El crecimiento de Interbolsa, de pequeña compañía de corredores de provincia, a poderosa empresa en Bogotá, con sucursales en todo el país y en el exterior, con fondos en Curazao, es de los más impresionantes de los últimos años. En el pasado el tamaño de las empresas nacionales por acciones, con excepción de unas pocas, era modesto y se repartía entre los distintos corredores.
En la segunda mitad del siglo XX ciertas empresas colombianas constituidas por pequeños, medianos y grandes accionistas pasaron a manos de algunos millonarios, grandes cacaos con notoria influencia en el sector de las altas finanzas o banco propio, los que también apelaron a conseguir los poderes de los pequeños que no suelen asistir a las asambleas, para terminar por apoderarse de prósperas entidades; digamos que de los ahorradores de la banca y, desde luego, de quienes sin mucho conocimiento del asunto, les daban el poder para votar en dichas asambleas. Como la regulación colombiana era laxa al respecto, pocos protestaron y se empezaron a constituir por esa vía de la especulación financiera grandes conglomerados. Con el tiempo vino la consigna de salir de numerosas empresas en manos del Estado, con la idea de reducir su tamaño, como de liberarse de supuestos o reales elefantes blancos. Y claro, al entregar verdaderos monopolios a los particulares surgieron pronto nuevos millonarios.
Como el comentario anterior era común entre los entendidos de la evolución de la danza de los millones en el país, se ponía de ejemplo cómo las cosas cambiaban con el tiempo, puesto que surgían por su talento y esfuerzo nuevos potentados que no parecían depender de sus influencias en el sector público; en tal sentido el mejor ejemplo era el de Interbolsa, que la habían fundado destacados empresarios, quienes con audacia y habilidad bien calculada, lograron penetrar en el mercado de las acciones y moverse como pez en el agua, siendo de las empresas que mejores resultados daba en cuanto a la gestión de los privados, en conseguir la confianza de los ahorradores y producir dividendos. En cierta forma parecían la excepción. Varios de los socios eran consagrados ejecutivos y elementos capaces, contrario a lo que dicen algunos ahora, que eran simples especuladores. Y eran empresarios capaces por cuanto tenían empresas sólidas, muy competitivas y bien administradas. Apenas, después de la crisis, cuando ya son muchos los que han perdido su fortuna o sus ahorros, aparece tardíamente el informe del Autorregulador del Mercado de Valores, en donde informan de la manipulación que venían haciendo los agentes de Interbolsa, en algunos casos, según documentos conocidos, con dineros de Agro Ingreso Seguro y, por lo general, con títulos de empresas que transaban y con los cuales conseguían jugosos préstamos, como de Biomax, Odinsa, Enka, Fabricato, y Coltejer, y, desde luego, el título de Interbolsa. La mayoría empresas poderosas; de lo que se trataba era de hacer subir artificialmente las acciones mediante la especulación, por lo cual abusaron de sus influencias en el sector financiero para conseguir dinero fresco al acudir a los repos. Al dejar que se desplomaran las acciones, terceros perdían o se arruinaban.
El sistema regulatorio colombiano falló, puesto que las alarmas han debido prenderse antes y no después del estrepitoso derrumbe de Interbolsa. Sin demeritar el debate del Jefe Único del Liberalismo y representante a la Cámara, Simón Gaviria, el cual habló con propiedad y decisión, qué bueno habría sido que su intervención se hubiese hecho antes, mucho antes y no después de la debacle especulativa. En cuanto a debacles, desastres financieros, desfalcos, especulaciones, corrupción y malos manejos, siempre es más positivo cuando se hacen las denuncias oportunas en el Congreso. Así se consigue evitar peores males. Algunos dicen al respecto que no actuaron, ni denunciaron, en cuanto consideran que la bolsa de valores es una ruleta, lo que debieran saber los inversionistas. Sostener esa tesis es de un cinismo escalofriante, la bolsa de valores tiene sus reglas, entre otras invertir en títulos sólidos o bonos del Estado. El capitalismo ofrece la oportunidad de hacer dueños de las empresas a los pequeños inversionistas, quienes pueden aliarse e influir en las grandes empresas, en tanto su dinero en ocasiones crece. Claro, sorprende que entidades que manejan los ahorros de toda una vida, las pensiones de sus clientes, entraran a especular, con posibilidades de que sus ejecutivos se lucraran por debajo de la mesa. Ese sí es un tema de fondo para el Congreso, que se debe estudiar y verificar si las normas protegen y hasta qué punto a los pensionados para que su dinero no se evapore en jugadas especulativas de dudosa ortografía. Pareciera que los colombianos tenemos los reflejos retardados y protestamos cuando ya los hechos se han consumado.