El escenario político, económico y social está bastante caldeado. La incertidumbre prima en muchos sectores, los procesos de paz hacen agua, los violentos copan zonas dejadas por Farc, el Gobierno tiene una tasa alta de desfavorabilidad, hay un pesimismo generalizado y alta desconfianza ciudadana por los escándalos de corrupción. En medio de ello, los partidos hacen cálculos sobre cómo afrontar la campaña parlamentaria y se empieza a mover más rápidamente el tinglado de los presidenciables, con el agravante de una polémica e intempestiva reforma electoral. Radiografía y proyecciones
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Ahora sí ya solo falta un año para las elecciones presidenciales. Antes de ello, por supuesto, está la justa parlamentaria que definirá buena parte del futuro del país. Hasta el momento, la incertidumbre prima en la materia pero desde luego la clave está en cómo se configuren las listas correspondientes.
Frente a lo anterior, claro está, parece perfectamente inviable que se pueda avanzar en una reforma política con miras a ponerla en vigencia en 2018. Mucho menos si se trata de cambiar toda la estructura a la que por ahora están acostumbrados los parlamentarios. Sea por ello, tal vez, que esta semana renunció el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, sabedor de que ello no tiene mayores posibilidades en un Congreso que se apresta, por el contrario, al proselitismo reeleccionista de sus curules eternas. En ese caso, es mejor ir más bien sin pausa pero sin prisa, no vaya y sea que ocurra lo que ha venido sucediendo con una buena proporción de las iniciativas gubernamentales, especialmente las de los últimos años, que por sus falencias y anomalías no resisten una revisión de la Corte Constitucional y se caen por su clara inexequibilidad.
Fue ciertamente lo que ocurrió con la cacareada y aplaudida “reforma del equilibrio de poderes” que no aguantó su paso por la Corte Constitucional. Y así con otras iniciativas, en especial del llamado ‘fast track’ por medio del cual se pretendió castrar al Congreso con la avenencia de los mismos legisladores, pero que la Corte Constitucional, en fallo reciente, recuperó de tan calamitosa maniobra. Lo mismo aconteció con varios decretos, supuestamente amparados en esta legislación castrante de la democracia, por lo cual, como se ha visto, mucha parte de las últimas legislaturas y de la acción del Ejecutivo ha resultado nula de toda nulidad.
Un edificio de papel
La ‘perla’ de estos tiempos, desde luego, estuvo en haber desconocido abiertamente el plebiscito a través de una refrendación por la vía de una proposición inane y secundaria, sacada a última hora del cubilete contra el dictamen popular. Es por eso, ciertamente, que el llamado Acuerdo del Colón, supletorio del denegado Acuerdo de Cartagena, se ha venido cayendo a pedazos, precisamente con el aval de la Corte Constitucional, cuya sentencia sobre el plebiscito siempre fue clara en que todo debía hacerse transparentemente.
El problema estuvo, en el fondo, en que el proceso de paz culminó simplemente con un documento a desarrollar, una especie de protocolo, pero no las clausulas concretas que significaban realmente los compromisos adquiridos y la desactivación guerrillera en los mismos términos de la firma. Por el contrario, todo se dejó a la incertidumbre del futuro y para tratar de superar esas circunstancias se recurrió a figuras extrañas y sin alinderamiento real, como la incorporación del acuerdo en el bloque de constitucionalidad o cosas así, que no hicieron honor al aquí y ahora de lo que se suponía los alcances inmediatos de la paz. Todo ello, fruto de una inusitada premura en el cierre de lo que no estaba cerrado. De ahí las ambivalencias que hoy se viven y que tienen al proceso de paz en ascuas.
La economía en rojo
Pero naturalmente ese ya no es el tema que interese a los colombianos, según puede constatarse fehacientemente de las encuestas. Interesa particularmente el gravoso declive económico y el mal clima social en auge. La gente se preocupa hoy más por el desempleo, la salud, la corrupción y muchos otros componentes que no tienen nada que ver con el proceso de paz.
De hecho la situación económica es a todas luces preocupante, no por ningún pesimismo gratuito, sino por todos los indicadores. Esta semana, precisamente, la tradicional Encuesta de Opinión Empresarial, de Fedesarrollo, mostró una declinación sustancial en la confianza de los industriales. De otra parte, los indicadores de consumo, en las encuestas de comerciantes y empresarios, tienen un componente similar. No podría ser de otra manera cuando el crecimiento económico del primer trimestre bordeó escasamente el 1 por ciento. Lo cual, a su vez, ponen en entredicho los factores tradicionales de crecimiento como la construcción y otros sectores, hoy en franco deterioro. Mientras que, de otra parte, ese exiguo crecimiento económico tiene también mal soporte en el auge de los cultivos ilícitos y la monetización respectiva.
"La gente se preocupa hoy más por el desempleo, salud, corrupción y muchos otros temas que no tienen nada que ver con el proceso de paz"
Ese es el escenario, justamente, en el que se van a desarrollar las elecciones parlamentarias y presidenciales. De acuerdo con las últimas encuestas, el 55 por ciento del país piensa que Colombia puede seguir la misma ruta de Venezuela, mientras que más del 70 por ciento da por ‘chuleada’ la paz con las Farc, pero mantiene grandes preocupaciones en el tema de la seguridad, producto del increíble desdoblamiento del llamado “Cartel del Golfo”, el accionar del Eln y las disidencias de las mismas Farc, así como el copamiento de territorios dejados por esa guerrilla por parte de bacrines y otros factores de la delincuencia común. Una y otra vez se dijo que ese era el reto principal de la paz, pero a no dudarlo la herencia principal para el próximo gobierno está siendo ese nuevo fenómeno de distorsión de la soberanía.
Porque, a decir verdad, se suponía, en efecto, que todo se trataba de recuperar el monopolio de las armas por parte del Estado y a partir de ello realizar programas tendientes a recuperar el orden, la justicia, la agricultura, la infraestructura, la salud y la educación, entre tantas situaciones desfavorables en muchas regiones sujetas a la depredación y la barbarie.
Por el momento, lo único claro consiste en que las Farc mantienen vigente su idea, anunciada hace tiempos y desestimada entonces por el Gobierno, de hacer de las zonas de concentración lo que desde esa época llamaban “terrepaz”, es decir territorios con total ánimo de permanencia y raigambre a largo plazo.
Contienda parlamentaria
Mientras tanto la reforma política propone cambiar el Consejo Electoral y modificar la manera de confeccionar las listas, entre otros cambios. Una reforma a todas luces intempestiva, pues no solo se deriva del acuerdo de La Habana, sino que el informe de la misión de expertos convocada para los efectos terminó siendo desestimado en gran parte por el Ejecutivo que, al final, presentó un proyecto bastante descuadernado y que no tiene mayor posibilidad de ser aprobado en el Congreso y menos en plena campaña.
Pero el problema más allá de ello es, por supuesto, el ambiente político. Por un lado, todas las encuestas señalan que hacia el Congreso el partido más votado sería el Centro Democrático. En la actualidad esa agrupación tiene el 20% del Senado. Muy seguramente la aspiración, si se mantiene de cabeza de lista el expresidente Álvaro Uribe Vélez, sería la de conquistar entre un 5 y un 10 por ciento más. Es decir, lograr entre 25 y 30 senadores. En un momento se estuvo pensando que podría acordarse una lista “cremallera” entre miembros del Centro Democrático y el Partido Conservador, intercalándose las posiciones en la plancha de aspirantes. Pero en la última convención del Centro Democrático ello quedó por completo descartado en el sentido de que podrían generarse coaliciones hacia la primera o segunda vueltas presidenciales, pero en ningún caso en cuanto a Senado y Cámara de Representantes. Ciertamente el CD tiene una congestión de aspiraciones regionales y pretende activarlas a partir del viento de cola dejado por el rechazo al plebiscito.
Si el Centro Democrático sube, lo hará, como todo en política, en desmedro de otras colectividades que, a su vez, bajarán su exposición. El partido de La U, por ejemplo, tiene hoy la mayor representación en el Senado (20 senadores y una silla vacía dejada por el capturado Martín Morales). Este que es, por su parte, el partido de gobierno tiene ciertamente el problema de que la imagen desfavorable del presidente Santos es por lo general avasalladora, en el mejor de los casos un 65% negativo y en el peor rozando el 85%.
Sea cual sea el maquillaje, el peso de una campaña a favor del Gobierno podría significar, en ese caso, una pérdida considerable de curules. Todavía más difícil si se da por descontado que el propio partido de gobierno no logra tener un candidato presidencial con algún arrastre y que, por el contrario, siempre aparece en el sótano de las encuestas.
De otra parte, está el Partido Conservador con un parentesco relativamente cercano al Centro Democrático, especialmente en las bases. En la actualidad esta colectividad tiene una representación de 18 senadores que obtuvo en 2014, cuando estaba en su apogeo la alianza gubernamental. A hoy, sin embargo, el conservatismo se debate en un intermedio y no sabe si pueda mantener esa representación a costa del auge que viene teniendo el Centro Democrático en las encuestas.
El Partido Liberal, asimismo, está en el cuarto nivel de representación en el Senado, cuando creyó que en la campaña de reelección de Santos lograría unas mayorías holgadas. No fue así y no se sabe tampoco si el duro ocaso que está teniendo el gobierno del cual es soporte pueda tener una exposición electoral similar.
El partido en ascenso, por el contrario, podría ser Cambio Radical si logra traducir el auge del ex vicepresidente Germán Vargas Lleras en un viento de cola para su lista.
Aun así, es posible que Vargas Lleras, de candidato presidencial, no esté necesariamente interesado en meterse en el debate parlamentario cuando, por el contrario, lo que buscaría sería una coalición con diferentes sectores y así tratar de evitar la parlamentaria donde podría caer como en un ‘baúl de anzuelos’. En todo caso, con o sin su presencia directa, Cambio Radical tendrá que hacer un duro trabajo de orfebrería política en sus listas parlamentarias.
En la izquierda, en sus diferentes sectores, desde la Alianza Verde hasta el Polo Democrático, lo que se observa es una fuerte atomización proveniente de la división en la campaña presidencial. No se sabe si el “petrismo” presentará listas o si Clara López haga lo propio, ya por fuera del Polo Democrático. En el mismo sentido, todavía es prematuro saber si Sergio Fajardo tendrá representantes suyos en la Alianza Verde. En todo caso, esas curules no alcanzan un porcentaje importante del Senado, a diferencia de lo que ocurriría si se sumaran en un solo porcentaje todas las aspiraciones de este matiz que se deducen de sumar los rubros correspondientes de las encuestas presidenciales.
Queda Opción Ciudadana, que son cinco curules y todavía no se sabe cuál será su destino. Asimismo, las Farc entrarán con cinco curules automáticas en el Senado pero ello hará parte de un incremento en el número de escaños de esta corporación, pese a lo cual todavía no se sabe si habrá de cambiarse el umbral y la cifra repartidora en los comicios de marzo próximo.
En la Cámara de Representantes, por igual, la gran incógnita no está solo en las cinco curules automáticas para las Farc, sino en las 16 adicionales que se supone se escogerán en los territorios más impactados por la violencia. Circunscripciones que hasta el momento, parecerían prohibidas para los partidos establecidos y el de las Farc. Pero eso no obsta, a todas luces, para que unos y otras no actúen por interpuesta persona, sin que por lo demás se sepa hoy qué quiere decir los “movimientos sociales” a que se refiere el proyecto de acto legislativo para la creación de esos escaños temporales por ocho años. ¿Puede una asociación de ganaderos víctima de las Farc en esas zonas presentarse con candidato? ¿Pueden los indígenas como tales presentar aspirantes allí? ¿Qué quiere decir que se pueda votar doblemente, tanto por los partidos establecidos como por uno de un movimiento social?...
Sea lo que sea, en términos generales el gran reto tanto del CD como de Cambio Radical está en mejorar su exposición electoral en la Cámara de Representantes. Y del mismo modo los demás partidos políticos tienen el desafío de, al menos, no bajar su representación. Cambio Radical fue el gran triunfador de las pasadas elecciones para gobernadores y alcaldes. De esta manera es posible que haga sentir esa diferencia en las próximas elecciones parlamentarias.
Las movidas presidenciales
Por lo pronto, es claro que al menos hay algunos componentes que sirven de puente y de factor determinador entre las elecciones parlamentarias y las presidenciales. El Centro Democrático ya definió que el expresidente Uribe volverá a encabezar la lista senatorial pero, a su vez, está comprometido en una eventual consulta popular para definir candidato presidencial, más allá de una convención o una encuesta, que son las otras alternativas.
Los partidos Conservador y Liberal, por su parte, tienen ese mecanismo de consulta popular a la mano. El liberalismo ya dijo que era el procedimiento a seguir, en el cual ya están anunciados Juan Manuel Galán, Juan Fernando Cristo, Viviane Morales y Luis Fernando Velasco. Humberto de la Calle, quien por lo pronto aparece sorpresivamente abajo en las encuestas, se ha mostrado reticente a participar de ese mecanismo. Sin embargo, el jefe de esa colectividad, Horacio Serpa, sigue aferrado a la idea. La nueva pata que le sale al gato es si Clara López, salida del Polo Democrático, participaría de esa consulta liberal o se mantendrá al margen para una coalición posterior.
Dentro del Partido Conservador, con miras a las parlamentarias, también existe la posibilidad de la consulta popular en cabeza de los hasta hoy precandidatos Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez, prácticamente empatados en las encuestas. En este caso la incógnita radica en Luis Alfredo Ramos, que bien podría participar de la consulta popular del Centro Democrático, partido del que es afín, o en el Partido Conservador, del que es un viejo conocido.
En el partido de La U las cosas, como se dijo, están por el momento difíciles tanto en cuanto los candidatos que hasta ahora se han presentado, Roy Barreras y Juan Carlos Pinzón, son de los más baja adhesión en la opinión pública.
En la izquierda, de otro lado, la atomización se presenta de tal manera que aún no se sabe si al fin y al cabo se generará una consulta, como la eventualmente anunciada entre Jorge Enrique Robledo, Antonio Navarro, Claudia López y Fajardo. Tampoco se sabe si esta jalonaría las listas parlamentarias o si finalmente cada partido va a ir por separado.
El único candidato en firme a estas alturas de la contienda es, pues, Germán Vargas Lleras. No necesita de consulta ni de mecanismo alternativo, salvo por algún tipo de formalización, bien por Cambio Radical o avalado por un grupo de partidos.
De otro lado, se da, como se dijo, el curioso caso de que siendo el CD el partido más popular no tiene por el momento ningún candidato en firme, una vez Oscar Iván Zuluaga se apartó de la contienda presidencial, sin saberse si retornará a ella una vez aclarados los temas de Odebrecht. Y, de otra parte, también se da el caso de que el partido de La U, es decir el partido de gobierno, tampoco tiene candidato, pero en esta ocasión por la vía de la impopularidad gubernamental.
Por el momento pues parece avanzar a mayor ritmo la campaña presidencial. Sin embargo, en el trasfondo palpita la campaña parlamentaria y las consultas populares que puedan estar paralelas a ellas.
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