“Señor Presidente, usted está invocando el orden y el orden es un principio conservador”, dijo Fabio Valencia Cossio a quien presidía un asamblea estudiantil en la Facultad de Derecho de la Universidad de Antioquia a principios de los años 1970. Había un dominio de marxismo radical y Fabio hacía parte de las minorías que pensábamos de modo diferente. Compartíamos la lucha por la libertad de cátedra y nos parecía grave que nos permitieran ver solamente una explicación de la historia y anticipar una única posibilidad de futuro. Y no pasaron muchos años para que cayera el muro de Berlín, colapsara la Unión Soviética y se abrieran las economías de China y Vietnam, sucesos que no pudieron ser avistados por nuestra generación, quizás por la razón de la carga ideológica y la presión violenta con que el comunismo tapaba sus desaciertos. Fabio actuó en la Universidad con la fuerza de la convicción que explica la ardentía de su carrera pública.
Fabio siempre ha luchado desde su partido Conservador y la perspectiva social de la Doctrina Social Cristiana. Con los doctores J. Emilio Valderrama y Juan Gómez Martínez tuvieron durante años uno movimiento popular de las huestes azules que se llamó el Progresismo Conservador. Su dedicada lucha le fue incrementando su ascendencia entre sus correligionarios que lo convirtieron en uno de los jefes más votados e influyentes. Después de mantener una línea de oposición a varios gobiernos liberales jugó un papel muy importante en la elección presidencial primero del doctor Belisario Betancur, y diez y seis años más tarde, del doctor Andrés Pastrana. Una de sus características es la entrega sin reservas a la causa que lo compromete, así sea en favor de un nombre que no es el suyo, como lo hizo en esas campañas presidenciales o en elecciones de alcaldes y gobernadores, o en los cargos del ejecutivo en los cuales tanto contribuyó a mi Gobierno como Embajador en Italia, Alto Consejero para la Competitividad y Ministro del Interior y de Justicia.
En las páginas de este libro el lector conocerá o repasará sus logros, entre los que vale la pena mencionar leyes de justicia que tramitó como Ministro, de tanta importancia como la reforma de agilización de procesos judiciales, que también hacía más expedita la extinción de dominio de la riqueza mal habida y avanzaba en la oralidad de los litigios laborales. Además, puedo recordar que en medio de las restricciones fiscales, el Ministro Valencia Cossio lideró decisiones para avanzar en la remuneración de servidores de la justicia. Sin embargo, encuentro más útil en este prólogo referir a otros aspectos del hijo de Don Luis Valencia, el maestro sobrio, recto y rígido de Montebello, Antioquia, y de Doña Elvira Cossio, la matrona amable y aguda, que calibraba al momento la intención y la personalidad de los innumerables comensales que pasaron por su casa, todos, de una u otra manera, vinculados a la política.
Los padres y los hermanos Valencia Cossio han sido una familia sólida, de causa común para el éxito y de solidaridad a toda prueba en la preocupación. Fabio condujo de manera ejemplar sus responsabilidades como Ministro de Justicia en medio del dolor por las dificultades de uno de sus hermanos. Los Valencia Cossio son hermanos que se quieren, se ayudan y se respetan y además se exigen entre ellos el más elevado compromiso de ciudadanos de bien.
Cuando los colombianos me eligieron Presidente de la República en la primera vuelta de las elecciones de 2002, ninguna limitación sentí para llamar a Fabio, entonces Embajador en Italia, a quien expresé que llegaba al Gobierno su mismo compañero de la Universidad de Antioquia de tantos años atrás. Me he preguntado: ¿Por qué nada me embargó en el recuerdo de haber ganado la Gobernación de Antioquia por menos de cinco mil votos si Fabio era el mayor responsable de mi cercana derrota?; y, ¿Por qué no tuve resquemores frente al director de la oposición a ese Gobierno Departamental?. En efecto, con el doctor Juan Gómez Martínez de Ministro, persona moral e intelectualmente ilustre, con Alfonso Núñez Lapeira como candidato, ciudadano de aquilatados valores y con Ramiro Valencia Cossio de Gobernador encargado, que ha pretendido negar su agudeza política, preparado, dinámico e inteligente, Fabio se constituyó en un obstáculo a aquella estrecha victoria. La escasez de esta tuvo otro ingrediente: acudí disciplinadamente a la Dirección Liberal a inscribir mi nombre para participar en una consulta que escogería el candidato único a la Gobernación, consulta que nunca se realizó, por lo cual debí ir a las urnas con otros dos candidatos liberales más el doctor Núñez Lapeira, candidato único conservador.
Las dos preguntas formuladas no pasaron por mi mente para llamar a Fabio horas después de la elección presidencial; surgen explícitamente en el momento actual, para redactar las líneas de este prólogo. Y como las cosas de la vida crean en muchos seres humanos la tendencia a proceder con espontánea intuición, esto es, sin meticulosa elaboración, mi intuición en el caso de la llamada a Roma era la misma que hoy ratifico: Fabio Valencia Cossio sabe hacer oposición con anuncio previo, directamente él y sin sorpresas, y con la misma espontaneidad se entrega a la causa de buen compañero.
A toda la familia Valencia Cossio, a los hijos y a Jacobo el nieto de Fabio mis parabienes en la publicación de este libro, testimonio de vida, intensa y alegremente consagrada a Antioquia y a Colombia”.
Álvaro Uribe Vélez.