“Todo esto no lo podemos hacer solos. Necesitamos a más partidos”, fueron las palabras de Albert Rivera tras finalizar la reunión con Pedro Sánchez, líder del Partido Socialistas Español (PSOE) y candidato a jefe de gobierno.
El dirigente de Ciudadanos, Rivera, citó la solemne frase de Adolfo Suárez, ex presidente español, pieza clave en la transición a la democracia en 1976. Como Sánchez e Iglesias, este último cabeza de Podemos, invocó ese episodio de la historia de su país para aterrizarlo al momento político que viven hoy en día los españoles. Así creyó que lograría alinear de una u otra forma un pacto que incluyera a casi todos los partidos.
Pero no lo logró. Por el contrario, ahora sí se quebró la coalición. En España cada partido tiene una agenda distinta e inmodificable que, como se ha visto, aún no permite proyectar una gran coalición de gobierno que permita al socialista Pedro Sánchez formar gobierno.
Si bien Sánchez por fin logró una reunión multilateral con las colectividades, al final firmó una reforma de cinco puntos para modificar la Constitución que contó con el apoyo de Ciudadanos y excluyó a Podemos. La coalición PSOE- Ciudadanos cuenta tan sólo con el apoyo de 130 diputados de los 176 que se necesitan en el Congreso de Diputados. En consecuencia, le sigue faltando el apoyo necesario para ser elegido jefe de gobierno.
El acuerdo constitucional aprobado trata cinco puntos esenciales en materia fiscal, económica, política y territorial. Uno de los principales temas acordados fue la supresión de aforamientos para ministros y parlamentarios, punto primordial en la agenda ante la nube de corrupción que permea a la política española. En la misma línea también se aprobó limitar el mandato de los parlamentarios a ocho años, propuesta que ha tenido múltiples antecedentes de negociación entre PP (Partido Popular) y PSOE, pero finalmente se cayó.
Bienvenido Ciudadanos, hasta luego Podemos
Con este acuerdo parece, de momento, que se selló una alianza y se quebró otra. Podemos, la organización de izquierda, se pronunció al respecto y dijo que no puede negociar bajo esas condiciones. Se levantó de la mesa y tildó lo concertado como: “Un acuerdo cosmético”, que privilegia a los sectores más favorecidos.
La salida de Podemos abre un nuevo capítulo en este largo intento por formar gobierno. En un comienzo el PSOE se vio muy cercano al contestatario partido, pero a medida que se fue acercando el 1 de marzo, inusitadamente cambió su postura.
Su inclinación por formar un gobierno de centro, que ahora es más clara con la firma de la reforma constitucional, deja claro que el PSOE prefiere un gobierno con la derecha moderada a uno con la izquierda radical. Podemos, que días pasados anunció que veía una voluntad verdadera de Sánchez de formar una coalición amplia, ahora desechó sus aspiraciones vicepresidenciales.
Semanas atrás Pablo Iglesias, el líder de Podemos, le sugirió a Sánchez una fórmula de gobierno que lo tuviera a él como vicepresidente. Esas cosas y otras más pusieron al líder socialista ante un complejo panorama que, según los episodios de los últimos días, quedó claro que el llamado “frente popular”, la unión de toda la izquierda, resulta un simple recuerdo imposible de materializar.
La verdad es que el problema es una cuestión de estilos. Podemos es contestatario y el PSOE representa el establecimiento de izquierda. Sus proyectos de Estado son tan distintos como los sabores entre un buen y un mal Tempranillo. Pese a la cercanía ideológica entre ambas colectividades, dichas diferencias hacen, por supuesto, parte de la política.
El punto, sin embargo, es que Sánchez, que hoy sonríe, es probable que en pocos días termine fracasando y le abra paso a Podemos como principal fuerza de izquierda. Ese es, sin duda, su principal miedo: Perder la hegemonía como el principal partido de esa tendencia política, lo que le puede costar su investidura y de paso su puesto como jefe del socialismo español.
Tal escenario no es tan descabellado como se pensó en un momento. De no lograr los 176 diputados que Sánchez necesita en el Congreso, se citaría a nuevas elecciones para el 26 junio, un escenario que tendría al PSOE debilitado por no haber logrado gobernar y a un Podemos fuerte y empoderado, con la posibilidad de cautivar al electorado descontento de izquierda.
La humareda de la incógnita
En España hoy se crítica que el acuerdo entre Sánchez y Rivera esconden su intención de convocar una constituyente. Se dice que, bajo el auspicio de ambos, las cartas se han ido mostrando paulatinamente sin exponer abiertamente que ese es su propósito real: la Constituyente.
Rivera sostuvo, por ejemplo, que propondrá la “supresión del senado”, pero aún no se sabe cuál es el fundamento de su respuesta frente a este tema ¿Habrá bicameralismo? Las preguntas sobre esta gran reforma también giran en torno al sistema electoral español y la perentoria necesidad de crear una segunda vuelta para evitar este extenuante camino de la investidura.
Por lo pronto siguen las incógnitas y la única certeza es que el presidente del Senado, el socialista Patxi López, adelantó para el próximo martes la fecha para que Pedro Sánchez presente su programa de gobierno. Luego, los diputados tendrán que votar, bien sea a favor, en contra o abstenerse. De momento, el escenario al interior del Congreso de los Diputados pinta gris para Sánchez: No logrará ser investido.