Decenas de miles de estudiantes, apoyados por profesores que completan más de tres semanas de huelga, volvieron a marchar este jueves por Santiago, intensificando la presión en contra de una reforma educativa instrumentada por el gobierno de Michelle Bachelet.
Tal y como lo vienen haciendo cada semana en el último mes, los estudiantes marcharon por el centro de Santiago, esta vez bajo la consigna "Que el gobierno no esconda la pelota", aprovechando la vitrina de la Copa América que se desarrolla en el país.
Con bombos, banderas y una camiseta gigante de la selección chilena -que el miércoles clasificó a las semifinales del torneo- los estudiantes coparon la arteria sur de la céntrica avenida Alameda, pasando por el frente de la casa de gobierno.
Tras un recorrido pacífico, cuando terminaba la manifestación, encapuchados se enfrentaron con la policía, en un guión que se repite al final de cada marcha estudiantil que esta vez, según los organizadores, reunió a unos 120.000 manifestantes.
"Exigimos al ministro (de Educación, Nicolás Eyzaguirre) respuestas más claras, paremos con la soberbia", reclamó Valentina Saavedra, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech).
Los estudiantes, que hace casi una década iniciaron sus reclamos en demanda de una educación pública, gratuita y de calidad, han intensificado su presión al gobierno de la socialista Michelle Bachelet, en busca de una reforma más profunda que la que ha delineado su gobierno.
"Ya no estamos dispuestos a tolerar que nos sigan metiendo el dedo en la boca el gobierno de los poderosos, de los ricos, de los mismos de siempre", reclamó a la AFP Nicolás Celis, un estudiantes que marchaba en Santiago.
Marchas similares se realizaron en el vecino puerto de Valparaíso y en Concepción, hasta donde se trasladó este jueves la presidenta Bachelet para inaugurar el estadio Ester Roa, sede de la Copa América.
En las afueras del recinto, un grupo de estudiantes increpó a la mandataria, que no hizo declaraciones sobre las demandas estudiantiles.
- Una compleja implementación -
Bachelet llegó al poder en marzo de 2014, con la promesa de reemplazar el modelo educativo legado por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), acogiendo una de las principales peticiones del poderoso movimiento estudiantil chileno.
Con un país con uno de los sistemas educativos más desiguales del planeta, donde sólo el 40% de la matrícula escolar estudia hoy gratis mientras que a nivel universitario es imposible hacerlo, su promesa llenó de esperanza a un extenso sector de la población.
Pero su implementación ha sido más compleja de lo esperado.
El año pasado, Bachelet logró la aprobación de una primera parte referida a la educación escolar, poniendo fin a la selección de estudiantes, la obtención de ganancias y de un "copago" de parte de los padres de alumnos que asisten a colegios subvencionados.
Pero por la presión de grupos de padres y dueños de estos colegios, la gratuidad en este tipo de colegios será gradual.
Para el próximo año, en tanto, la mandataria prometió la gratuidad para unos 260.000 estudiantes de instituciones de educación superior, donde están matriculados actualmente unos 1,2 millones de estudiantes.
Sin embargo, todavía el Ejecutivo no envía al congreso un proyecto para establecer la gratuidad universal de la educación superior que prometió establecer a partir de 2020.
Tampoco ha enviado al Congreso un proyecto que le quita a los municipios la administración de las escuelas públicas, para traspasarlas a un ente centralizado.
Los estudiantes han considerado insuficientes los cambios propuestos por Bachelet, y quieren ir más allá, planteando incluso la "gratuidad retroactiva" y la condonación de todas las deudas universitarias acumuladas.
En paralelo, los profesores resolvieron el miércoles mantener un paro indefinido que suma ya más de tres semanas, en rechazo de un proyecto de ley que regulará el ejercicio de la docencia que se discute en el parlamento.
Los maestros piden el retiro de la iniciativa, que vincula los incrementos salariales a evaluaciones periódicas de desempeño, para consensuar un nuevo proyecto de ley.
"No corresponde que los profesores no hayan participado en esa reforma, y son los principales actores de la educación", se quejó Jaqueline Henríquez, una profesora que marchaba en Santiago junto a los estudiantes.