Por Angela Santamaría(*)
HACE ya más de un año, desde la Escuela Intercultural de Diplomacia Indígena de la Universidad del Rosario, hemos venido trabajando con el Barefoot College de Tilonia (India). Desde la primera vez que Rodrigo París, su representante para América Latina presentó el proyecto en nuestra universidad, pensamos que este tipo de iniciativa debería ocupar las páginas de relaciones internacionales de todos los periódicos.
Un economista indio llamado Bunker R. fundó en un pequeño pueblo en el desierto de Rajastán, hace 40 años, una escuela de ingenieras solares que aprenden a producir energía solar y replican el modelo en sus comunidades indígenas en diferentes lugares del mundo. Durante 6 meses, representantes de todos los continentes se trasladan a Tilonia, al campus del Barefoot College para aprender y electrificar a sus comunidades a su regreso.
Después de cuatro décadas, el proyecto ofrece más de 50 posibilidades de desarrollo sostenible para las mujeres del mundo entero. Los diferentes ejes del proyecto basados principalmente en producción de energía y purificación de agua, hacen parte de la política exterior india, estableciendo relaciones de cooperación sur-sur de manera muy innovadora y efectiva.
Este proyecto se centra en ofrecer educación internacional a abuelas indígenas y campesinas de todo el mundo. Actualmente, se encuentran en proceso de formación mujeres de Guatemala, República Dominicana, Ecuador y México. Ninguna de ellas sabe leer, ni escribir, lo que muestra que para vincular a la universidad y a la academia con la sociedad, no se requiere, sino voluntad política por parte de los gobiernos y de las instituciones de educación superior, y compromiso y tenacidad por parte de las mujeres que participan en los procesos.
En la Escuela de mujeres se utiliza el lenguaje de señas y de colores por lo tanto lo importante no es el discurso, sino la práctica, la disciplina y la esperanza de transformación. La filosofía de base de este proyecto es la de las aldeas gandhianas, enfocadas específicamente a las mujeres.
El proyecto ofrece también a la región de Tilonia un grupo de expertos en odontología, homeopatía, medicina bioquímica y acupuntura. Ninguno de ellos ha pasado por ninguna universidad. Mejor aún han sido formados de forma tutorial con médicos y médicas que han ido a compartir su saber a la India durante varios años.
Mujeres que según una dimensión de las prácticas hinduistas no podrían trabajar, atienden en el Centro de salud a los campesinos de Tilonia. Su trabajo presta un servicio comunitario, pues los precios que cobran son enmarcados en el comercio justo, y además tienen una autonomía financiera frente a sus esposos. Desde el Centro de salud los médicos trabajan en campañas para mejorar la calidad de vida de las personas, especialmente de las mujeres y los niños.
Hace más o menos dos años, cinco mujeres wayúu fueron a formarse a la India. Partieron desde el desierto de la Guajira, después de haber sido elegidas por sus comunidades. Después de su formación, este año recibieron el material y los paneles solares para la electrificación de sus rancherías. Por todo lo anterior, nos parece fundamental darle visibilidad a este tipo de alianzas entre países del sur. La India en este caso, está exportando a diversos continentes procesos educativos innovadores socialmente y ya consolidados después de 40 años.
No solamente se trata de un proyecto efectivo y eficaz. Se trata además del tipo de valores que se movilizan detrás de este. Se trata de revitalizar a las lideresas cuando entran en la tercera edad. Estas están a cargo de la producción de energía limpia quienes a su vez están a cargo de la reproducción cultural y el cuidado de sus nietos y familiares. Por otro lado, se promocionan e inculcan valores comunitarios y de generación de soluciones auto-gestionadas. Este enfoque propone otro tipo de alternativas para las familias indígenas y campesinas frente a modelos económicos fundados en el extractivismo y el agotamiento de los recursos no-renovables.
Finalmente, las mujeres indias también trabajan en la producción de telas, tapetes y artesanías en condiciones dignas, lo que les permite tener un ingreso económico y autonomía frente a sus parejas. ¿No será que deberíamos hacer girar nuestra mirada hacia los países del sur, para complementar la tradicional cooperación Norte-Sur? ¿No será que podríamos aprender mucho más de países como la India sobre temas de educación popular y desarrollo? Estamos seguros que sí. En ese sentido, este artículo es tan solo una invitación.
(*) Profesora asociada de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno, y de Relaciones Internacionales. Universidad de Rosario.