LA noticia de la recaída cancerígena del gobernante de Venezuela, Hugo Chávez, se sintió en la política del país vecino como un tsunami, pese a que era algo previsible y lo habían anunciado desde un primer momento los médicos y expertos en ese terrible mal. La modalidad de gobierno de Chávez, de tipo unipersonal, al vaivén de sus caprichos y necesidades electorales, lo convirtió en uno de los mayores agitadores de masas de la región y sus actos de gobierno buenos o malos, sustentan la confusa esencia de la revolución chavista, cuyo fundamento se centra en el poderío “habilitante” del comandante y en fomentar la lucha de clases, con odio visceral contra el enemigo al que se debe eliminar: la oligarquía.
Lo curioso de la política venezolana es que a los mantuanos que produjeron a Bolívar, notable representante de la oligarquía caraqueña, al consagrarse la Independencia se les escapa de las manos el poder directo que tuvieron en tiempos coloniales. Páez, un caudillo que surge de las montoneras del llano irredento, irrumpe sable en mano. La oligarquía pierde el control político directo, escasamente influye en los distintos caudillos. El poder oligárquico periclita, sustentado en la propiedad agraria y el comercio, con una débil industria nativa, desde el momento en el cual el petróleo infla de manera descomunal las alforjas del Estado venezolano. Los viejos dictadores entregaron el crudo a las multinacionales, para actuar como rentistas. El demócrata Rómulo Betancourt, y su ministro Pérez Alfonso, renegocian el precio del crudo 50-50, con las petroleras. Carlos Andrés Pérez nacionaliza el negocio, mediante la compra de las instalaciones de las empresas extranjeras. PDVSA se convierte en la llave maestra del poder, en el ente más rico del país. Ese poder se regulaba mediante la alternación en el mando, entre Acción Democrática y los Social Cristianos, quienes repartían los contratos entre los grupos económicos que los habían apoyado y las grandes multinacionales del crudo.
La política se centra en dar el zarpazo a las regalías y distribuir las migajas entre los politiqueros. Los partidos desconocieron al estadista Arturo Uslar Pietri, quien predica la siembra del petróleo. Venezuela llegó a ser el primer productor mundial de crudo, con una empresa de Estados Unidos que no tenía más de 30.000 empleados. Los altibajos de la economía y los efectos perniciosos de diversos ensayos económicos de Acción Democrática y los Social Cristianos -éstos últimos acceden generalmente al poder con el crudo a la baja-cuando las cosas se tornaban desastrosas, se salvaba el país en tanto subía el precio del petróleo. La historia del siglo XX en Venezuela es la del negocio del crudo; lucha, que se libra formalmente como una justa democrática hasta que aparece en el escenario el comandante golpista Hugo Chávez. Para entonces, el gran y verdadero oligarca del país es PDVSA. Quien se apodere de la empresa es el dueño de Venezuela, como los jeques de Arabia Saudita. La lucha inicial que libra Hugo Chávez es contra los partidos tradicionales debilitados, a los que derrota cuando, amnistiado por Rafael Caldera, se lanza por primera vez a la arena política. Desde el momento que asume la conducción del país, su obsesión es disponer de los cuantiosos recursos del petróleo. Los directivos de PDVSA, por preservar la solvencia de la empresa lo confrontan y van al paro. Chávez, destituye a los mejores técnicos y resuelve manejar él mismo los cheques de las regalías. Así adquiere un poder sin antecedentes en Venezuela, y, chequera en mano modifica buena parte de la estructura política nativa e hispanoamericana; le da oxígeno a Cuba y salva a Nicaragua de la crisis económica, arma a Evo Morales, compra bonos de Ecuador y Argentina, mientras los venezolanos padecen necesidades como en Haití.
Carlos Marx habría dicho: Chávez sometió a los enanos burgueses de la política y como los antiguos sátrapas le puso grillos al bravo pueblo, con su prédica del socialismo utópico y odio a las oligarquías a cambio del asistencialismo estatal y otros beneficios populistas y promesas incumplidas. En torno de esos presupuestos y el denominado Socialismo del Siglo XXI, montó su formidable maquinaria de poder. Sustentada en el control antidemocrático de los organismos electorales, que pese a estar en los últimos años la mayor parte del tiempo convaleciente, como ausente o fuera del país, le permite ganar elecciones. Ahora, Chávez, según su confesión, al borde del sepulcro anuncia la continuidad del Régimen. Le pide al pueblo venezolano que, de fracasar le intervención quirúrgica que le harán en Cuba: “en ese escenario, que obligaría a convocar nuevas elecciones, ustedes deben elegir a Nicolás Maduro como Presidente de la República”. Ojo: Venezuela cuenta con las mayores reservas probadas de crudo del planeta, con 296.501 millones de barriles.