Farc: voluntad de guerra | El Nuevo Siglo
Domingo, 14 de Junio de 2015

Mientras que todo el país le exige a las Farc que cesen su escalada terrorista y que de no hacerlo la continuidad del proceso de paz estará en peligro, la guerrilla responde demostrando que sí tiene voluntad… pero voluntad de guerra.

Una ofensiva que no sólo se ha concentrado en los ataques a la infraestructura eléctrica y petrolera, dejando a Tumaco, Buenaventura y Caquetá a oscuras, sino que ya el jueves pasado arrojaba tres policías asesinados en Cauca, pero que tuvo el viernes su golpe más duro, cuando un comando subversivo atacó con explosivos la camioneta en donde se movilizaba el comandante de la Policía de Ipiales, coronel Alfredo Ruiz Clavijo, dejándolo malherido, para luego rematarlo con tiros de gracia.

¿Qué buscan las Farc? Son varias las hipótesis sobre el tapete. La primera se refiere a que están respondiendo por la vía del terrorismo y ataques  aislados a blancos policiales y castrenses la ofensiva de las Fuerzas Militares que hace tres  semanas dejó más de 40 subversivos abatidos, entre ellos tres cabecillas, siendo ‘Jairo Martínez’, integrante del ‘estado mayor’ y ex delegado en La Habana, el más importante.

Como se recuerda a raíz de esos ataques y bombardeos de la Fuerza Pública, las Farc levantaron la tregua unilateral que habían declarado en diciembre y empezaron a desatar una escalada terrorista en todo el país, que, paradójicamente, se ha basado en derribar torres eléctricas, derramar petróleo y explosionar tramos de oleoducto, pero con pocos combates directos con las tropas oficiales. Incluso el ataque al coronel, fue una típica emboscada al estilo de golpear y huir.

En ese orden de ideas, las Farc lo que estarían haciendo es responder militarmente, bajo la lógica de que se negocia la paz en medio del conflicto.

De efecto interno

Una segunda hipótesis se basa en que la cúpula negociadora en La Habana ordenó esta respuesta violenta para demostrarle a sus propias filas que por más que se esté buscando una salida política a la guerra, los golpes que les aseste la Fuerza Pública, sobre todo si son tan duros como los de hace tres semanas en Cauca y Chocó, serán respondidos con igual o más dureza.

No hay que olvidar que existe una facción ‘dura’ de las Farc que no cree en la utilidad del proceso de paz y en más de una ocasión ha pedido al ‘Secretariado’ y la delegación en Cuba que se levanten de la Mesa o condicionen su permanencia en la misma a amplias cesiones inmediatas del Estado.

Una tercera hipótesis sugiere que las Farc están desatando esta escalada terrorista como una fórmula para poner contra la pared al gobierno Santos y forzarlo a que acelere las negociaciones para un cese el fuego bilateral, temporal y sin desarme.

Como se sabe, el Ejecutivo, sobre todo después de que las Farc rompieran su tregua unilateral a mediados de abril, al asesinar a 11 militares en el Cauca, no sólo ordenó reanudar los bombardeos a los campamentos subversivos, sino que anunció que un cese el fuego bilateral sólo se daría al final del proceso, con carácter definitivo y desarme a bordo.

No son pocos los analistas que consideran que la guerrilla lo que está haciendo es ‘medirle el aceite’ al presidente Santos, que hoy por hoy, sin duda, se muestra más interesado en mantener el proceso de paz, que las propias Farc.

Incluso, hay quienes sostienen que la guerrilla sabe que el Primer Mandatario se encuentra en un momento complicado de su segundo mandato, pues su imagen y favorabilidad están por debajo del 30 por ciento, la economía se sigue desacelerando y hay una creciente insatisfacción social por cuenta de la inseguridad, el desempleo y otros fenómenos coyunturales. A ello se suma que la Casa de Nariño se encuentra presionada pues en menos de cuatro meses se enfrenta a unas elecciones regionales y locales que podrían cambiar el mapa político, debido a la irrupción en gobernaciones, alcaldías, asambleas y concejos del uribismo, que se ha convertido en el principal foco de oposición.

“… Las Farc saben que Santos está en uno de sus momentos más débiles y por eso decide presionar por la vía de la guerra para forzarlo a un cese el fuego en la Mesa… Perciben que Santos tiene en la paz su principal bandera y objetivo de gobierno, por lo que lo presionan hasta el extremo bajo la tesis de que no se atrevería a romper el proceso, más aun teniendo en  cuenta que la guerrilla no lo hizo cuando le mataron 40 subversivos y entre ellos dos cabecillas que habían estado en La Habana en la delegación negociadora”, precisó un parlamentario que hace parte de la Comisión de Paz del Congreso, y que pidió la reserva de su nombre.

Presionar y presionar

Una cuarta hipótesis se refiere a que las Farc, realmente, están buscando llevar el proceso a un punto crítico, con la paradójica idea de que la opinión pública y otros sectores del país están poniendo contra la pared al propio Santos, advirtiéndole que tiene que condicionar al máximo las gabelas en materia política y judicial para la guerrilla, en caso de que se firme el proceso de paz.

Esta hipótesis parte de la idea de que, según la guerrilla, el país ya no le teme a la capacidad militar, terrorista y desestabilización de las Farc, en parte por el efecto de la tregua unilateral de los últimos cinco meses (que aunque con violaciones puntuales, se cumplió en gran parte) y también porque desde que comenzó el proceso de paz muchos frentes y bloques disminuyeron su accionar militar en varias regiones.

Así las cosas, lo que en estos momentos estarían buscando las Farc es evidenciarle al país e incluso a la comunidad internacional que todavía son fuertes en el campo militar y que, por lo tanto, si se quiere firmar el proceso de paz, las cesiones en materia de cero cárcel, participación política sin limitaciones e inmediata, así como gabelas en otros campos deben ser amplias y sin mayores condicionamientos, por más que éstos estén señalados en la Constitución o en tratados internacionales como el Estatuto de Roma.

No hay que olvidar que las Farc en sus repetidas comunicaciones, entrevistas, declaraciones y demás vocerías siempre insisten en que no están derrotadas ni sometiéndose al Estado. Incluso, se quejan de que los enemigos del proceso de paz quieren ponerlos tras las rejas por largos años y limitarles cualquier participación en política. También insisten en que por más que hayan cedido en la Mesa en temas como el desminado humanitario, el no reclutamiento de menores de 17 años, reconocerse como victimarios y otras medidas de desescalamiento, la opinión pública “no valora” esos hechos.

Y la quinta y última hipótesis se refiere a que la guerrilla lo que está buscando es simple y llanamente llevar el proceso de paz a un punto crítico, así ello implique el riesgo de la ruptura definitiva, pues ya se dieron cuenta que la ciudadanía, que debe refrendar en las urnas los acuerdos, no va a ceder en sus exigencias de justicia y cesiones limitadas a la subversión, razón por la cual seguir insistiendo en La Habana sería una pérdida de tiempo para las Farc.

¿Punto de quiebre?

Ahora bien, si las Farc continúan atacando la gran pregunta es hasta dónde el ya de por sí escenario crítico del proceso de paz podrá resistir. De las encuestas de la semana pasada, que se hicieron antes del asesinato del coronel en Nariño, se evidencia que la opinión pública no está dispuesta a seguir dándole mucho más tiempo a la negociación y ya es mayoritario el porcentaje de consultados que considera que lo mejor sería romper las tratativas. Es apenas obvio pensar, que si los sondeos de opinión se hacen con posterioridad al acribillamiento del alto oficial, el respaldo al proceso será aún menor.

Es claro que la presión sobre el Presidente para que tome una decisión más drástica frente a las Farc seguirá en aumento y ya el margen de acción del Jefe de Estado para defender las bondades de una salida negociada al conflicto es muy estrecho. Ello quedó claro esta semana, pues los pronunciamientos del presidente Santos; el jefe de la delegación negociadora, Humberto de la Calle; el alto comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, y otros altos funcionarios, congresistas y defensores del proceso, llamando a mantener la esperanza en las tratativas de La Habana, más que generar reacciones de comprensión y apoyo, lo que hicieron fue dar lugar a un alud de críticas contra el Ejecutivo, acusándolo de débil y sin iniciativa en la Mesa.

Por más que el Papa Francisco, la Unión Europea y la comunidad internacional se muestren más activos para apoyar el proceso y la etapa del posconflicto, es evidente que el Gobierno ya no tiene el mismo panorama de un año atrás, cuando medio país apoyaba la continuidad de la negociación y el otro medio la criticaba.

Ahora, por cuenta de la propia improductividad del proceso (un año sin salir del punto 5: Víctimas), el cuello de botella en que se convirtió la búsqueda de un mecanismo potable de justicia transicional y la escalada terrorista de las Farc, esa polarización ha ido desapareciendo y es mayor el porcentaje de los contradictores de las tratativas.

A diferencia de las Farc, que no dependen de nadie para definir si se quedan o se levantan de la Mesa, el Gobierno tiene el eje de presión de la opinión pública y los voceros de los sectores políticos, sociales, económicos, gremiales y militares, que no sólo exhiben una alta desconfianza frente a lo que pasa en La Habana, sino que cada vez exponen con mayor claridad que la Casa de Nariño debe dejar de centrarse única y exclusivamente en el proceso de paz, porque hay otros frentes en donde los problemas son mayores y exigen la atención del Ejecutivo de manera urgente y eficiente. No son pocas las opiniones que coinciden en que el Gobierno se imbuyó en los temas de la negociación con las Farc y está descuidando otros flancos tanto o más importantes.

Como se ve, si bien el proceso de paz está acostumbrado a enfrentar coyunturas difíciles, la presente escalada violenta de las Farc se convirtió en uno de los puntos más críticos en los tres años largos de la negociación, tanto de la secreta  como de la pública. Por ahora toda la expectativa está en lo que defina el Gobierno frente al desafío violento que le planteó la guerrilla.