Instituciones incluyentes, recurrente desafío cubano | El Nuevo Siglo
Foto archivo Agence France Press
Domingo, 27 de Agosto de 2017
Giovanni Reyes
Maduro, ante la carencia de resultados, reconociendo que su país está al borde de una crisis humanitaria, trata de encontrar culpables sobre los que haga recaer las causas de carencias cotidianas
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Así como fue un auténtico golpe de timón en el manejo de las relaciones internacionales por parte del Presidente Obama, ahora no es  menos radical el cambio y las medidas en reversa que toma Trump al frente de la Casa Blanca.  Sin mayor remilgo el actual inquilino del Poder Ejecutivo en Estados Unidos tiene por misión, casi obsesivamente, eliminar todo lo que su predecesor estableció, aunque no tenga propuestas o alternativas.  Tal el caso del denominado Obamacare.  El Trumpcare es emblemático: un discurso vacío que aun teniendo los republicanos mayoría en ambas cámaras del Congreso, no se ha podido aprobar.

Al parecer las conversaciones con representantes de Cuba no se habrían interrumpido.  En todo caso, Trump no puede substituir a toda la tecno estructura burocrática, tal y como lo planteó John Kenneth Galbraith (1908-2006) especialmente en su obra “The New Industria State” (1967).  Las conversaciones habrían continuado, aunque la presencia del Vaticano al menos, no sea tan evidente.

No obstante, la Iglesia Católica se anotó un importante logro más en la actualización o “aggiornamento” en el devenir religioso del cristianismo, en especial con la llegada del Papa Francisco.  Es evidente que el Pontífice tiene más confianza en la solidez de logros que se alcanzan con un “bosque que crece”, antes que andar confiando en la espectacularidad pirotécnica producto del “árbol que cae”.

Hasta aquí una primera lección: mantener muchas de las negociaciones de alto nivel fuera de las controversias de los micrófonos y de la opinión pública, puede acelerar mecanismos de concertación y lograr –cuando menos- puntos focales de acuerdo, a fin de que las partes aproximen posiciones.  Todo ello en medio de la furia anti-Obama de Trump y lo envalentonados de sus seguidores más del pre-cámbrico que de derecha.

No obstante es de reconocerlo.  Cuba debe avanzar en función de la legitimidad del régimen, en función de las libertades del país. Es cierto que se tienen logros, pero las condiciones de falta de oportunidades también tienen una presencia cotidiana en la isla.

El punto a destacar aquí, sin embargo, es la esperanza que se tiene en cuanto a que la sociedad cubana pueda contar cuanto antes, con las oportunidades, con mayores capacidades entre los grupos sociales y con respeto a los derechos humanos. 

Generalmente, en especial cuando se trata del comercio de bienes, la distancia y el tamaño que existe entre dos economías son aspectos esenciales, que determinan la relación comercial entre ellas.  De ello se sustenta el criterio del llamado principio “gravitacional” del comercio del mundo.  En la medida en que una economía pequeña se encuentre cerca de una economía grande, ésta última se constituye en el mercado natural de la primera.  De allí que Estados Unidos sea el mercado natural de Cuba.

 

Ese es el caso que se presenta también en los países latinoamericanos que se encuentran en la sub-región México-Centroamérica-Caribe. Aun cuando México es una economía grande, en términos latinoamericanos –junto a Brasil constituyen cerca del 68 por ciento del producto interno bruto total de la región- su cercanía con Estados Unidos hace que un 87 por ciento de las exportaciones del país latino tengan como destino la potencia económica más al norte.

Este rasgo de dependencia de los mercados se acentúa en la medida que las economías, tales como las centroamericanas y las caribeñas, tienen relativamente menores totales de producción.  De manera que con todo lo expuesto anteriormente, Estados Unidos -como se ha mencionado- es el mercado natural de Cuba.  De allí que el embargo o bloqueo –en todo esto las palabras tienden a tener una carga ideológica polarizante- tenga mayores repercusiones negativas en cuanto a oportunidades de comercio para la isla.

Hasta ahora las medidas de Washington respondían más a intereses políticos corto-placistas a fin de satisfacer al electorado de derecha más recalcitrante de La Florida.  Esto ha sido importante en las elecciones dado principalmente que este estado no tiene una tendencia clara en cuanto a preferencias electorales demócratas o republicanas, en particular en comicios presidenciales.  La Florida ha sido el caso reiterativo de “estado columpio”.

Se trata de un estado que fue decisivo, como se recordará, en las controversiales elecciones del 7 de noviembre de 2000, en las que legalmente, el Colegio Electoral terminó ganándolo George W. Bush, a pesar de que en el voto popular había ganado Al Gore.  En esto, La Florida fue un estado decisivo.  Trump triunfó allí, lo mismo que, según los datos oficiales, en Pennsylvania, en Ohio, y por supuesto en Texas.

Buscando culpables

En el actual panorama, las generaciones más viejas, aferradas más al odio hacia los Castro, rechaza las medidas de apertura, pero las generaciones jóvenes tienden a respaldarlas.  Hasta ahora también, el bloqueo que favorecía los intereses políticos más conservadores de los cubanos de La Florida, también servía de pretexto para culpar de él, virtualmente a todos los males que se presentaban en la isla. 

Nótese cómo este libreto lo está copiando, a pie juntillas, Venezuela.  Maduro, ante la carencia de resultados, reconociendo que su país está al borde de una crisis humanitaria, trata de encontrar culpables sobre los que haga recaer las causas de carencias cotidianas en el país.  De nuevo aquí aparece el reto de las instituciones incluyentes. 

Se trata de un argumento central de los profesores James Robinson y Daron Acemoglu, en su obra “Por qué Fracasan los países” (2012).  Esto es, un país desarrollado, cuenta con sistemas que se cumplen, que propician la disminución de poblaciones en marginalidad y con ello promueven la incorporación de importantes grupos a los esfuerzos de desarrollo.

En lugar de aceptar los desaciertos, enmendar procesos y conseguir resultados útiles para la mayoría de la población, por lo general regímenes autoritarios necesitan de crisis permanentes, de enemigos a los cuales culpar de los desaciertos recurrentes que ejecutan.  Prueba de ello fueron los sangrientos regímenes dictatoriales en Centroamérica y de la Venezuela actual.

El desafío es que se consoliden instituciones incluyentes, esto es, que se cuente con entidades que propicien la incorporación de la ciudadanía a los esfuerzos por el desarrollo en los diferentes países. Instituciones que promuevan el crecimiento de capacidades y abran oportunidades para la población.  De no lograrse eso, las esperanzas se traducirán en más decepciones.  En medio de todo, uno tercamente se aferra al optimismo.

(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor y Director de la Maestría en Dirección de la Universidad del Rosario.

 

 

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