Viernes, 24 de Junio de 2016
Si fuera por Escocia, que votó contra el Brexit en su totalidad, el Reino Unido se hubiera quedado en la Unión Europea (UE). Pero los votos del norte de la isla no fueron suficientes. El Brexit ganó con una diferencia de más de 2% sobre la permanencia, vapuleó al espíritu unionista europeo y puso a tambalear a los mercados, con la peor caída de la libra frente al dólar en tres décadas.
Nigel Farrage, el principal precursor de la iniciativa, declaró el 23 de junio “un día de la independencia” y dijo que ahora “me atrevo a soñar con un Reino Unido autónomo". El espíritu aislacionista, ese tan incrustado en el ciudadano inglés, pudo más que las cartas de más de 30 premios nobeles de economía que avizoraban una catástrofe económica si triunfaba el Brexit.
Obreros, pescadores y agricultores ingleses votaron masivamente desde la esquina suroccidental de Canterbury hasta la frontera meridional de Sunderland por abandonar la Unión Europea. En su opinión Bruselas, sede de la organización, impone un modelo comercial que impide el desarrollo del agro y la pesca, representa costos muy altos de afiliación e impone reglas a favor de la libre circulación que permiten la masiva ola de migrantes.
El nacionalismo, pues, se tomó Reino Unido. Farrage, el líder del partido ultranacionalista UKIP, fue el artífice del triunfo del Brexit, demostrando que en Europa empieza una tendencia que parece irreversible: la descomposición de un discurso continental.
Los problemas que aquejan a los ingleses son los mismos a los que se enfrenta un holandés, un italiano, un rumano. En la mira están puestos los migrantes, culpables desde su perspectiva de las altas tasas de desempleo, y la alianza franco-alemana dominante en Bruselas que se asienta en un bonapartismo de reglas inmodificables y una austeridad al mejor estilo “bismarckiano”.
El inglés, como se demostró estos últimos meses, no quiere que Bruselas estipule qué productos puede importar, cuáles puede exportar y cuántos refugiados debe recibir por la crisis de refugiado. Desea, por el contrario, la posibilidad de dominar su política económica y social al gusto del régimen parlamentario que gobierna su país.
Este deseo, sin embargo, esconde una serie de mentiras. Una de ellas es: ¿qué tan cierto es que Reino Unido no fue, porque ya salió, autónomo cuando estaba en la UE? Los expertos en reiteradas ocasiones explicaron que el 98% del presupuesto nacional era manejado por el parlamento quien a su vez tenía una capacidad de decisión, casi, total.
Pero el llamado de Farage y Boris Johnson, exalcalde de Londres, fue más sólido y sirvió para darle vía libre a los discursos antieuropeístas en el resto del continente. Marine Le Pen, cabeza del ultraderechista Frente Nacional en Francia, anunció que el referendo celebrado por Reino Unido debía hacerse en cada país de la UE.
A Farage y a Le Pen se le unen una serie de líderes que buscan lo mismo: independencia de la UE. En Holanda, Suecia y Dinamarca, los partidos nacionalistas están bogando por citar al pueblo y convocarlo votar sobre la permanencia de sus países en el bloque económico. Ahora con el Brexit hecho realidad dicen que es una cuestión de tiempo que, como fichas de dominó, desaparezcan los valores unionistas y renazcan las viejas divisiones que existieron en el continente por varios siglos.
Cameron, acorralado
Aparte de la Unión Europea, David Cameron se convierte en otra de las víctimas del Brexit. Temeroso, pero en cierta medida confiado por los acontecimiento de los últimos días, el primer ministro tendrá que enfrentar las negociaciones con Bruselas con una mano adelante y otra detrás ante el inminente juicio que seguramente le abrirá el Partido Conservador en el parlamento.
Cameron no creía que iba a perder. No estaba en sus planes. Sabía que los sondeos estaban muy reñidos, pero confiaba que la estrategia de ampliar el registro de votantes dos días más le iba a traer más votos; tristemente la muerte de la diputada laborista Jo Cox, quien estaba en contra del Brexit, también incrementaba la confianza en una posible victoria.
Pero su deseo europeísta se disolvió el 23 de junio y ahora tendrá que afrontar un juicio político que, como en 1990, le costó el gobierno a Margaret Thatcher, opacando su exitosa gestión al mando de Gran Bretaña por 15 años.
Entrañable amigo y ahora incómodo rival, el encargado de liderar el juicio probablemente será Boris Johnson, quien salió de la alcaldía de Londres para hacer campaña a favor del Brexit y ahora se perfila como futuro sucesor de Cameron en Downing Street.
¿Saldrá antes de lo acordado del gobierno? Por el momento no se sabe. Lo que se conoce es que incrementará los impuestos para sopesar la salida de la UE, tal como lo presupuestó su ministro de finanzas.
Hace unas semanas Barack Obama visitó Hannover, le pidió a los ingleses que votaran por la permanencia y dijo que la UE había sido unos de los éxitos políticos y económicos más importantes de la historia contemporánea ¿Sobrevivirá aquel proyecto que unificó a Europa tras siglos de guerra?