Garry Kasparov, cuyo genio marcó la historia del ajedrez, empató el lunes en su regreso a la competición con su compatriota Serguéi Kariakin, el símbolo de una nueva generación que quiere reenviar al "Ogro de Bakú" a su retiro.
Doce años después de retirarse del circuito para desafiar en el terreno político a Vladimir Putin, el ruso de 54 años, uno de los mejores jugadores que ha movido piezas en las 64 casillas, hizo su gran retorno en un torneo oficial en San Luis, en el centro de Estados Unidos.
Las expectativas en torno a quien fue campeón del mundo entre 1985 y 2000 son enormes y la tensión se palpaba en la pequeña sala del Chess Club, donde los espectadores y numerosos fans se amontonaron guardando un silencio monacal a dos metros de la mesa donde se desarrolló la partida.
El primer juego, que terminó con tablas, de este torneo Rapid and Blitz -recientemente integrado al circuito- coincide con el día de 1985 en el que el pequeño Kasparov se convirtió en el campeón mundial más joven de la historia al vencer a su compatriota, el veterano Anatoli Karpov, quien fue a partir de entonces su peor enemigo en el juego.
Ahora es él el veterano que da la cara a su compatriota de 27 años, gran esperanza del ajedrez que se defendió con uñas y dientes del número 1 mundial, Magnus Carlsen -ausente de este torneo-, en la final del último campeonato del mundo, en Nueva York.
El cabello es más gris, las arrugas están más marcadas, pero la gestualidad y los tics del excampeón del mundo recordaban este lunes a los años 80 y 90, cuando Kasparov reinaba en el ajedrez.
- Centro de atención -
El ritual no ha cambiado: su manera de instalarse, antes de que arranque el cronómetro de la partida rápida --25 minutos para cada jugador--; de sacarse el reloj y ponerlo a su izquierda; de colocar, una a una, las piezas meticulosamente en su lugar...
También la mirada sombría que lanza antes de comenzar el juego y la forma de pasar sus dos manos por la cabeza, a veces completamente inclinado sobre el tablero de ajedrez, como si fuera a engullir las piezas.
Kasparov había advertido, la noche del domingo, que éste no era más que un "paréntesis de cinco días" durante el que iba "a jugar y a luchar".
"Me di cuenta de que esto es serio. Soy la presa más deseada en la historia del ajedrez", dijo con ironía esta celebridad nacida en Azerbaiyán, mucho más distendido que durante este partido, antes de encadenar un segundo juego contra el estadounidense Hikaru Nakamura.
Señal de que su regreso acapara toda la atención, todos los jóvenes jugadores del torneo, diez en total, tomaron su turno al micrófono para declarar la noche del domingo su admiración hacia quien dominó sin fisuras su disciplina durante casi dos décadas.
Aunque fugaz, la posibilidad de ver o volver a ver al "Ogro de Bakú" en acción ha transformado la ciudad de Missouri, atravesada por el Mississippi, especialmente por la presencia de admiradores de Kasparov venidos desde todos los rincones de Estados Unidos y del mundo.
- No hay que subestimarlo -
"Es uno de los más grandes jugadores de la historia. Era uno de mis sueños jugar contra él", dijo Kariakin de Kasparov la víspera del juego.
Aunque ha participado en varios partidos de exhibición en los últimos años, Kasparov "no debería ganar" el torneo, anticipa el francés Maxime Vachier-Lagrave, quien venció al noruego Magnus Carlsen la semana pasada durante la Copa Sinquefield, la principal del circuito mundial que antecede a Rapid and Blitz.
En esta competición caracterizada por partidos rápidos, la falta de entrenamiento supone un riesgo para el ruso, que cuenta sin embargo con su "instinto", analiza el número 2 mundial, con quien la AFP se reunió en San Luis después de haber ganado el Sinquefield el viernes.
Pero no hay que subestimar al excampeón del mundo, advierte Maxime Vachier-Lagrave, que lo enfrentó hace seis años en un encuentro amistoso y que recuerda "su voluntad de combate en cada jugada" de aquel partido, que a la postre ganó Kasparov.
¿Sus posibilidades de victoria esta semana? "Sería poco realista pensar que yo podría recuperar mis facultades de la época, como sería ingenuo pensar que puedo recuperar mi cabello", bromeó Garry Kasparov la noche del domingo, visiblemente relajado.
Si gana, se comprometió a destinar los 150.000 dólares reservados al vencedor a promover el ajedrez en África.