ESPECIAL. Francisco y la pederastia | El Nuevo Siglo
Foto archivo Agence France Press
Miércoles, 23 de Agosto de 2017
Hernán Olano
Recientemente, ante una nueva pregunta sobre el tema, el Papa expresó: “Un obispo que cambia de parroquia a un sacerdote, cuando se verifica un caso de pedofilia, es un inconsciente, y lo mejor que puede hacer es presentar su renuncia. ¿Clarito?”. 

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Cuando Francisco, el lunes 7 de julio de 2014 celebró la Eucaristía en la Casa Santa Marta ante las víctimas de pederastia y les dijo: “Desde hace tiempo siento en el corazón el profundo dolor, sufrimiento, tanto tiempo oculto, tanto tiempo disimulado con una complicidad que no, no tiene explicación, hasta que alguien sintió que Jesús miraba, y otro lo mismo y otro lo mismo… y se animaron a sostener esa mirada”.

 

Es que esos actos reprobables cometidos por algunos sacerdotes y obispos que violaron la inocencia de menores y su propia vocación sacerdotal al abusar sexualmente de ellos ha sido una de las grandes preocupaciones recientes de la Iglesia.

 

La desesperación y la angustia emocional y espiritual, así como el sufrimiento de las familias que ha sido especialmente grave, ya que el daño provocado por el abuso, afecta a estas relaciones vitales de la familia.

 

Cuando en 2014 un periodista le preguntó a su regreso de Tel Aviv sobre este flagelo, Francisco le contestó: “Un sacerdote que hace esto traiciona el Cuerpo del Señor, porque ese sacerdote debe llevar al niño, a la niña, al muchacho, a la muchacha, a la santidad; y ese muchacho, esa niña, se confían, y él, en lugar de llevarlos a la santidad, abusa de ellos. ¡Y eso es muy grave! Es como… voy a hacer solo una comparación: ¡es como celebrar una misa negra!”.

 

El Santo Padre, en su regreso de México en 2016, ante una nueva pregunta sobre el tema, también expresó: “Un obispo que cambia de parroquia a un sacerdote, cuando se verifica un caso de pedofilia, es un inconsciente, y lo mejor que puede hacer es presentar su renuncia. ¿Clarito?”.

 
“Un sacerdote que comete esta falta traiciona el Cuerpo del Señor. ¡Es como celebrar una misa negra!”.

Ya Pablo VI, convencido de que la Iglesia debe iniciar un diálogo con el mundo con el que tiene que vivir, publica la encíclica Ecclesiam suam, pidiendo que la Iglesia profundice sobre la conciencia de sí misma, que corrija los defectos de los propios miembros y haga tender a estos a una mayor perfección y que la institución eclesial se pregunte ¿Qué tipo de relaciones debe establecer con el mundo que lo rodea, donde ella vive y trabaja? Esas relaciones deberían ser las de cercanía y con ella prudencia, vulnerada por muchos que se aprovecharon de la debilidad e indefensión de personas, que bien por inmadurez, por ignorancia, o por proceder de hogares destruidos, necesitaban de afecto, que se tradujo en atenciones de otro tipo, aunque no existe evidencia alguna de que los sacerdotes estén más inclinados a abusar de los niños que otros grupos de hombres.

 

Como lo señala Deal Hudson en Catholic.net, “Los obispos, comenzando con el papa Pablo VI en 1967, publicaron una advertencia dirigida a los fieles sobre las consecuencias negativas de la revolución sexual. La encíclica papal Sacerdotalis coelibatus (sobre el celibato sacerdotal), trató el tema del celibato sacerdotal en medio de un ambiente cultural que exigía mayor ‘libertad’ sexual. El Papa volvió a reafirmar el celibato al mismo tiempo que apelaba a los obispos para que asumieran responsabilidad por ‘los hermanos sacerdotes afligidos por dificultades que ponen en peligro el don divino que han recibido’. Aconsejaba a los obispos que buscaran ayuda para estos sacerdotes, o, en casos graves, que pidieran la dispensa para los sacerdotes que no podían ser ayudados. Además les pidió que fuesen más prudentes al juzgar sobre la aptitud de los candidatos al sacerdocio”.

 

En un gesto similar al de San Juan Pablo II al pedir perdón a los judíos, como hermanos mayores en la fe, por el Holocausto, Francisco, como ya lo había hecho Benedicto XVI, pidió perdón por los pecados de omisión por parte de líderes de la Iglesia que no han respondido adecuadamente a las denuncias de abuso presentadas por familiares y por aquellos que fueron víctimas del abuso, lo cual lleva todavía a un sufrimiento adicional a quienes habían sido abusados y puso en peligro a otros menores que estaban en situación de riesgo.

 

Desde el 2001, con la Carta Apostólica Motu Proprio data «Sacramentorum sanctitatis tutela», relativa a las Normae de gravioribus delictis reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe, determinó que los delitos más graves contra la moral, reservados al juicio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, son:

 

1º El delito contra el sexto mandamiento del Decálogo cometido por un clérigo con un menor de 18 años. En este número se equipara al menor la persona que habitualmente tiene un uso imperfecto de la razón;

2º La adquisición, retención o divulgación, con un fin libidinoso, de imágenes pornográficas de menores, de edad inferior a 14 años por parte de un clérigo en cualquier forma y con cualquier instrumento.

 

Ya en marzo de 2010, el papa emérito Benedicto XVI había realizado un acto similar al de Francisco, al escribirles una Carta Pastoral a los católicos de Irlanda, debido a la respuesta, a menudo inadecuada que han recibido las personas por parte de las autoridades eclesiásticas, para expresar su cercanía y proponer un camino de curación, renovación y reparación.

 

En los apartes de su carta, Benedicto XVI insistía en que: “Habéis sufrido inmensamente y eso me apesadumbra en verdad. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Vuestra confianza ha sido traicionada y vuestra dignidad ha sido violada. Muchos habéis experimentado que cuando teníais el valor suficiente para hablar de lo que os había pasado, nadie quería escucharos. Los que habéis sufrido abusos en los internados debéis haber sentido que no había manera de escapar de vuestros sufrimientos. Es comprensible que os resulte difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre, expreso abiertamente la vergüenza y el remordimiento que sentimos todos. Al mismo tiempo, os pido que no perdáis la esperanza”.

 

Desde que se comenzó a entender plenamente la gravedad y la magnitud del problema de los abusos sexuales de niños en instituciones católicas, la Iglesia ha llevado a cabo una cantidad inmensa de trabajo en muchas partes del mundo para hacerle frente y ponerle remedio, Francisco continúa por ese camino, animado por la gracia que debe estar en el perdón y en la reconciliación, válida para cualquier esquema de conflicto.

 

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