para fijar los términos de estas negociaciones será el 31 de diciembre de 2020.

La deuda, sin embargo, no solo es con la UE. El sector que llevó el Brexit sabe que Reino Unido está dividido en dos fracciones casi idénticas y cualquier proyecto sobre su identidad nacional requiere, al menos sobre la base de unas condiciones mínimas, unos puntos de encuentro con los remainers o aquellos que votaron No al Brexit. “Entiendo todos esos sentimientos y nuestro trabajo como gobierno, mi trabajo, es unir a este país ahora y llevarnos hacia adelante”, dijo Johnson al cierre de su discurso.