El debate sobre el control de armas vuelve. Algunos congresistas pidieron una acción inmediata del legislativo, pero se sabe que detrás hay muchos intereses en juego. Uno de ellos: que Trump y varios políticos fueron o son apoyados por la industria armamentista
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A RAÍZ del tiroteo más letal de la historia reciente de Estados Unidos ocurrido el domingo en Las Vegas, Donald Trump deberá enfrentar nuevos cuestionamientos a la venta de armas de fuego en Estados Unidos.
Las autoridades no vinculan por el momento la matanza -que dejaba al menos 58 muertos y 515 heridos- al terrorismo internacional, pese a que fue reivindicada por el grupo Estado Islámico (EI).
El autor de los disparos, que se suicidó, tenía en su poder más de diez fusiles en la habitación del hotel desde donde abrió fuego.
En una breve alocución desde la Casa Blanca, el presidente denunció un acto que representa "el mal absoluto" y llamó a Estados Unidos a mantenerse unido y a orar. Pero no dijo ni una palabra sobre las armas de fuego. Poco después, su portavoz, Sarah Huckabee Sanders, opinó que era "prematuro" emprender ese debate.
A pesar de que la investigación recién comenzó, los adversarios demócratas del presidente estadounidense ya exigen, cualesquiera hayan sido las motivaciones del homicida, una modificación de la legislación sobre armas, tema que suscita virulentas pasiones en Estados Unidos.
Apoyado en la campaña electoral por la mayor organización estadounidense defensora del derecho a poseer armas de fuego, la National Rifle Association (NRA), Donald Trump siempre fue un feroz defensor de la Segunda Enmienda de la Constitución, objeto de ásperas discusiones sobre su interpretación, que estipula que no se puede atentar contra "el derecho del pueblo a tener y portar armas".
Algunas horas después del drama, su exrival demócrata, Hillary Clinton, pidió un debate de fondo sobre las armas. "Nuestra pena no es suficiente. Podemos y debemos dejar la política de lado, enfrentar a la NRA y trabajar juntos para intentar que esto no vuelva a ocurrir", escribió en Twitter.
"Siempre hay (personas que matan) con historias y motivaciones diferentes, su trágico elemento en común es tener armas poderosas", destacaba por su lado Ben Rhodes, exasesor de Barack Obama, quien intentó en vano que el Congreso legislara sobre el asunto.
Masacre tras masacre, los demócratas no dejaron de intentar hacer más estricta la legislación sobre la venta de armas, pero los republicanos lograron hasta ahora actuar en bloque y oponerse a cualquier limitación.
Las encuestas de opinión indican que la mayoría de los estadounidenses son favorables a un endurecimiento de la legislación.
"Un amigo en la Casa Blanca"
Donald Trump no ha dado hasta ahora ninguna señal de que fuera a cambiar su postura, que entusiasma a su base electoral más fiel.
"Tienen un auténtico amigo en la Casa Blanca (...). Ustedes me han apoyado, yo los voy a apoyar", declaraba 100 días después de su llegada al poder en una insólita comparecencia de un presidente en ejercicio ante la NRA.
Durante la campaña ya había ido lejos en su argumentación, cuando usó el contra ejemplo del régimen francés, muy restrictivo, afirmando que los atentados del 13 de noviembre en París no hubieran sido tan letales si la ley fuera diferente.
Para ganarse la simpatía de miles de miembros de la NRA, Trump recuerda regularmente que dos de sus hijos son socios de esa entidad desde hace años. "Tienen tantos fusiles y armas que a veces hasta yo estoy un poco preocupado", contó alguna vez entre risas.
El lunes de mañana el senador demócrata Chris Murphy, de Connecticut, donde en diciembre de 2012 tuvo lugar la masacre de la escuela de Sandy Hook, en Newtown, manifestó su enojo.
"Es sencillamente exasperante que mis colegas en el Congreso tengan tanto miedo a la industria de las armas que pretendan que no hay ninguna solución política a esta epidemia". "Es hora de que el Congreso se mueva y haga algo", agregó.
Nancy Pelosi, líder de la bancada demócrata en la Cámara de Representantes, escribió al líder republicano Paul Ryan, para reclamarle la creación de una comisión que proponga "una ley razonable para ayudar a poner fin a esta crisis".
Paddock, “un tipo normal”
Stephen Craig Paddock era un jubilado de 64 años que vivía junto a un apacible campo de golf cerca de la capital del juego, adonde le gustaba ir a apostar.
Su padre estuvo en la lista de los más buscados por robo a bancos en los años 1960. Pero él no tenía antecedentes penales, ni historial de enfermedades mentales, ni especial pasión por las armas, aseguró su familia, aún en shock.
Paddock, que según las fotografías divulgadas tenía bigote y barba canosa recortada, fue hallado muerto, posiblemente se suicidó.
"¿Dónde diablos recibió armas automáticas? No tenía antecedentes militares ni nada de eso", dijo su hermano Eric a CBS News. "Era un tipo que vivía en una casa en Mesquite, que iba y jugaba en Las Vegas. Hacía cosas. Comía burritos".
Mesquite es una pequeña ciudad cerca del límite entre Nevada y Arizona, a unos 130 kilómetros de Las Vegas.
Paddock vivía en una residencia junto a un campo de golf y no tenía afiliación política o religiosa, según su hermano. Tampoco era "un tipo ávido de (usar) una pistola". "Era apenas un tipo normal. Algo se quebró en él, algo ocurrió", afirmó.
Amaq, órgano de propaganda del grupo Estado Islámico (EI), dijo el lunes que Paddock era "un soldado del EI", que se había "convertido al Islam hace algunos meses".
"El autor del ataque en Las Vegas es un soldado del Estado Islámico. El realizó la operación en respuesta" a los llamados a atacar a los países involucrados en la lucha contra el Estado Islamico, dijo Amaq, sin respaldar su afirmación. Muy rápidamente el FBI descartó un vínculo así.