Hostales, preferidos por extranjeros | El Nuevo Siglo
Jueves, 12 de Mayo de 2016

CRÓNICA. Pisos de barro, techos en madera, hamacas en los pasillos e infinidad de plantas, rodean el ambiente de las casas de paso, mejor conocidas como hostales, cuya arquitectura tradicional y ubicación llama la atención de extranjeros que a diario aterrizan en Bogotá, una parada necesaria antes de embarcarse a conocer Colombia.

 

La carrera segunda, entre calles 9ª y 13ª, en La Candelaria, agrupa un buen número de hospedajes de dicho estilo, pues es el preferido por  los turistas aventureros que pernoctan por una, dos o máximo 3 noches en la capital, mientras comienzan su ruta hacia destinos nacionales como San Andrés, Huila, el Nevado del Cocuy (Boyacá), San Gil (Santander), el Eje Cafetero, Santa Marta, Medellín y Amazonas, entre muchos más.

 

Irene Arellano, una turista proveniente de Perú, indicó que el secreto en encontrar un “hostel” a gusto es verificar la calificación que este registra en internet, pues el voz a voz y este tipo de valoraciones, son la mejor publicidad para este servicio.

 

“Llegué a Colombia por un par de semanas, el lugar donde me hospedé lo encontré por una página web que es hostel World. Buscaba algo tranquilo en Bogotá, un lugar lindo y este tenía muchas recomendaciones por el servicio, la limpieza, la amabilidad de las personas y lo cerca que está de las cosas bonitas de la ciudad, por eso me fui Aalegría´s Hostel”, afirmó emocionada.

 

El ambiente de lugar es muy tradicional, pues desde sus camas, algunas elaboradas en guadua y el conjunto de comedor o sala en madera rústica, dan una identidad propia de las casas de La Candelaria y del estilo de comodidad que los forasteros buscan.

Norteamericanos, europeos, asiáticos y latinos, son quienes mayormente se alojan en estas pintorescas casas, existentes desde hace casi 12 años, con nombres poco comunes, tales como Sue, Fátima,  Alegria’s, La Casa de Alí, Anandamayi, Aventureros de la Candelaria, entre muchos más.

Margarita León, funcionaria de una de estas casonas, indicó “esta zona es muy apetecida por los extranjeros, porque en La Candelaria encuentran de todo. Este hostal está rodeado de  museos, universidades, restaurantes de todo tipo, bares y clubs”.

 

Más que los servicios que prestaría un hotel, en dichas casonas los turistas pueden acceder a lavandería, Internet y WiFi gratuito, llamadas locales gratuitas, desayuno gratuito y todo tipo de entretenimiento como televisión por cable, reproductor de DVD, películas, biblioteca, juegos e instrumentos musicales.

 

Los precios también son llamativos, pues se puede conseguir acomodación individual o compartida y según el estilo de habitación y de hostal oscilan entre $25 mil y 90 mil pesos. “Hay mucha afluencia de personas, siempre está llegando alguien nuevo, además es muy curioso porque los cuartos son individuales, pero también hay para compartir, todos son mixtos. El comedor y el baño son compartidos y eso hace un ambiente familiar.  La casona en sí es preciosa, entonces realmente muy lindo, queda uno encantado”, resaltó Irene.

 

Cada detalle en estas casonas es muy propio de Colombia, desde el desayuno (chocolate, queso, tamal, empanada, arepa, huevos o café), la música (vallenato, salsa y de cuerda), hacen juego con los patios y jardines, que en algunos casos tienen la típica fuente de piedra, ubicada en los principales parques de nuestro país.

 

“El hostel es el punto perfecto para descubrir Bogotá. Es el lugar ideal para conocer a otros viajeros y compartir experiencias ya sea en las hamacas bajo el sol, haciendo grupos para salir de rumba, compartiendo en la cocina, en el espacio de cómputo, la barbacoa o los mismos cuartos, porque algunas habitaciones tienen hasta de a 4 camarotes”, cuenta Milena.

 

Por su parte, Irene afirma que la atención y confianza que allí les brindan es tal, que se les olvida el paradigma con el que sus conocidos de sus países de origen los invaden, “cuando llegué tipo 10:30 p.m., nos atendió un chico muy alegre, tomamos confianza, el cuarto era muy lindo, tienen dos perros hermosos que son parte de la casa. Soy muy preguntona, y quienes me atendieron eran demasiado amables, me ayudaron a conseguir tiquetes para el teatro, para el restaurante, para ir a la Catedral de Sal y siempre  están a disposición tuya el 100%, me hacen sentir súper bien, súper atendida”, dice la viajera. 

 

Sobre la ubicación del hostal, la turista indica que “así me hubieran dicho que esta no era la zona más nice de la ciudad, este hospedaje en el centro me permitió conocer una parte de Bogotá que de otra forma no hubiera podido conocer”.

 

Por otra parte, Erik, un alemán que pasará tan sólo una noche en el segundo piso de uno de los camarotes de la Candelaria, pues al día siguiente saldrá hacia Medellín, indicó que “la hospitalidad de los administradores, la buena comida bogotana y la magia de este sector, me han hecho cambiar de opinión, así que haré mi gira por las otras ciudades, pero mínimo tengo que volver aquí por 3 días más, todo me pareció muy lindo y debo conocer aquí más”, asegura.

 

“En este día que he estado aquí, compartí habitación con una chica mexicana, uno de Brasil y un visitante de Australia, hicimos una linda amistad y seguro que nos ayudaremos entre sí para conocer nuestros lugares de origen”, resalta Erik.

 

Versión que corrobora la funcionaria, pues los turistas se llevan tan buena imagen de este tipo de sitios, que la han invitado prácticamente a todos los continentes con el fin de hacer turismo, pero según ella, aunque queda con la espinita de hacerlo, le queda un poco complejo por los gastos. “A diario se reciben muchos turistas, digamos que un estimado entre 6 y 12, no importa la época y pues  así como vienen personas aventureras, los que llamamos mochileros, también vienen de altos cargos, eso le dicen a uno, pero casi todos son descomplicados y queda uno con amistades y con invitaciones abiertas”, dice. 

 

Por eso y si se da una vuelta por la Candelaria, no se le haga extraño cruzarse con un alto número de extranjeros, pues vienen a apreciar la arquitectura y las calles de color que inclusive los mismos bogotanos poco conocen.