Encarnizados combates tenían lugar este jueves en Faluya y Ramadi, ciudades sunitas del oeste iraquí en parte controladas por grupos insurgentes vinculados a Al Qaida, una nueva prueba de fuerza entre éstas y el gobierno del primer ministro chiita, Nuri al Maliki.
La provincia de Al Anbar, donde se encuentran ambas ciudades, al oeste de Bagdad, tiene población mayoritariamente sunita y, desde hace un año se ha convertido en el principal feudo de la contestación al gobierno de Maliki, al que acusan de acaparar el poder y marginar a la comunidad sunita.
Faluya y Ramadi son bastiones de la insurrección que se produjo tras la invasión estadounidense a Irak, derrocando al presidente Saddam Hussein, de origen sunita, en 2003.
Dos años después de la retirada del país de las tropas norteamericanas, en diciembre de 2011, las fuerzas de seguridad iraquíes tienen serios problemas para enfrentar a grupos insurgentes, enardecidos por el conflicto en la vecina Siria y el descontento de la minoría sunita.
Los enfrentamientos entre el ejército y los grupos armados comenzaron el lunes en el sector de Ramadi después del desmantelamiento de un campamento de contestatarios antigubernamentales.
Estos actos de violencia, que rápidamente se extendieron a Faluya, dejaron 14 muertos. Después el ejército se retiró de ambas ciudades.
"La mitad de Faluya está en manos del EIIL (la organización vinculada a Al Qaida Estado Islámico de Irak y el Levante), y otra mitad en manos" de hombres armados de las tribus, dijo a la AFP un responsable del ministerio del Interior.
Un testigo indicó que los insurgentes habían instaurado puestos de control en el centro y el sur de Faluya, situada a unos 100 km de Bagdad.
"En Ramadi la situación es similar, algunos sectores son controlados por el EIIL y otros por" miembros de las tribus, agregó el responsable del ministerio del Interior.
Un periodista de la AFP en Ramadi, situada algo más al oeste que Faluya, vio decenas de camiones que transportaban a hombres fuertemente armados y que se dirigían al este de la ciudad gritando canciones elogiando al Estado Islámico en Irak y el Levante. No se veían miembros de las fuerzas de seguridad en las calles, precisó el periodista.
Los insurgentes, que gritaban "nuestro Estado (islámico) es victorioso", agitaban banderas negras con el credo islámico.
Ramadi es la capital de la provincia de Al Anbar, habitada fundamentalmente por sunitas, que se encuentra en primera línea de la contestación al gobierno de Maliki, dominado por los chiitas, mayoritarios en el país.
Para evitar una escalada de la violencia, el primer ministro había pedido el martes al ejército que se retirase de Ramadi y Faluya. Pero el miércoles decidió enviar refuerzos militares, cuando se produjeron nuevos actos de violencia. Hombres armados incendiaron varias comisarías y liberaron a unos cien prisioneros en un puesto policial.
Sin embargo, según testigos, el ejército permanecía el jueves afuera de Ramadi.
El campamento de contestatarios sunitas desmantelado el lunes era el más importante del país y fue calificado por el primer ministro de "cuartel general de Al Qaida".
Su desmantelamiento provocó la cólera de la comunidad sunita.
El martes, para tratar de tranquilizar a los habitantes de Al Anbar, el gobierno decidió suministrar una ayuda a esta provincia enviándole alimentos, combustible, material médico y medicamentos.
La cólera de los sunitas fue un factor fundamental en el incremento de la violencia en Irak durante los últimos meses.
Las fuerzas de seguridad iraquíes arrestaron el jueves a un grupúsculo chiita proiraní que había reivindicado disparos de obuses de mortero contra Arabia Saudita en noviembre, indicó un coronel de policia.
Wathiq al Batat, comandante de Jaych al Mojtar, fue arrrestado en la avenida Palestina de Bagdad, agregó este oficial, sin precisar si había sido arrestado por esos tiros de obuses o por otras acusaciones.
Según la organización no gubernamental iraquí Body Count que registra las víctimas civiles de esas violencias después de la invasión dirigida por Estados Unidos que derrocó al presidente Sadam Husein, 2013 fue el año más violento en cinco años, con 9.475 civiles muertos.
Dos años después de la retirada de los últimos militares norteamericanos, en diciembre de 2011, las fuerzas de seguridad iraquíes tienen dificultades para hacer frente a los grupos de insurgentes, alentados por el conflicto en la vecina Siria y el descontento de la minoría sunita./AFP