Golpes a Farc y narcos: qué tanto creer a Chávez | El Nuevo Siglo
Martes, 5 de Junio de 2012

Hay tres formas de evaluar qué tanto la nueva era de relaciones cordiales entre Venezuela y Colombia ha contribuido, efectivamente, a combatir los factores generados de violencia en nuestro país.

Una primera es basarse exclusivamente en un enfoque meramente cuantitativo. Es decir, en comparar los resultados entre lo que ocurría en el gobierno Uribe, cuando el enfrentamiento político y diplomático con la administración Chávez estaba al máximo nivel, y lo que se registra a partir de que el presidente Santos, apenas cuatro días después de su posesión el 7 de agosto de 2010, decidió pasar la página con Caracas y restablecer las relaciones, incluso con visita a bordo del mandatario venezolano a Santa Marta, en donde prometió que no toleraría en su territorio ningún elemento armado colombiano, ya fuera guerrillero, paramilitar o narcotraficante.   

Los resultados de esa nueva era favorecen ampliamente a la estrategia de Santos, quien así como por una “decisión política” decidió distensionar con Chávez tan pronto como llegó a la Casa de Nariño, también pudo por “decisión política” mantener la misma línea de enfrentamiento que mantenía su antecesor Álvaro Uribe, quien, dicho sea de paso, casi dos años después de ese cambio sorpresivo en la política internacional de Colombia aún no le perdona ese viraje.

En la era Santos-Chávez han caído en Venezuela importantes cabecillas de los grupos paramilitares no desmovilizados (alias Martín Llanos por ejemplo), del narcotráfico (alias Diego Rastrojo) y de la propia guerrilla (los alias Julián Conrado, Marquetaliano o el señalado jefe del portal web subversivo Anncol, alias Alberto Martínez)… (Ver recuadro).

La pregunta, entonces, es obvia: ¿si Santos hubiera seguido la misma línea de Uribe se habría logrado tal cantidad de capturas, deportaciones o extradiciones de peligrosos criminales colombianos en Venezuela?

Al tenor de los acontecimientos en el gobierno anterior, y la sana lógica, parece claro que no. Y allí es claro que la estrategia de la Casa de Nariño resulta más productiva y práctica.

 

La otra orilla

 

Una segunda óptica para abordar qué tan efectiva ha sido, en materia de cooperación contra el crimen trasnacional, la nueva era de las relaciones Bogotá-Caracas se basa no tanto en evaluar qué se logró, sino en lo que recalcar lo que no se ha hecho.

Para quienes defienden esta tesis, propia del discurso del uribismo radical y la oposición antichavista, los golpes a los ex paramilitares, capos y las llamadas Bacrim (a las que el chavismo siempre asocia con aliados de sus enemigos internos y externos) terminan siendo sólo una estrategia del Palacio de Miraflores para tratar de distraer la atención del que continúa siendo el problema principal en la relación entre Colombia y Venezuela: el refugio o complicidad con las Farc en el vecino país.

En este marco circunstancial es claro que si bien las autoridades venezolanas han capturado y deportado algunos guerrilleros a Colombia, se trata de subversivos rasos y uno que otro mando medio, pero que en casos de mayor significación como el del cabecilla Julián Conrado -detenido pero no entregado a nuestro país- hay una clara dilación para no someterlo a las autoridades de nuestro país.

Se sostiene, por igual, que esos pocos casos de golpes a las Farc no ocultan las denuncias reiteradas en torno a que varios de los principales cabecillas de las Farc, como el propio Iván Márquez o el ahora máximo comandante, alias Timochenko, se encontrarían refugiados en Venezuela, con nuevas identidades e incluso protegidos por personal de organismos de seguridad al servicio directo de Chávez.

Igual casos como el ataque el mes pasado a una patrulla del Ejército en zona rural de Maicao, luego de lo cual los guerrilleros habrían huido por la frontera hacia Venezuela, siguen dando pie a las sospechas de que las Fuerzas Armadas del vecino país saben en dónde están los campamentos subversivos en su territorio pero no los atacan.

Tampoco se ha sabido nada respecto a que desde hace varios años la mayoría de la cúpula del Eln, con los alias Nicolás Rodríguez, Antonio García y Pablo Beltrán a la cabeza, estaría también en Venezuela, movilizándose libremente y con nuevas identidades.

Es más, días atrás el sacerdote, periodista venezolano y connotado antichavista, Pedro José Palmar, denunció que en la hacienda Mata de Parva, en el Estado Barinas, cuyo propietario es Adán Chávez (hermano del Presidente), estaría el jefe guerrillero y otros subversivos de las Farc. “Parte del Secretariado vive en Venezuela”, dijo Palmar, quien incluso aseguró que han visto a Timochenko paseándose por el lugar.

 

Entonces…

 

Una tercera forma de evaluar cómo le ha ido a Colombia en esta nueva era con Venezuela parte de la base de tomar una posición más intermedia, toda vez que, así no lo diga públicamente, el gobierno Santos sabe que en territorio del vecino país se esconde parte de la cúpula subversiva y ello sólo es posible si tiene algún grado de complicidad y connivencia con algunos sectores militares y gubernamentales chavistas.

Además, es claro que la situación de orden público se ha deteriorado en la zona fronteriza en el último año, al tiempo que Venezuela cobra cada vez más protagonismo en el narcotráfico, ya sea en materia de ‘narco-rutas’ como de carteles internos organizados e infiltrados en el Estado del vecino país.

Sin embargo, al poner en la balanza lo que se ha logrado en la era de la distensión Santos-Chávez, frente a lo registrado en la crisis Uribe-Chávez, es claro que hay que apostar por la primera, pues da más resultados y algunos de ellos muy significativos.

Y ello no significa caer la ingenuidad o que se cree ciegamente en las posturas públicas y diplomáticas de Bogotá y Caracas. No hay que olvidar que Santos como Ministro de Defensa del mandato Uribe y ahora Presidente tiene información privilegiada sobre hasta dónde llegan los nexos de las Farc en Venezuela.  E Igual Chávez sabe quién es Santos, su pasado antichavista y no olvida que fue bajo su orden que se lanzó la operación en la frontera ecuatoriana contra alias Raúl Reyes.

Ambos gobiernos saben de las dudas y reservas mutuas, pero también tienen claro que, por estrategia política interna y geopolítica coyuntural, lo que más les conviene es no caer en el enfrentamiento y la crisis bilateral. Un debilitado Chávez es consciente de que la oposición utiliza el tema Farc para minar aún más su campaña reeleccionista, y Santos ve en las críticas uribistas algo muy similar de cara a 2014.

La distensión conviene a ambos y por eso hay avances en lo político, lo comercial, lo geopolítico y, dada lo delicado del tema a lado y lado, lo militar y de seguridad. Sin resultados no hay credibilidad en ningún país. Obviamente falta mucho y hay muchas dudas y desconfianzas, pero lo logrado hasta el momento no es desestimable.