La Conferencia Episcopal le sugirió a la guerrilla dejar las armas para iniciar un diálogo como el que se desarrolla en Cuba con las Farc.
Este es el texto del comunicado completo
El debate sobre la dejación de las armas se está dando ante la opinión, desde antes que le corresponda el turno en la mesa de diálogo de La Habana.
El régimen exige a la insurgencia la entrega de las armas y los voceros guerrilleros responden, que dejarían de usarlas, sin entregarlas.
La diferencia es de esencia, más allá de seleccionar una palabra u otra al referirse al uso de las armas, para perpetuarse en el poder o para llegar al gobierno.
El problema está en dejar de usar las armas para imponer la voluntad de unos a otros.
El corazón del asunto es la lucha por el poder, en la que se usan las armas como medio y se persiguen unos fines.
El debate abarca a las armas como instrumento y también a los fines de quienes están en el gobierno o luchan por llegar a él. Tomando como base de análisis los verdaderos fines que realiza cada parte, sin dejarse distraer por lo que dicen sus discursos.
Desarrollar solamente una parte del debate, sería tratar a la sociedad colombiana como menor de edad, inmadura para comprender toda la complejidad del conflicto interno. Con un diagnóstico incompleto, los remedios también lo serían y resultaría una curación en falso.
Interrogados están tanto los intereses que mueven la lucha por el poder, como los medios usados. Ambos cuestionamientos abren la puerta para ingeniar soluciones de fondo a la crisis nacional.
Los periodistas del sistema critican cada segundo las acciones que hace la guerrilla, pero mantienen ciegos ante los asesinatos de manifestantes, por parte de las fuerzas represivas del régimen.
Como denuncia el poeta Juan Guillermo Rúa, en Colombia “los líderes populares mueren, por tiros al aire… de sus pulmones”.