Farc sin Cano: ¿puntillazo final? | El Nuevo Siglo
Domingo, 6 de Noviembre de 2011

Hablar de una rendición o extinción automáticas de la guerrilla es tan ingenuo como creer que ésta puede amortiguar fácilmente un golpe tan fuerte como el perpetrado por la Fuerza Pública.

En 2008, tras la muerte natural de Manuel Marulanda Vélez, el abatimiento de Raúl Reyes en un bombardeo en la margen fronteriza ecuatoriana y luego el asesinato de Iván Ríos a manos de uno de sus escoltas, la previsión de muchos analistas era que el principio del fin de las Farc era inevitable.
Sin embargo, aunque el gobierno Uribe dio orden de redoblar todos los operativos contra el resto de los integrantes del Secretario de las Farc con el fin de diezmar esa cúpula y quebrar su ya debilitada capacidad de combate y aumentar la desmoralización del pie de fuerza subversivo, no se pudo seguir con la racha de golpes contundentes a la guerrilla.
Alfonso Cano se erigió entonces como el máximo comandante de las Farc, pese a que se creía que el sucesor de Marulanda sería Jorge Briceño Suárez, alias Mono Jojoy, considerado el jefe militar de esa facción subversiva.
Lo primero que hizo Cano fue ordenar un cambio de estrategia en las Farc, en el que se optó por volver a la llamada guerra de guerrillas, utilizando para los ataques e incursiones cuadrillas pequeñas y evitando movimientos y concentraciones guerrilleras significativas. Igualmente dio instrucciones para que los movimientos de los integrantes del Secretariado así como del Estado Mayor fueran lo más cautelosos posibles. Las comunicaciones se redujeron al mínimo con el fin de evitar que los rastreos de los equipos de Inteligencia militar revelaran la ubicación de los jefes. También se supo que el máximo cabecilla guerrillero pidió a otros jefes como Iván Márquez que se quedara en Venezuela por algún tiempo. El viejo mito de la ‘invulnerabilidad’ de la cúpula insurgente había quedado por el suelo.
En el último año del gobierno de la Política de Seguridad Democrática los esfuerzos por ‘cazar’ a Cano y golpearlo en todo el área de influencia del ‘Bloque occidental’ de las Farc en Tolima, Huila y Cauca dio resultados positivos, pues poco a poco fueron cayendo los cabecillas de los frentes que estaban encargados de protegerlo en la accidentada geografía del Cañón de las Hermosas.
El anhelo del entonces presidente Uribe de terminar de matar a la “culebra herida” de las Farc, no se pudo concretar y con el pasar de los meses la tesis inicial de que el “principio del fin” le había llegado a esa guerrilla, se reversó.
El ‘repliegue estratégico’ parecía estar dando resultados, pues al rehuir al combate los distintos frentes dejaron de sufrir fuertes golpes a manos de la Fuerza Pública. Aún así los informes de Inteligencia del Ejército indicaban que el nivel de desmoralización de los guerrilleros era muy alto, al tiempo que los índices de deserción.
El cambio de gobierno en Colombia cogió a las Farc en una especie de resurrección lenta en algunas regiones, y si bien Uribe, el hombre de la mano dura contra la guerrilla dejaba el poder, lo asumía Juan Manuel Santos, quien como Ministro de Defensa ordenó el ataque a Reyes en la frontera ecuatoriana.

Largo camino

Sin embargo, antes de cumplir sus primeros 100 días en el poder, Santos asestó a las Farc el que hasta ese momento se podía considerar su más fuerte golpe: a mediados de septiembre, en las selvas de La Macarena, fue abatido durante un bombardeo el Mono Jojoy, el más radical de los jefes militares de la guerrilla.
Era claro entonces que este golpe marcaba un antes y un después en las Farc, pues Jojoy tenía más ascendiente y credibilidad más alto que Cano dentro de las Farc.
Es más, ya para entonces algunos cabecillas subversivos estaban pidiendo que Jojoy asumiera la jefatura militar de las Farc, pues a Cano se le veía como más como un ideólogo y de perfil político, que como un comandante militar.
Se dijo, entonces, que la guerrilla estaba en un punto de inflexión, agonizante y que, por lo tanto, era necesario arreciar los combates en todo el país para darle el “puntillazo final”.
Sin embargo, así como le ocurrió a Santos, la seguidilla de golpes a las Farc no se pudo masificar y con el pasar de los meses se empezó a hablar de que Cano, a quien las tropas le seguían los pasos de cerca en el sur del país, había dado la orden a los frentes de empezar a perpetrar atentados y atacar la campaña electoral para ganar más escenario político, al tiempo que insistía en pedirle al Gobierno que abriera una ventana para un diálogo de paz. En ese momento la tesis fue que la subversión estaba empezando a respirar de nuevo y que todos los pronósticos sobre el pronto fin de las Farc eran desatinados.
La orden gubernamental fue clara: redoblar las operaciones conjuntas entre Ejército, Fuerza Aérea, Policía y Armada en el suroccidente del país para capturar o abatir al máximo jefe de las Farc.
Y fue precisamente en desarrollo de las mismas que las tropas lograron ubicarlo en zona rural de Suárez (Cauca) y allí fue abatido el máximo cabecilla subversivo.
¿Y ahora?
Como pasó con los casos de las muertes de Marulanda, Ríos, Reyes y Jojoy, tras el abatimiento de Cano la pregunta obligada es: ¿ahora sí las Farc están en proceso de extinción?
Dar una respuesta a ese interrogante no es fácil. La guerrilla ha demostrado, tras sufrir esos grandes golpes, una gran capacidad de amortiguación. Sin embargo, una cosa es perder un cabecilla emblemático y otra muy distinta verlos caer de manera progresiva. No sólo se evidencia la debilidad y vulnerabilidad de la cúpula, sino que el continuo cambio de mandos y directrices a los frentes, mandos medios y guerrilleros de base impiden que se pueda formular un ‘plan de guerra’ a mediano plazo.
¿Habrá un nuevo jefe único? Es claro que el Secretariado tiene ahora seis titulares, pero ninguno de ellos con el suficiente carisma, ascendiente, poder de mando y credibilidad que poseía Cano o Jojoy. Por más que se proceda lo más rápido posible a nombrar su sucesor, es claro que no hay un líder fuerte en las Farc con capacidad para asumir el mando único.
Iván Márquez, como se dijo, seguirá escondido en Venezuela. Entre el pie de fuerza subversivo no tiene mucho ascendiente pues consideran que vive tranquilo en el exilio mientras que el resto de jefes siguen combatiendo en el país.
Otros de los integrantes del Secretariado son los alias Timochenko, Joaquín Gómez, Fabián Ramírez (que se creía abatido por el Ejército meses atrás) o Wilson Valderrama (alias Médico). Se trata de cabecillas con perfil militar pero sin grandes operaciones contra la Fuerza Pública en su historial.
¿Habrá extinción lenta pero irreversible? Aunque las primeras hipótesis anoche hablaban de un puntillazo fatal a las Farc es muy apresurado apostar por esa alternativa. Lo que sí puede pasar es que los frentes opten por un nuevo repliegue táctico. Es decir, que se “enmonten” aún más y esperen allí mientras baja la temperatura del clima de orden público.
Lo que sí es innegable es que la desmoralización de los guerrilleros aumentará significativamente y que por la misma vía podría incrementar el volumen de desmovilizaciones. También existe el riesgo de que muchos frentes y cuadrillas al no tener un comandante general y aislarse aún más, terminen criminalizándose. Eso es lo que se conoce como “lumpenización” insurgente.
¿Habrá rendición? Difícilmente se puede pensar en un escenario en donde un gran número de guerrilleros decida deponer las armas y negociar algunas gabelas penales y penitenciarias. Lo que sí podría pasar es que algunos frentes o pequeñas porciones de éstos decidan entregarse a las autoridades.
¿Habrá un proceso de paz? Es muy tempranero predecir si los mandos sobrevivientes de la guerrilla se inclinarán por buscar una salida negociada al conflicto, ante la evidencia de que insistir por la vía armada es inútil, pues hoy por hoy no tienen ninguna capacidad de tomarse el poder por la fuerza de las armas, al tiempo que sus cabecillas están cayendo casi sistemáticamente.
¿Habrá una escalada terrorista? Es muy posible que algunos frentes se lancen a una oleada de ataques con el fin no sólo de ‘vengar’ la muerte de su máximo cabecilla, sino para tratar de demostrar que no es una organización ilegal acabada.
¿Y los militares y policías secuestrados? El temor frente a la integridad física de los más de 20 uniformados plagiados no es menor. Es claro que al no existir un mando fuerte en las Farc, los frentes que custodian a los cautivos podrían tomar algún tipo de represalia contra ellos.
Como se ve, la caída de Cano podría cambiar la ecuación de la guerra en Colombia. Lo mismo se dijo cuando murió Marulanda, fue asesinado Ríos, así como abatidos Reyes y Jojoy. Sin embargo, la guerrilla logró sobrevivir.
Es claro que la clave está en seguir golpeándola para llevar a pactar lo que los tratadistas llamada “la pax romana”, que no es otra cosa que debilitar al enemigo lo más posible para forzarlo a sentarse a la mesa de negociación, pero ni tanto a pactar grandes cambios, sino a tramitar una rendición decorosa.
Sin embargo, sólo a medida que vayan pasando las semanas se sabrá cómo quedaron las Farc y cuál es su capacidad de recuperarse. Por ahora, lo único cierto es que Cano ya no está…